A pesar de la fortaleza física que podamos desarrollar
mediante disciplina gimnástica, a pesar de que los genes nos favorezcan en
darnos un cuerpo alto y fornido, a pesar de que tengamos fe, y por tanto una
fortaleza espiritual entrenada, sin embargo, cuando el hambre nos acucia,
cuando un fenómeno meteorológico como un tremendo huracán, un terremoto, o un
tornado nos asuelan, y además de mal heridos, hemos perdido todo, realmente
debemos reconocer que somos débiles.
Cuando un familiar directo está sufriendo los efectos
de una enfermedad devastadora, la misma que crea un problema de sustento para
la familia (de pronto) y la angustia anímica ante el mal, tenemos que aceptar
que somos débiles.
Cuando surge una crisis profunda en el relacionamiento
humano del núcleo familiar, cuando la pareja ha llegado a un punto de no retorno,
cuando la situación se vuelve asfixiante y sólo los hijos de por medio han
estado obstaculizando nuestra decisión, también somos débiles.
En esos momentos está claro que necesitamos de los
demás, necesitamos del resto de la familia, pero mucho más seguramente, de los
amigos, de la sociedad toda, y hasta de la ayuda internacional, según de lo que
se trate.
Una catástrofe de proporciones, necesita el sostén y
la ayuda internacional no sólo para socorrer a las víctimas, en lo inmediato,
sino para reconstruir las vidas de quienes han sido afectados gravemente. Un
techo digno donde habitar, comida para alimentarse, vestimenta adecuada, dinero
para los gastos cotidianos, y mejor, un empleo que dé una fuente de ingreso
permanente.
En una palabra, reconocer que somos débiles,
limitados, que no lo podemos todo, que no nos arreglamos solos y por nosotros
mismos, sino que en muchos momentos de la vida, o en algunos muy especiales,
necesitamos la presencia, la palabra y la acción solidarias, es fundamental.
Empieza por reconstituir nuestro ánimo, por darnos
aliento para seguir luchando por la vida. Genera esperanza, y cimenta la
confianza, un don muy especial sin el cual, solos en medio de una tragedia, no
podemos vencer.
Tenemos que tener la honestidad de reconocer nuestra propia debilidad, cuando ello ocurre, y decirnos: solo, no puedo.
Tenemos que tener sensibilidad para captar la debilidad y la necesidad en otros, y para acudir en ayuda eficaz.
Porque lo que hagamos por otros, otros harán por
nosotros.
Porque el bien que hagamos se volverá a nosotros
multiplicado.
Por eso, la mejor respuesta ante el dolor y al sufrimiento,
ya sea individual o colectivo, es la solidaridad.
Y la solidaridad, es un reflejo de nuestra
sensibilidad y una medida de nuestra propia humanidad.
enigma
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A partir de este lunes 17 de Octubre, en YouTube, Compartiendo en Video.
Tema: "Lo Soez está de Moda"
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