Monday, August 31, 2009

AMAR Y QUERER


Amar y querer: en la literatura, en las letras de músicas, y en el diario vivir, han llegado a ser sinónimos y son por tanto intercambiables.

Lo que importa sustancialmente, no es el sustantivo en sí, sino el contenido que conlleva.

Si por querer, quiero significar el sentimiento profundo, intenso, continuado, que tengo por una persona. Si por querer entiendo mi gusto y deleite con la forma de ser de esa persona, con su impronta personal, con su decir, con su inteligencia, con su sensibilidad, con su sinceridad, con su responsabilidad, con su físico, y con su correspondencia a mi sentir, entonces, puedo decir que ese querer es exactamente lo mismo que el amor.

No importa qué palabra use, el significado es el mismo.

Cuando quiero, anhelo estar con la persona querida, la extraño si estoy lejos, me desespero si no se comunica, quiero saber de ella casi a cada instante, la necesito conmigo, le dedico lo mejor de mi, y me doy a mi mismo para ella y por ella.

En tanto y en cuanto ese querer sea recíproco, poco importa que se le llame “querer” o “cariño” en vez de amor. En esencia, es lo mismo.

En otras palabras, el nombre no hace a la cosa. Lo que importa es el contenido detrás de la palabra utilizada.

Ahora bien, claro está que si decimos que “queremos” a alguien, y ese “carniño” es una aceptación de la otra persona en reconocimiento a sus valores, y un gusto por mantener una amistad –con todo lo de importante que una amistad es— pero no toca a las fibras más íntimas de nuestro sentir, no es un gusto por el otro o la otra, que va más allá de la apreciación de su personalidad, entonces claro, eso no es comparable al amor.

El amor es en buena medida, arrebato, explosión de maravillosa irracionalidad.

No hay razones para amar, amar es la razón.

Y es posible que cuando se ama se idealice en parte a la otra persona, pero aún a riesgo de esa idealización, sin embargo, se aplica aquella máxima del sabio Leonardo DaVinci quien decía “cuanto más se conoce, más se ama”.

Y si dos personas han llegado a conocerse bastante, se han transparentado claramente en sus sentimientos, abarcando toda la gama de los mismos, desde los más generales –se podría decir—hasta los más recónditamente íntimos, entonces, cuando no queda nada por ocultar, ni nada que se haya ocultado, cuando dos seres han avanzado en conocerse tanto y tan bien, si realmente se quieren, es que se aman, y si se aman, no pueden negarlo, porque es una especie de suicidio.

El amor no reconoce barreras, se expresa y se vive.

El amor es, o no es tal. En el amor no caben los “si…” o los “pero…”, no hay razones para excusas.

De modo pues que querer, con la intensidad y en la dimensión a que me refiero más arriba, es estar enamorado.

Y los enamorados saben de arrobamiento y arrullos, de romance, de palabas sutiles, de expresiones casi sobrentendidas, de un universo que es exclusivamene de ellos, y de nadie más. Que ellos lo viven y lo hacen realidad, donde no entra más nadie.

Hay otra realidad, que es la cotidiana, la rutinaria, la que puede absorbernos las jornadas.

Pero el tiempo del amor, es un tiempo aparte, y es una dimensión diferente.

Y es exclusivamente de dos, de dos que quieren ser uno.





enigma

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