Monday, February 16, 2009

ESTÁ BIEN PENSAR, PERO MUCHO MEJOR, SENTIR



Cuando en 1637, el filósofo y matemático francés René Descartes escribió su famosa frase “Cogito ergo sum”, (Pienso luego Existo) en su Discurso del Método, ubicó a la capacidad de pensar, como el pináculo de lo que nos hace sentir que vivimos, que existimos.

Y seguramente, como el máximo alcance propio del ser humano: un ente pensante.

Pero, en su propio enfoque, tal vez habría que traducir más propiamente esa frase como “Dudo luego Existo”, sentando así las bases de la filosofía de la ciencia. Una ciencia empírica, de las percepciones tangibles, capaz de medir y analizar.

Para Descartes el mero hecho de dudar demostraba que existía.

Tal vez por eso, hasta el día de hoy, la ciencia es como un individuo con una sola pierna. Suele la ciencia ser atea, y hasta hacer del ateísmo un dogma. “Si no eres ateo, no puedes ser científico”, dirían algunos.

“Si no reniegas de una inteligencia a escala cósmica que nos supera totalmente en nuestra mera capacidad de inteliger y comprender magnitudes de existencia que nos sobrepasan de manera gigantesca, no puedes ser creíble en tu actividad científica.”

Pareciera que hay que rendir pleitesía o adoración al Sr. Darwin, quien no fue tan exagerado como sus seguidores, al afirmar algo evidente como lo es la evolución de las especies.

Lo que algunos –miopemente—no perciben, es que aún en la evolución hay un diseño inteligente, hay una tendencia, un proceso que como una flecha, ocurre en un sentido y no en otro. En fin, un plan, un propósito.

Cuando algunos describen todo cuanto existe como una casual combinación de una cantidad inconmensurable de factores que provocan vida, y que han permitido el desarrollo de nosotros –humanos—como especie inteligente, se están quedando con una visión totalmente superficial, carente de sentido histórico en proyección futura. Carente de razón.

Realmente, no le hacen ningún honor a la inteligencia humana, al pensar de esa manera.

Pero lo que no puede tolerarse, es que en la libertad que es expresión máxima del ámbito en que lo humano ha de desarrollarse, se impongan --en un silencio cómplice-- normas no explicitadas, y una sorda conspiración para excluir a unos y favorecer a otros, en lo que en el fondo, es una postura no científica, sino simplemente ideológica. Y como tal, sujeta a error, a debate y a superación.

Y de paso, una intolerable discriminación.

En tanto, y volviendo al amigo Descartes, dudar como forma sitemática de probar algo diferente, distinto, nuevo, desconceretante, es sin duda una forma que puede transformarse esencialmente en una metodología de acción. Particularmente en el ámbito científico.

Pero decía que la ciencia es como un individuo con una sola pierna. Tal vez faltó que alguien, a la par de Descartes, dijera “Siento, luego Existo”. Porque finalmente, no es el pensamiento solo, lo que más caracteriza al humano, sino su capacidad de sentir.

De tener empatía o antipatía por algo o alguien. De asumir con sacrificio una causa noble y trascendente sin mirar el costo. De arriesgar la propia vida en aras del bien de otros.

¿Qué determina que alguien se lance al rescate –aún a riesgo de su propia vida—para salvar a otro humano? ¿Un frío y calculador pensamiento que discierne en milésimas de segundo qué es lo apropiado o conveniente a hacer? No! Lo decide un sentimiento de solidaridad esencial con el otro, lo decide un sentido de deber que no especula con la seguridad o beneficios propios. Lo que cuenta en ese momento es una vida que se puede perder.

Y eso, es mucho más humano y mucho más poderoso que todos los pensamientos juntos.

Eso es lo que le falta a la ciencia, y a muchos científicos.

Por eso también la ciencia carece de ética. Porque no se plantea valores, sino teorias, experiencias y resultados.

La humanidad puede “progresar” en conocimiento y en desarrollo tecnológico. Pero cada vez se constata que está más carente de valores. Cada vez ignora más lo trascendente que nos ayuda a ser más humanos. Cada vez priman menos los sentimientos. Estamos formando una humanidad de ignorantes y de brutos.

Y las ilustradas elites que manejan y dominan todo eso, quieren servirse de un mundo de estúpidos mentales, esclavos de la industria del entretenimiento (bien planificado y deliberadamente dosificado), con el que embotan la mente y deterioran gravemente la sensibilidad.

La consigna es: las masas no deben pensar.

El “Cogito ergo sum” está reservado para las castas dirigentes, para los que en reuniones supersecretas, combinan sus malditos intereses económicos, y controlan de esa manera al planeta todo. Deciden cuántos millones tienen que morir en un lado u otro.
Cuándo hay que hacer una guerra y cuánto debe durar.

Es menester abrir lo ojos a una realidad que nos lleva al despeñadero.

Pensemos, sí, pero no dejemos de sentir. No actuemos como simples bestias, como animales salvajes o cuasi, movidos sólo por los instintos.

No se trata de negar nuestros instintos, como quieren algunos castradores de la humanidad refugiados en sus torres eclesiásticas. Pero, se trata de combinar maravillosamente nuestros instintos, de modo que al vivir momentos muy especiales, nos conectemos con el centro de todo cuanto existe, fue, es y será.

Después de todo. Somos seres del diálogo. No somos solos. Necesitamos del otro o la otra.

Somos humanos y nos humanizamos cuando actuamos y convivimos en una sociedad. Un ser humano dejado solo, pierde su humanidad.

Y ese diálogo que tenemos entre nosotros, aún presiente, intuye y añora, un diálogo mayor, un diálogo superior, un diálogo con ese poder de ser de todas las cosas. Con la fuerza creadora permanente, con quien da sentido a nuestra evolución, a partir de un momento creacional.

¡Ojalá sea tu experiencia!

enigma

No comments:

Post a Comment