Friday, May 7, 2010

EMOCIONALMENTE

Somos seres racionales, sí, pero en muchos aspectos trascendentes de la vida, obramos emocionalmente.

O sea es el “corazón” (ese símbolo que reúne y resume todos nuestros sentimientos y nuestra pasión) quien finalmente determina lo que hacemos, y no el razonamiento frío, calculador, analítico, objetivo.

Que lo digan si no los hinchas de cualquier deporte. ¿Por qué les gusta ese deporte y por qué determinado cuadro?

Y otro tanto pasa con la política. ¿Por qué la adhesión total, sin cuestionamientos, sin retaceos, a un hombre o una mujer, que es candidato/a?

¿Acaso se trata de un ser humano superior, excepcional, de dotes y cualidades perfectamente conocidas, de pensamiento preclaro y lúcido, absolutamente incorruptible, y con un gran amor por su patria?

¿Alguna vez razonamos ese tipo de cosas? No. Confesémoslo, más que nada nos atrae su personalidad en conjunto, hasta de pronto físicamente, y nos gustan sus discursos. Nos gusta lo que dice. Nos convence, nos entusiasma, nos apasiona, nos domina….nos maneja hasta llevarnos al voto.

Son las emociones lo que los discursos desatan. Son los ataques al opositor, son los anuncios de promesas que suenan muy agradables, son ciertos ademanes que hacen que veamos en esa persona, alguien fuerte, decidido, pronto para ser presidente, o senador, o diputado, o alcalde..

No son razones, son emociones las que desempeñan el papel convincente para conducirnos a apoyarle, a seguirle, a donar dinero para la campaña, a concurrir a los actos, a poner carteles en nuestra casa, o adhesivos en nuestro auto.

Y las consecuencias de elegir a alguien de esa manera, van a durar por años, y a afectar a toda una nación.

Pero así obramos, no racionalmente, sino emocionalmente.

Lo mismo ocurre con los sentimientos de atracción de una persona hacia otra, y en particular, con el amor.

No comenzamos por hacer una investigación sobre nuestra potencial pareja, como por ejemplo, cual es verdaderamente su estilo de vida, quiénes son sus amistades, de qué familia procede. Qué antecedentes de enfermedades crónicas hay en su familia. Si alguno de los progenitores ha tenido problemas de adicción al alcohol o a drogas ilícitas.
Si la persona misma contrajo el VIH y no lo sabe, si ha variado de compañeros sexuales, o ha mantenido un proceder sobrio al respecto.
Cuáles son sus hábitos y costumbres. Cuál es su nivel cultural. A qué se dedica. Cuánto gana. Cuán responsable es. Si su trabajo es fijo y seguro, o es zafral e inseguro.

Simplemente encontramos a la persona en un determinado ambiente. Nos atrae físicamente primero que nada, pues la primera aproximación es meramente visual. Luego intentamos una aproximación verbal, iniciamos una comunicación, y si tenemos éxito, comenzamos a vernos repetidamente.

A dialogar, a salir juntos, cenas, almuerzos, paseos, teatro, cine, viajes, y cada vez estamos más entusiasmados. La persona nos cae muy bien, y decidimos formar pareja, casarnos.

No es una decisión tomada racionalmente, aunque el mutuo conocimiento a lo largo de un tiempo no deja de ser importante. Es finalmente una decisión tomada emocionalmente. La persona de marras nos gusta. Queremos compartir nuestra vida con ella. Sentimos esa necesidad como algo fundamental, imperioso, insoslayable.

Queremos estar juntos.

Considero que hay que aceptar que así somos y así obramos.

Si bien la racionalidad ocupa un lugar importante en nuestra vida, y es un factor distintivo de nuestra especie, sin embargo, reitero, en cosas más banales como el deporte, o trascendentes como la política y el matrimonio, o pareja, las decisiones no las basamos tanto en la razón, cuanto en los sentimientos.

Y hasta los científicos –humanos después de todo— se entusiasman con un determinado tema, una cierta investigación, un esfuerzo por conocer algo, una exploración indeterminada, no en función de una decisión racional, sino emocionalmente.

El científico se involucra emocionalmente con una actividad que ha elegido, o con un tema.

Y cuando así procede, lo hace como cualquier otro ser humano, al punto que deja de lado la propia racionalidad que le exige su disciplina, para exponerse a cometer los mismos errores de apreciación o equivocaciones, que el lego que también emocionalmente, adhiere a cierto tema.

Así ocurre. Luego sí, hay una racionalización, o sea la búsquea de argumentos, de teorías, de planteos básicos para emprender una cierta actividad. Pero todo eso es consecuencia de una decisión que en primera instancia, fue emocional.

Así somos. No podemos negar nuestra idiosincrasia, nuestra condición de seres humanos.

La emoción determina nuestras decisiones más importantes.



enigma


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