Monday, December 14, 2009

LA FÉ, UN MOTOR DE LA CONCIENCIA

“Yo tengo fé”, es una frase que casi todos los habitantes del planeta pueden pronunciar.

En cierta medida, decir “tener fé” puede traducirse como una expresión de confianza. Equivaldría a un “Yo confío”.

Y en muy buena medida, la fé es confianza. Y es confianza más allá de toda certidumbre o verificación previa.

Cuando tomamos un autobús, no sabemos quién es el conductor. No conocemos siquiera su nombre, su edad, su ficha médica, sus hábitos.

Conduciendo, podría sufrir un colapso por múltiples razones. O podría conducir bajo los efectos del alcohol, y provocar un accidente.

Pero nada nos detiene para ascender al vehículo. Confiamos, sin saber. Confiamos en que todo irá bien, en que vamos a llegar a destino, en que nada malo le va a ocurrir al principal responsable de todas las vidas que lleva abordo.

Lo mismo podría decirse cuando subimos a un avión. Las variables aún son mayores, pero confiamos. Es cierto que durante el vuelo nos son presentados el Capitán y su copiloto, y llegamos a saber sus nombres. Y también es cierto que a veces el Capitán habla con el pasaje, y anuncia, recomienda o comenta cosas.

Pero más allá de eso, confiamos simplemente, y estamos jugándonos la vida.

La fé tiene una muy buena dosis de confiar, y de confiar más allá de lo que sabemos, conocemos, podemos intuir.

La fé pues, espera, espera resultados, espera que algo pase, algo por lo cual tal vez, hemos pedido en oración, si nuestra fé está dirigida al Ser en Sí.

Pero cuando alguien dice “Yo tengo fé”, no necesariamente implica que tiene fe en el Ser en Sí, en la Divinidad, en un orden superior de ser de todo cuanto existe, dentro del cual estamos involucrados, abarcados, y superados, querámoslo o no, tomemos o no conciencia de ello.

Entonces hay gente que tiene fe en el político que le promete cosas de manera muy elocuente, o en el agua de tal pozo, o en el tecito cual, o en el brujo de la otra cuadra, el curandero, o en el cuadro de fútbol, o –como dicen algunos más elegantemente—en el ser humano.

Ahí es cuando estamos errados por completo. Un ser humano nunca puede ser objeto de fé. Es sujeto de fé, pero no objeto de fé, de creencia total, de confianza más allá de todo cuestionamiento, y poco menos que de adoración.

Jamás. Los humanos somos como un carbón en bruto, que tiene la experiencia de la existencia, para llegar a ser un diamante.

Pero la fé puede mover montañas. La fé puede alterar la naturaleza misma de las cosas, la fé puede lograr milagros.

La fé puede transformar lo que parecía imposible, en posible.

Porque la clave, amigos/as, está en nosotros mismos. Cuando tenemos fé, ponemos en marcha un mecanismo poderosísimo que está en nuestro inconciente y que actúa sobre otros y sobre cosas materiales, al punto de cambiar parámetros y alterar físicamente realidades.

La fé hace que ocurran muchas cosas que de otra manera no pasarían.

Pero una fé tiene que estar –como un antena—adecudamente orientada.

Si orientamos mal una antena, no captamos nada, o captamos imágenes distorsionadas en sonido y luz, pero no podemos disfrutar del progama de TV.

Si nuestra fé está despositada en un ser humano, o en cosas de los humanos, hemos orientado mal nuestra antena.

Si en cambio orientamos nuestra antena hacia el Ser en Sí, entonces establecemos la relación poderosa y dinámica que hace que las cosas cambien, que abre perspectivas, que nos alienta, que no nos deja caer derrotados.

A lo largo de nuestra existencia podremos tener muchos reveses, que fundamentalmente son lecciones de las que hay que extraer un rico aprendizaje.

Pero justamente es en medio de esos reveses cuando se pone a prueba nuestra fé. Es fácil creer que se tiene fé cuando todo es color de rosa, cuando todo es felicidad y va bien.

Cuando las dificultades comienzan, cuando el drama golpea a nuestra puerta y a nuestro corazón, cuando nos llegamos a cuestionar nuestra cotidianidad, entonces la fe en el Ser en Sí, cobra su total vigencia.

La fé entonces, se transforma en un motor de la conciencia.

Por la fé pedimos, por la fé oramos, por la fé esperamos, por la fe nos activamos, por la fe marchamos, por la fé nos transformamos.

Esto que escribo es experiencia de vida.



enigma

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