La terrible tragedia ocurrida en Las Vegas, donde un individuo armado hasta los dientes comenzó a ametrallar gente que estaba disfrutando de un concierto de música country, dando muerte a 58 e hiriendo a 527 --algunos de gravedad-- provocó la sorpresa, el espanto, correr desesperadamente para salvar la vida, y en medio de eso, cuerpos que se desplomaban al suelo bajo las balas.
Pero esa horrenda situación también dio lugar a extraordinarios
actos de heroísmo. Un esposo --Sonny Melton, enfermero-- falleció cuando con su cuerpo cubrió a su esposa Heather, de las balas que caían arrojadas desde el piso 32 del hotel Mandalay Bay.
Gracias a que él dio su vida por ella, la mujer se salvó.
Jonathan Smith, un hombre de 31 años de edad, --que es padre-- estando herido con una bala que le penetró en el cuello y otras que le afectaron dos huesos, salvó la vida de 30 personas.
Smith aún tiene su bala alojada en el cuello y salvó por milagro su vida. Pero otros, a quienes aún herido ayudó a escapar de ese infierno, le agradecen a él seguir estando vivos.
Otro héroe es Matthew Cobos, un soldado del Ejército que corrió presuroso a cubrir con su cuerpo a una joven que había caído al suelo en medio de la balacera. Logró sacarla del lugar y llevarla a un sitio seguro, y luego volvió a donde había heridos. Se quitó su cinturón para hacerle un torniquete a una persona que sangraba, y tapó con sus dedos agujeros de bala de otros heridos.
Son actos de arrojo, donde lo que prima es salvar la vida de otros, sin reparar en la propia. Una verdadera grandeza humana.
Y luego, gente que hizo fila hasta por seis horas, esperando su turno para donar sangre. Tal la cantidad de donantes.
Y las colectas que surgieron de inmediato para contribuir a pagar los gastos médicos incurridos por muchas de las víctimas, especialmente aquellas que debieron ser intervenidas quirúrgicamente y permanecieron o aún están hospitalizadas.
Los memoriales improvisados donde la gente enciende velas, y deja flores.
Las plegarias y las ofrendas en memoria de los caídos, las vigilias.
Greg Zanis, un carpintero jubilado de Chicago, hizo 58 cruces, una por cada fallecido, escribió el nombre de cada uno, junto a un corazón y una foto de la persona, y se trasladó a Las Vegas para colocarlas allí, donde el horror tuviera lugar.
Por último, Jason Aldean, el cantante de música country que estaba en el escenario interpretando una canción cuando comenzaron las balas, fue a Las Vegas a visitar a las víctimas que aún están hospitalizadas.
Y la lista podría continuar. Pero queda muy clara la resiliencia y el coraje de un pueblo que dolido por la tragedia no se arredra, sino que lucha por la vida
enigma
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