Friday, August 21, 2009

LA CONFIANZA

“La confianza mata al hombre” dice uno de esas expresiones que pretenden ser de “sabiduría popular”, pero que en el fondo, son de cinismo popular.

La confianza no mata a nadie, no destruye a nadie, no le hace mal a nadie, cuando es aplicada a quien la merece.

El problema no es la confianza, sino en quién se confía.

Si confiamos en la persona equivocada, seguramente vamos a tener problemas, y a veces muy graves. Vamos a sufrir consecuencias imprevistas.

Entonces voy a hablar de los fundamentos de la confianza.

La confianza se cimenta sobre la base de tres pilares: honestidad, transparencia, responsabilidad.

Lo primero que se requiere para que alguien confíe en uno, es ser honesto. No mentir, no esconder cosas, hablar en forma directa, lisa y llana. Llamar a las cosas por su nombre, no tenerle miedo a la verdad, tener un sentido solidario.

Lo segundo es ser transparente. Es abrirse a que a uno le conozcan y le conozcan plenamente. Y a dar razón, y a demostrar hasta documentadamente si ello es necesario, que se es de una manera, que no hay tarmpas, escamoteos, falsedades, ocultamientos, disimulos, poses que no se corresponden con la realidad. Mostrarse tal cual uno es, de modo que la otra parte sepa claramente a qué atenerse con uno. Qué puede esperar o no de uno.

Lo tercero es ser responsable. Se promete algo y se cumple, se ha de ralizar una tarea, y se hace a cabalidad sin necesidad de una supervisión ante la cual quedar bien, sino que uno siente la necesidad intrínseca de quedar bien por uno mismo. Si se asumen compromisos, se cumplen.

Cuando estos tres factores se dan mancomunadamente, los cimientos están puestos firmes para que sobre ellos se edifique la confianza.

Esa confianza nos llevará a compartir nuestra misma intimidad. Esa confianza hará que otros se abran a compartir la suya, sin temores, sin miedos. Cuanto más se conocen las personas que se confían mutuamente, más aumenta la confianza.

Saberse el uno del otro, asegura que uno no sólo pueda hablar y compartir con la otra persona cualquier cosa, sino que se tiene la seguridad de que esa otra persona no va a estar desparramando por ahí, lo que sabe de uno, lo que conoce de uno, esa transparencia de la que ha sido depositaria. Y que tampoco va a usar todo lo que conoce de uno para fines inconfesables. Y eso es recíproco, pues la confianza supone un vínculo personal entre una persona y otra o varias.

La confianza no surge de repente. Se construye de a poco. La confianza es abonada por el tiempo.

Se da muestra de ella cuando se pone a prueba, y la persona no falla. Y se hace otra prueba, y tampoco falla. Entonces la confianza –como una planta—crece y aumenta, cada vez más, hasta hacerse total.

Tuve un gran amigo, estuvo hasta que falleció en la lista de los mejores, y había ocupado cargos de responsabilidad, y de tesorero en una institución. Y era tan honesto, tan leal, tan noble, que yo siempre afirmaba ante quien me quisiera oir, que mi confianza en él era total. Y lo ponía con un ejemplo muy gráfico. Decía que le podía dar a mi amigo algo de extraordinario valor, y yo estaba seguro que lo iba a cuidar más aún que a sus propias pertenencias. Justamente porque no era algo propio.

Así ha de ser la persona en la cual se puede confiar. Y cuando la persona es así, honesta, transparente, responsable, tener confianza es un placer y trae paz a nuestro espíritu. Esa confianza no mata, no nos destruye, no nos complica la existencia, no la transforma en miserable. Por el contrario, nos sentimos felices de tener personas en quienes confiar.

Así se cimenta, surge y crece la confianza.

La confianza, finalmente es la forma que tenemos los humanos de creer los unos en los otros. Y esa confianza es la que sostiene y nos da esperanza.

Creer finalmente, es confiar plena y totalmente.

¡Dichosos quienes tienen confianza, quienes pueden confiar, quienes son confiables!




enigma

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