Saturday, July 11, 2009

¿POR QUÉ CAMBIARON LOS REFRIGERADORES? (cuento)


En Uruguay hubo un gran humorista, Arthur N. García, quien firmaba sus trabajos con el seudónimo “Wimpy”. Sus amenos relatos cortos, hacían las delicias de quienes le leíamos o escuchábamos por radio. Él siempre hablaba del “tipo”, o sea un individuo, al que le sucedían de pronto las cosas más inverosímiles. Uno de esos cuentos, es el que me ha inspirado esto que hoy he escrito.

Vaya en ello mi homenaje a Arthur N. García, y de paso, una contestación implícita para quienes me han dicho que escribo cosas muy sesudas, o muy románticas, pero que nunca he evidenciado una pizca de buen humor.

Espero disfruten la lectura de este cuento.

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Corrían los años 50, y el tipo amigos, estaba en su casa tranquilo un sábado, cuando la “Cuca”, su esposa, que iba a salir de tarde por unas cuantas horas con sus amigas a tomar un té y recorrer vidrieras, le pidió que se encargara de descongelar y limpiar el refrigerador.

Y el Toto, que así le decían a él, --esposo bonachón y algo aburrido—se puso a la tarea primero de sacar todo lo que había guardado dentro del gélido ámbito.

Una vez que extrajera todo, se dedicó a quitar también esas rejillas que ofician de estantes. Quedó entonces un considerable espacio libre.

De pronto, se le planteó una duda…algo en lo que más de una vez había pensado….Al abrir la puerta del refrigerador, siempre hay una luz encendida que ilumina el interior. La inquietud que tenía el “Toto”, era si esa luz se apagaría o no una vez que cerraba la puerta.

Él quería saber…

Entonces, se puso a cerrar la puerta lentamente, por ver si cuando faltaba casi un resquicio para cerrarse del todo, la luz se apagaba, pero no….seguía encendida.

¿Sería que estaría pagando un consumo eléctrico innecesario?, ¿estaría a punto de descubrir que el refrigerador le estaba saliendo más caro de lo pensado?

Porque el “Toto” era así. Así de curioso, siempre haciéndose preguntas, de esas que casi nadie se hace. Como el día que quiso probar si no podía sustituirse la leña por gasolina para hacer el asado, y se le chamuscó toda la carne al instante.

O cuando infló el salvavidas hasta que reventó, porque quería saber cuánto aire aguantaba.

En fin, el tipo amigos, siguió devanándose la sesera por un buen rato, hasta que luego de limpiar todo, de dejar brillante por dentro el refrigerador, cuando ya habían pasado como dos horas y media, y casi estaba por reinstalar los estantes y volver a poner todas las cosas que tenían que mantenerse frías dentro del aparato, se le ocurrió una idea….

“Hay una única forma de saber si la luz se apaga o no cuando la puerta se cierra, y es si estoy adentro” –se dijo.

Y sin más trámite, flexionando sus piernas para caber bien, se metió dentro del refrigerador, y con un fuerte impulso, cerró la puerta….

De pronto, quedó sumido en la más negra y ominosa oscuridad.

"Ah! –se dijo— menos mal. Ahora sé que la luz se apaga."

Pero entonces de golpe, su adrenalina subió a límites desconocidos, un frío que no era justamente del refrigerador, le corrió por todo su cuerpo…Sí, dentro del refrigerador estaba frio, pero este era un frío distinto…un frío cercano a la muerte.

¡Porque entonces se dio cuenta que no podía salir!

Aquellos viejos refrigeradores tenian manijas, y una vez que el gancho de las miasmas quedaba puesto, sólo podía destrabarse de afuera. Nunca desde dentro.

Así que el pobre tipo quedó atrapado en posición fetal, y empezó a helarse. Tiritaba de frío, porque para ver si la luz se apagaba o no, por supuesto, no había desenchufado el refrigerador, y éste, fiel a su funcionamiento, cada tanto volvía a desparramar un hálito helado en su interior.

Su mujer, la “Cuca”, llegó luego de tres horas y media de ausencia. Cuando se dirigió a la cocina, vio todas las cosas que tenían que estar en el refrigerador aún desparramadas sobre una mesa, vio los estantes por colocar, el aparato cerrado, y ni huellas de su marido.

Lo llamó en voz alta, y nada.

Buscó alguna nota que le indicara que el “Toto” se había ido a algún lado, pero nada….

Por esas cosas, fue a mirar cómo había limpiado el “Toto” el refrigerador, y lo que menos esperó fue encontrar a su marido casi desfalleciente, cubierto de una pátina blanca de pequeños cristales de hielo, que casi no podía hablar.

Susto tremendo, café bien caliente para que bebiera, una ducha bajo una lluvia también caliente, y el tipo amigos, se recuperó de su helada hazaña.

Cuando regresó al encuentro de su mujer, que seguía intrigada sobre lo ocurrido, sólo atinó a decirle: “¿Sabés una cosa, vieja? La luz del refrigerador se apaga cuando cerramos la puerta….ahora lo sé.”

Como la curiosidad del tipo no fue única, sino que hubo muchos casos similares en diversas partes del mundo, los fabricantes de refrigeradores decidieron finalmente cambiar el sistema de cierre.

Por eso, desde hace décadas, se conoce el cierre magnético. En caso que alguien vuelva a tener la misma curiosidad y haga lo del “Toto”, simplemente empujando la puerta, puede salir del aparat
o, y no convertirse en cubo de hielo.



enigma


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