Monday, September 15, 2014

EL AMOR DEMANDA ACCIÓN: la bolsita para Polly

Me siento feliz de poder escribir estas cosas que desparramo por este mi blog. 

Más aún feliz me hace que Uds. la lean, y --de todo corazón-- que las aprovechen.

Si la quintaesencia del Ser en Si (Dios) es amor, la quintaesencia del ser humano, lo que nos eleva, lo que nos hace plenamente humanos es sentir amor.

Y no me refiero al amor de pareja, ni al filial, sino al amor que los griegos llamaban agape, o sea el amor dadivoso, el amor que da sin esperar recibir nada en compensación, el amor que hace que uno se sienta feliz y pleno, al darse uno mismo -en tiempo, talento, trabajo, fuerza física-- y en dar de lo que uno tiene en bien de otros.

Si ese amor no se transforma en acciones concretas, es una mera entelequia, es un lindo decir, pero nada más.

Ahora les voy a contar algo muy personal. Se me ocurre que tal vez sea un buen ejemplo en más de un sentido.

Por un lado, mi voluntad, mi intención, y mi disposición a dar. Por otro lado, cómo ese dar puede ser tergiversado o malinterpretado y de pronto, nos frena en nuestra iniciativa hasta el punto de frustrarla.
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Aclaro que el relato que les voy a hacer es absolutamente verídico. Aquí no hay personajes ni situaciones imaginarias.

Polly es una niña, que vive en algún lugar del mundo.

Cuando ella iba a cumplir7 años, sus papás notaron que había un problema –no interesa decir aquí cual—pero algo que sospecharon tenía que ver con su salud.

La llevaron a tres pediatras diferentes, y –curiosamente—los tres fueron contestes: “su niña está bien, no tiene nada” les dijeron.

Sin embargo, los progenitores de Polly no quedaron satisfechos. 

Averiguando, dieron con otro pediatra, y éste les confirmó la sospecha que tenían.

Todo esto lo llegué a saber de fuente directa.

Entonces ellos decidieron tener una cita con la máxima eminencia médica en su país, especializada en el problema de Polly.

Yo tenía todos los datos. El día de la cita, en mi pantalla de la laptop tenía la imagen de Polly (la que había podido conseguir hasta entonces), la foto del especialista que la iba a examinar, y la foto del hospital donde el especialista tenía su despacho.

Sabía inclusive a qué hora exacta tenían la entrevista. Y media hora antes comencé a orar por Polly, por sus padres y por el especialista, cuyo nombre completo tenía también.

Mi oración era porque la entrevista fuese provechosa, porque el especialista guiara a esos padres afligidos, y trazara un tratamiento para la niña.Afortunadamente eso ocurrió.
 
Desde entonces, y ya va para casi dos años, no ha pasado día en que yo no haya elevado una oración por la salud de Polly. Me consta que ha mejorado sustancialmente, lo que me provoca auténtica alegría.

Pero tenía preparado algo más. Porque si la oración es importante, la misma tiene que ser refrendada por la acción.

Pensé hacer algo  más concreto por esos padres, y por Polly. 

Así es que tomé esa iniciativa.

Pasó el tiempo, fueron pasando los meses, y a pesar de orar por Polly diariamente, de esa iniciativa que yo había pensado, ¡me olvidé!.

Es que no me encontraba con los elementos pertenecientes a la misma con frecuencia, o siempre, como para tenerles en cuenta.

La semana pasada, revisando unos cajones de un mueble, de pronto, bien guardado, hallé algo: dentro de un sobre de nilón, bien doblado y pegado con cinta Scotch, había otro paquete de papel, y dentro del mismo encontré una cantidad considerable de dólares.

Entonces recordé que ese era “la bolsita para Polly”.  

Mi plan era viajar a donde vive Polly, y con esos dólares pagarme apenas dos noches de hotel y las comidas. Lo que quedara, era la cantidad que les iba a entregar a los padres, con la condición expresa de que ese dinero fuese para pagar el tratamiento de su pequeña hija.

Claro que si los padres me cobijaban en su casa por esas dos noches y ahorraba en hotel y comidas, el total del dinero prácticamente iba a ser para Polly.

Me sentí feliz por la aparición del paquetito, y por la finalidad con la cual había yo guardado celosamente esa cifra.  

Nadie crea que es de lo que me sobra. Yo ni soy rico ni nado en dólares, y además estoy jubilado, y mi jubilación sí que es pequeña. Pero no se da de lo que sobra, sino de lo que duele.

Era mi aporte de corazón, por una niña que quiero ver bien, y para ayudar a sus padres que en ella sin duda, tienen un gasto extra.

La “bolsita para Polly” sigue apartada, sigue conmigo.

Tal vez, en algún momento yo pueda viajar, ser bien recibido, y entregar la bolsita de Polly y así, quedar yo feliz, y ellos con lo que les quiero obsequiar de corazón, como un acto de amor.

enigma
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