Saturday, October 3, 2009

LOS QUE VAN PRIMERO

¡Qué facil es juzgar a los demás!

¡Qué dificil es ser auténtico, coherente!

Hay gente que ve la paja en el ojo ajeno en vez de ver la viga que tiene en el propio.

Es cierto, hay quienes admiten que se conocen poco a sí mismos/as. Pues deberían empezar por ahí. La vieja máxima griega “gnósete seautón”, o sea “Conócete a ti mismo/a” es fundamental.

Caso contrario, se es como barco a la deriva, hoy los vientos llevan para un lado, mañana las mareas llevan para otro, no se tiene un rumbo claro, y un destino cierto. Hace falta una brújula.

Lo peor es cuando a esa ignorancia propia, le gana la arrogancia, entonces se cae en la ignominia de hacer juicios baratos, superficiales, de arrojar insultos inmerecidos, y de discriminar.

En la época de Jesús, habían ciertos individuos con los que Él tuvo múltiples enfrentamientos: ellos eran los sacerdotes (manipuladores del pueblo desde el templo), los escribas (que pretendían conocer la Ley como nadie) y los fariseos, que se jactaban de cumplir la ley.

La palabra fariseo –desprestigiada por los integrantes de esa secta— ha venido a ser con el correr del tiempo, sinónimo de hipócrita.

O sea, individuos que pretendían ser estrictamente escrupulosos en el cumplimiento de la Ley mosaica, pero que se apartaban de otros, discriminaban socialmente, carecían de caridad, de compasión, en en fondo, carecían de amor.

Jesús era el Amor hecho persona.

Y uno de esos enfentamientos fue con sacerdotes y ancianos del pueblo, los “perfectos”, los “puros”, los remilgosos, los tan “rectos”.

A ellos –nada menos— Jesús les dijo:

“De cierto os digo que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios”.

Publicanos y rameras, eran dos estratos sociales discriminados y repudiados.
Los unos, por cobrar los impuestos públicos (que iban a las arcas del imperio romano), las otras, por violar la ley religiosa.

Pero publicanos y rameras habían llegado a creer en Él, (San Mateo, había sido publicano, por ejemplo), en tanto que sacerdotes, escribas y fariseos, no.

Quienes juzgan livianamente a sus congéneres, deberían aprender a tener más humildad. A conocerse mejor a sí mismos/as. Y a tener caridad y compasión.

A entender la complejidad del ser humano como tal.

A entender que las cosas no son blancas o negras, sino que hay tonos y matices de gris.

A comprender la complejidad de la sociedad en que vivimos, y a buscar lo más auténtico y sincero que hay en los demás, para valorarlo.

A saber respetar al prójimo, y a saber sopesar la experiencia y la probidad que dan los años.

Tal vez por todo eso, me siento muy a gusto con el Maestro Jesús. No es facil ser su discípulo, o su seguidor. Pero Él nos enseña el Amor, el perdón, la compasión, el compañerismo, la solidaridad, la apertura a lo diferente, el no discriminar, y el tener de la justicia, un sentido divino y no humano. En una palabra, Él nos enseña a vivir con Paz y en Paz.

enigma

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