Monday, November 2, 2009

HACIA LA PAZ, SIN POLÍTICOS

imagen por Roxana236
Lo voy a decir muy claramente.

Hace mucho tiempo que he pensado que para el bien de todo el planeta Tierra, el estamento, (casta, comunidad, conglomerado, o como se le quiera llamar) político, debería definitivamente desaparecer.

Ser político y ser corrupto es casi una ecuación.

Ser político y ser mentiroso, es otra.

Ser político y prometer lo que no se ha de cumplir, también.

Y estas constataciones no son privativas de ninguna nación de la Tierra, se dan en todo el globo terráqueo.

Pregúntesele a cualquier pueblo de cualquier país, qué piensa de los políticos.

Pero los políticos han creado sistemas por los cuales se aseguran ser necesarios para manejar la “cosa publica”.

Como si no existieran en las naciones otros seres más inteligentes y capaces que ellos.

Como si no hubiera personas absolutamente sensatas y honestas, que no entrarían en componendas, en negociados, en acuerdos, en pactos y transacciones, o en “disciplinas partidarias” que anulan la razón y la ética.

No, definitivamente no.

La humanidad va en camino de su autoextinción. Y los políticos son cómplices de esta situación, porque hacen la vista gorda o miran para otro lado, como si las cosas que nos llevan a ese despeñadero no fuesen claras y evidentes.

Puede que tal vez haya políticos tan torpes que ni siqiera las vean ni se den cuenta.

Y así estamos como planeta.

Aún ridículamente con problemas fronterizos, aún absurdamente con “divisiones políticas”, aún con límites territoriales, y soberanías.

Ha llegado la hora de cambiar la mente, de vernos como una unidad, de considerarnos absolutamente relacionados unos con otros de tal manera que la suerte de unos va en el mismo bote que la de otros.

Hablar de países ya queda ridículo. Suena a viejo.

Mucho más hablar de nacionalismos, y de reivindicaciones regionales.

Pero lo fundamental, para empezar, es que la clase política, los políticos profesionales, los que se embarcan en ese tipo de vida y viven de ella, no debiera existir más.

El planeta deberia pasar a ser un ente con un gobierno mundial.

Y ese gobierno mundial debería ser ejercido científica y tecnológicamente, por verdaderos talentos mundiales. Sí, por una élite elegida en todo el mundo, de una lista de notables, propuesta desde distinas partes del planeta.

Sin ruidos ni estridencias. Sin carteles, pasacalles ni paredes pintarrajeadas.

Con solo una lista y las referencias personales de cada candidato.

Con un voto por Internet, perfectamente controlado para que nadie lo hiciera más de una vez.

Porque si no afirmamos la unidad mundial, estamos destinados a continuar con las malditas políticas de guerra, que jamás aseguraron un minuto de paz en el planeta.

Recientemente, este año que se va, para ser más preciso, aún tuve una esperanza, aún quise creer en un hombre que parecía cuasi mesiánicamente llegado al escenario político.

Tenía varios elementos que no le hacían el típico político profesional.

Pero en andado su camino, dejados atrás los hermosos y elocuentes discursos de campaña, cuando ha empezado a gobernar, se ha puesto a prueba su capacidad, su calidad de ejecutivo, y por sobre todo, su preminencia como primer mandatario de una gran nación.

Y entonces empiezan a surgir desavenencias, discordancias y grietas entre quienes le apoyaron en forma abrumadora para llevarle a su cargo.

Porque hay que ejercer la autoridad que se tiene. Y no puede, o no debe finalmente un partido político imponer condiciones, ni establecer pactos no publicos y limitaciones.

La política exterior de esa gran nación, debería tener el punto de partida y las instrucciones precisas en su persona.

Pero lamentablemente, la persona encargada de ejecutarla, fue adversaria durante la campaña dentro de su propio partido, y todo indica que quiere desarrollar sus propios puntos de vista, que por cierto –durante los debates—fueron bien distintos de quien ejerce la presidencia.

Entonces de pronto se advierte cómo hay un muy influyente lobby, un grupo cabildero, que es capaz de torcerle el codo al presidente, y hacer que se diga y se haga lo que éste no quiso hacer y seguramente no estuvo en su ánimo. ¿O sí lo estuvo desde el comienzo pero nunca nos fue dicho? Porque a veces –aunque personalmente me resisto a ello—hasta ese grado llega a tener lugar la duda.

Y entonces, corroboro para mi desolación, que no se puede confiar en los políticos, porque son eso: políticos, nada más.

Y si esta persona en particular, sigue siendo en buena medida para mi una excepción, no obstante, no ha podido sacarse de encima el peso del partido al cual pertenece, y las imposiciones que ese partido le ha fijado, y las transacciones que ha debido hacer en aras de una unidad partidaria, que sólo sirve para mantener una entelequia.

Despreciable unidad partidaria, cuando lo que está en juego es la guerra o la paz, y no sólo de una nación, sino del mundo todo.

Y despreciable también quien cumple un papel de ejecutar la política del presidente, cuando luego pretende hacer su propia política, que difiere de la del titular máximo del Ejecutivo.

Llega un momento en que hay que convocar al pueblo y con éste, hay que salir a decir la verdad, a ventilar los entretelones, y a buscar su apoyo para afirmar y afirmarse como quien se es.

Caso contrario, caemos otra vez, en la trampa que el sistema creado por los políticos ejerce, y que absorbe a quien cae en esa red.

Por eso me ratifico en mi criterio que desde hace años desarrollé.

Lo peor que le puede pasar al planeta, es tener aún que depender en sus destinos, de lo que hacen los políticos.



enigma

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