Friday, October 9, 2009

BONDAD, TERNURA, COMPASIÓN, PERDÓN


En un mundo cada vez más agresivo como en el que nos toca por desgracia vivir, la bondad ha devenido crecientemente en una “rara avis”.

Hay personas que han ido perdiendo esa calidad humana. Ser bondadoso, no es ser estúpido, ni iluso. Pero es hacer las cosas bien, y querer bien a los demás.

No esperar recompensas por ello, pero mostrar que hay un lado siempre bueno, amable, gentil, que está a nuestro alcance como seres humanos.

El conductor que cede el paso a otro, la persona que le alcanza el paraguas que alguien olvidó en su asiento al irse a bajar del bus, el que regala una entrada al cine o al partido de fútbol porque no puede ir o le sobró. Quien cede el asiento a un anciano o a una mujer embarazada.

Hay tantas formas de expresar la bondad, que son tan infinitas como situaciones se nos pueden presentar.

Otro don humano particular es la ternura. No es privativo de las mujeres. Un padre expresa ternura cuando besa y abraza a sus hijos, cuando se tira en el suelo para jugar con ellos, cuando tiene paciencia para enseñarles cosas.

La ternura se refleja en ojos, a veces humedecidos apenas por una lágrima, cuando la emoción nos gana, pero es una manera de demostrar que el otro o la otra nos importan, están en nuestro corazón, son parte significativa de nuestra vida.

Y a veces la ternura es también la mejor respuesta al ataque grosero, a la vocinglería desaforada de gritos o insultos, a la exacerbación de la violencia simplemente porque alguien sobrelleva una situación injusta, o una frustración encima, y tal vez, se la va a desquitar con quien más quiere, justamente porque sabe en el fondo que de la otra parte hay suficiente ternura, como para no rechazarle o mandarle a mudar.

Ser compasivos es sentir como propia la situación de otros. Es tener ese don por el cual nos hacemos cargo –sin que nadie nos lo pida— de la pobreza, de la minusvalidez, de la enfermedad, del sufrimiento humano, y de alguna manera decidimos cargárnoslo sobre nuestros hombros, y hacer algo –no importa lo pequeño que sea-- por contribuir a aliviar esa situación.

Es también alegrarse con los que están felices, y llorar con los que lloran. Es ponerse en el lugar de otros, ver las situaciones desde la otra vereda, o desde la otra perspectiva, y comprender a la otra parte.

Y finalmente perdonar. El dicho popular habla de que “perdonar es divino”. Pues cualidad divina que está al alcance de todo humano, porque se nos ha perdonado primero. Porque Dios nos ha perdonado, porque oramos “perdona nuestras deudas así como nostros perdonamos a nuestros deudores”.

O sea, el perdón tiene una retribución personal muy grande.
Se nos perdona cuanto nosotros hemos sido capaces de perdonar.

Es la antítesis del rencor, la revancha, y la venganza.

Aún si nos sentimos heridos u ofendidos, aún si se nos acusa de lo que no es verdad, aún si se nos insulta, aún si debemos soportar ignominia, y sin perjuicio de defendernos y de sostener nuestra propia dignidad, más allá de ello, estamos convocados a perdonar.

A pensar que nosotros también cometemos errores –y a veces graves. A saber que somos imperfectos, que no podemos dictar como desde una torre de marfil, qué es lo que está bien y lo que está mal, y asi juzgar a los demás sin ternura, sin compasión, sin bondad, para luego, como estrictos e inflexibles jueces, hundir a otro ser humano.

Más bien tenemos que comprender la complejidad del ser humano como individuo, la complejidad de situaciones sociales que por siglos –algunas de ellas— no han sido modificadas, y entender que a veces lo que atribuimos como la culpa de alguien individualmente,en el fondo, es el resultado de la falla y el fracaso de una sociedad toda.

De modo pues, que el camino alternativo, diferente, superior, está diseñado por la divinidad, para ser ejecutado por la humanidad.

En esencia es un camino holístico, que nos hace respetar no sólo al otro o la otra, en tanto que ser humano, sino a la naturaleza toda. A sentirnos hermanos de las estrellas, de los árboles, de las flores, de los frutos de la tierra, de la arena y del mar. A ser uno con todos, y uno con la creación.

Estemos siempre abiertos pues, a actuar con bondad, con ternura, con compasión y a perdonar.

Cada vez que lo hacemos, somos más humanos. Cada vez que lo practicamos, generamos paz para con los demás, y tenemos paz en nosotros.



enigma

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