Humanos somos todos,
mujeres y hombres. Y sí, se ha dicho que las mujeres son de Venus y los hombres
de Marte, que es algo así como decir, las mujeres son para el amor y los
hombres para la guerra.
Pero justamente eso
no hace sino refrendar los estereotipos que hasta ahora nos acucian y se han
desarrollado para deméritos de unas y otros.
Se dibuja a la mujer
como un ser tierno, naturalmente dotada para ser madre y por tanto para volcar
su cariño hacia sus criaturas. Alguien sensible, que tiene paciencia, dulzura,
suavidad. Y a eso se le añade debilidad, ser que necesita protección, ayuda
permanente.
Sin embargo, este
estereotipo no hace justicia a la mujer. Porque sólo ella puede llevar adelante
un embarazo durante nueve meses y soportar el dolor del parto. A fe que los
hombres no seríamos capaces de ninguna de ambas cosas. La mujer es físicamente
fuerte, por lo tanto.
Pero además de su
intuición y su talento, la mujer lucha y se desvive por sus hijos, y es capaz
del mayor sacrificio en esfuerzo físico, en horas de trabajo, y como madre,
para dar a sus hijos la vestimenta, el alimento, y el amparo que necesitan. La
madre es el puerto seguro y el punto fijo que siempre tienen los hijos ante
cualquier eventualidad.
Y la mujer sale al mundo
del trabajo, no se queda en su casa. Se capacita profesionalmente, compite con
el hombre, y aún lo sobrepasa. Es supervisora, es jefa, es manager, es
presidente de una empresa. Sobresale en las letras, en las artes, o en
administración y economía.
Y haciendo el amor,
nadie es capaz de sentir más que una mujer, su capacidad de placer es mucho más
amplia que la del hombre, así como son múltiples los puntos clave de su
sexualidad.
El estereotipo del
hombre, es el de un ser bastante rudo, poco dado a un sentir exquisito, de
“piel gruesa” como para extasiarse. Cultiva su cuerpo más que su alma. Cree
estar hecho para dominar sobre la mujer.
Es el que sale a ganar el salario para
el sustento de la familia. El que lucha en medio del competitivo mundo laboral,
no importa si trabaja con su intelecto o con sus manos. Se siente macho para
conquistar al sexo complementario (que no opuesto), y sabe que no debe llorar.
Gusta de flirtear, es un tanto fanfarrón con sus amigos, ama el deporte, grita
los goles, y que no le quiten su rueda de amigos-compinches. Quiere a sus
hijos, pero la atención de ellos la deja mayormente en manos de la madre.
Haciendo el amor, es
directo y simple. Suele ser bastante torpe, comparado con lo que la mujer
espera. Y muchas veces busca sólo obtener su propia satisfacción, sin siquiera
preguntarse si la mujer ha quedado satisfecha. Por otra parte, su propia
naturaleza le priva de tener múltiples orgasmos.
Este hombre, tan
musculoso (o no), fuerte, un tanto rudo, sin embargo, es capaz de enternecerse
con sus hijos. Es capaz de darse al máximo –si ama a su familia— por proveer todo o casi todo lo que ella
necesita. Y sí, este hombre es también débil. ¡Vaya si lo será cuando cae
enfermo! Una gripe no más, fiebre y dolor en el cuerpo, le hace extremadamente
dependiente de su madre o su esposa (o pareja). Ni qué hablar si se trata de
una enfermedad seria y prolongada.
Este hombre también
llora. Es capaz hasta de llorar si su cuadro favorito pierde un campeonato.
Llora ante la muerte de un ser querido. Llora ante un amor perdido. Trata de disimular, trata de reprimir el
llanto, pero aún en silencio o a escondidas, no puede evitar que afloren
lágrimas en sus ojos.
Después de todo, la imagen a proyectar se desmorona, y se
muestra tan débil y sencillo como simplemente el humano que es.
Hombre y mujer
constituyen lo humano total. De ahí la importancia esencial de la pareja, por
cuanto lo humano implica a ambos sexos y no a uno solo. Se hace con los dos,
necesita de los dos.
Así pues, los
estereotipos no reflejan la realidad de la mujer ni del hombre.
Afortunadamente en la
sociedad actual esos estereotipos cada vez juegan un papel menor.
Cuanto mayor es la cultura, menor es la
posibilidad de los estereotipos.
Sólo en
las sociedades aisladas, cerradas y que mantienen tradiciones no modificadas
que les vienen de siglos, son capaces de hacer aún hoy realidad esos modelos
de entendimiento y de conducta, que para nosotros nos resultan fuera de lugar.
enigma
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