Friday, December 25, 2009

LOS SILENCIOS FECUNDOS


Yo, hablador incansable, comunicador de profesión, escritor de alma, reconozco sin embargo, que hay momentos en que las palabras se tornan inútiles para expresar sentimientos profundos, o que, hay muchas cosas a lo largo de nuestra existencia, que elegimos no comunicar, no relatar, no contar, que las guardamos en nuestra intimidad más recóndita.

Cosas que sólo pueden –a veces, y muy pocas veces—compartirse con almas gemelas, con personas que sintonizan, con espiritualidades superiores.

Y otras, nos acompañan hasta la muerte.

También hay veces en que por diferentes circunstancias, debemos o preferimos elegir evitar decir ciertas cosas, usar ciertas palabras.

Es el tiempo de las lecturas entrelíneas, de los sobrentendidos, de las cosas que están más allá del interlocutor común.

Bien lo sabemos, los que hemos tenido que vivir bajo tiempos de dictadura.
Callar, no decir, sugerir, expresarse hiperbólicamente, vencer la censura, o ponerla de manifiesto, como hacían los diarios cuando publicaban espacios en blanco, que en su vacío, denunciaban con fuerza que había un contenido que no se pudo publicar, o las autoridades determinaron que no se podía publicar.

Entonces se aprende también a valorar los silencios.

Y esos silencios llegan a decir más que las palabras mismas.

Se tornan en silencios fecundos.

Es aquello de Emmanuel, que se expresaba por parábolas, y luego decía:
“El que tenga oídos para oir, oiga”. O sea, el que quiera y pueda entender, que entienda.

Porque a veces también, hay mensajes que no están destinados a todos/as, sino a determinadas personas. Y es a esas personas a quienes les corresponde entender, comprender, descifrar.

Por eso, hay silencios que son fecundos.



enigma


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