Wednesday, July 21, 2010

CUANDO EL SILENCIO NO ES FECUNDO – o la vez que me dieron por muerto

Suele decirse, y yo acompaño ese pensamiento, que el silencio es fecundo.

Sin duda lo es cuando meditamos, lo es cuando nos resulta creativo. Lo es cuando nos provee la calma necesaria para reflexionar sobre cosas importantes.

Pero el silencio en la comunicación, es diferente.

Cuando una comunicación se silencia totalmente, -se siente una especie de vacío indefinible pero cierto- y uno aguarda que la otra parte se exprese.

Tal el caso de las comunicaciones cibernéticas.

Y ahora, a la anécdota absolutamente verídica.

Para entender esta anécdota, es necesario que diga algo fundamental: siempre respondo a los mensajes electrónicos que recibo. En general en el mismo día, pero excepcionalmente alguien que me haya envidado un correo electrónico va a tener que esperar más de 24 horas para tener mi respuesta.

Ocurrió en una ocasión, que un amigo en Uruguay era reporteado en un programa de la radio CX-14 el Espectador, en relación a cierto tema, y entonces hizo referencia a dos personas profundamente vinculadas al mismo, una de ellas, lamentablemente fallecida ya hace años. El amigo mencionó a esa persona, y dijo que había fallecido, y mencionó también mi nombre.

Alguien que me conoce, escuchó mal lo dicho por mi amigo en el reportaje, y entendió que yo había fallecido. Así lo comunicó a otras personas y entonces una de ellas dijo, ¡no puede ser! pero vamos a explorar si ello hubiera ocurrido. Y decidió enviarme un mensaje anodino, sin ninguna importancia, a ver si yo respondía o no. Si no respondía, era señal de que efectivamente yo había fallecido.

Héte aquí que recibí el mensaje un lunes. Llegado tarde de mi trabajo, y cansado. Lo vi como a las 10 y media de la noche, el contenido era intrascendente, y entonces me dije, mañana lo contesto.

Otro tanto ocurrió al día siguiente (mientras me había dedicado a contestar mensajes que consideré merecían contestación inmediata) y recién el miércoles de esa semana, respondí.

¡Cual no fuera el alivio de quien me había escrito al recibir mi respuesta! Fue entonces cuando me contó todo lo que había precedido a su mensaje, y cómo con el correr de las horas y no hallar una respuesta mía, iba creciendo la angustia y el temor de que efectivamente yo hubiera fallecido.

Culminaba su mensaje diciéndome: esto te demuestra cuánto te queremos y apreciamos, lo cual por supuesto agradecí inmediatamente con otro mensaje.

Vaya todo esto para decir que mensaje recibido es mensaje que debe ser siempre contestado.

No es conveniente dejar pasar días o semanas para contestar un mensaje, porque eso resulta en una falta de consideración para quien se ha comunicado con nosotros. Es casi una ofensa, y no habla bien de quien se descansa en escribir unas pocas líneas tan siquiera para decir lo que fuera necesario.

El mundo cibernético impone ciertas reglas o normas de urbanidad y gentileza. Una de ellas, elemental, es contestar los mensajes recibidos, en tiempo.



enigma

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