Pienso que terminan hablándoles a las paredes.
Que en el fondo, tienen temor de que les pase algo en su hogar y nadie acuda en auxilio.
Sí, hay aparatos que con sólo oprimir un botón envían una alarma a una central que procura el envío de una ambulancia o la policía.
Pero no todos tienen eso, y de cualquier manera, nada, absolutamente nada sustituye a una persona.
He quedado solo desde que enviudé hace ya más de 7 años.
Durante los primeros años luego de la partida hacia la eternidad de mi esposa, mi luto fue paulatinamente moderado por el surgimiento de una relación de amistad que con el tiempo llegó a constituir un maravilloso romance. Una experiencia única, con una persona especial en muchos sentidos.
Pero ese romance se terminó, porque --como dicen acá en Estados Unidos-- implicaba "una situación complicada".
Luego de eso, la soledad se hizo más intensa, ha sido como una cárcel inmaterial, una condena sin juicio previo.
Afortunadamente estoy físicamente bien y saludable, y ello me permite por mi mismo mantener mi apartamento en condiciones, ir de compras, cocinar, acompañar a mi nieto, reunirme con mi familia.
Pero, al retornar de una reunión familiar, el silencio que me rodea resulta apabullante.
No tengo nadie con quien comentar nada. No tengo a quien me cuente cosas que ha hecho, pensado o sentido. Y especialmente alguien con quien pueda viajar, compartir experiencias, hacer planes, y que esté permanentemente junto a mi.
Mi amigo Miguel Pastorino escribía hace poco que la soledad tenía sus aspectos positivos. Nos permite concentrarnos, reflexionar, orar. El silencio que se hace fecundo.
Pero esos son momentos. Cuando la soledad es un estado permanente, entonces resulta abusiva, excesiva, insoportable.
Para mi, es una compañera indeseable.
Cierto que están las amistades. Pero acá en Iowa City sólo tengo conocidos/as. Mis amistades están en Virginia, en Washington DC y Maryland. Están esparcidas por América Latina y Europa. Y por supuesto, en Uruguay.
Pero con todo cuanto respeto,admiro y sostengo el valor de la amistad, en mi situación se dan cuenta que la distancia obra en contra.
No sé qué tal con ustedes. Espero que estén acompañados/as, para vuestra mayor felicidad.
Me he prometido no sucumbir a la soledad, no dejarme vencer por ella, sino quebrarla al medio y que nunca más se vuelva a dar. Pero no es facil hallar la compañera idónea, que flechando mi corazón, me conceda lo que me falta para tener una paz interior total.
El recuerdo del romance vivido hasta hace no mucho tiempo, torna más dificil aún la situación, porque tengo claro cuánto y cómo sentí. Y es eso mismo y nada menos, lo que quiero y necesito volver a sentir.
Algo con la misma intensidad y hermosura que entonces.
Me pregunto más de una vez: ¿será posible? Sólo el Ser en Sí tiene la respuesta. A mi aún no me ha llegado.
enigma
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https://www.youtube.com/watch?v=GIZ8xoD2_dI
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