Pienso que
atravesamos otro momento difícil de la humanidad.
Hay un poderío de
destrucción de todo el planeta como nunca se vivió antes.
Hay un domino de las
masas a través del uso de la internet y los teléfonos inteligentes.
Hay un control de la
gente con cámaras de televisión que vigilan por todos lados.
Y acaso ¿hemos creado verdaderamente una
civilización?, ¿es éste un mundo más feliz?
Por el contrario
hemos perdido gradualmente la consideración del valor que implica cada ser
humano.
Para el criminal, el
hecho de que se trate de un ser humano no le detiene para matarlo.
Para el magnate
empleador, no le importa pagar lo menos posible y ganar lo más posible,
ampliando la brecha diferencial económico-social, y condenando a la pobreza a
millones.
Para los trabajadores
organizados, no les importa detener inclusive la asistencia de la salud, con
tal de reivindicar sus “derechos” que terminan allí donde la vida debería estar
como consideración primaria.
Ahora las mujeres se
organizan, cobran fuerza, unas se vuelven absurdamente contra los hombres
indiscriminadamente, y cometen hasta actos vandálicos, fruto de envenenamiento
cerebral ideológico, o de querer mostrarse tan machos como los machos.
Ridículo.
Otras defienden su
derecho a existir, ante la violencia doméstica, el acoso, el abuso sexual y
los feminicidios, neologismo innecesario porque hablar de homicidio es hablar
del asesinato de un ser humano, hombre o mujer.
Así hasta el uso
correcto del lenguaje aparece alterado.
Pero tras los acosos
o abusos sexuales, emerge por un lado la actitud cínica de quienes siendo
acusados pretenden que nunca hicieron lo que sus acusadoras les señalan, y la
actitud hipócrita de quienes miran para otro lado, o condenan, pero ponen sus
barbas en remojo, porque saben que ellos también han incurrido en faltas
parecidas.
Entonces, cuando
faltan valores en la sociedad, cuando está tan permeada de maldad, de disimulo,
de tapujes, de sordas conspiraciones, de intereses cruzados y entrelazados, de abundantísima corrupción a todo nivel y
de retóricas con presunción de intelectualidad que sólo rinden pleitesía a una
ideología deletérea y deteriorante, es evidente que estamos ante un gravísimo
cuadro de falta de valores –fundamentalmente éticos— que mellan toda credibilidad.
Porque ni siquiera una causa justa es defendida con medios justos.
Porque ni siquiera una causa justa es defendida con medios justos.
Es muy fácil no
deliberar, considerar al otro como “el enemigo”, y no como alguien que piensa
diferente, y acudir directamente al ataque, al improperio, al insulto. Es fácil
olvidar que estamos tratando con un congénere.
Y mientras tanto, el
espectro de una guerra que haga peligrar la propia estabilidad del planeta,
ronda por sobre las cabezas de todos.
O saltamos hacia el
futuro, poblando el Espacio, con gente super-seleccionada, o reiteraremos en
otros lados y multiplicaremos el desastre que hoy tenemos en nuestro planeta
originario.
Es hora de un cambio
profundo, o sucumbiremos.
enigma
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En YouTube ver: LA IGNORANCIA, UN MAL CRECIENTE
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