Tuesday, September 30, 2014

EL CUMPLIMIENTO DE LA PALABRA EMPEÑADA

Recuerdo que una vez un psiquiatra en una conferencia, dijo que "nadie es normal", esto es 100% normal. Todos tenemos algún trauma, algún problema de nuestra personalidad pero que, en la medida que es manejable, tratable y controlable, nos permite conducirnos en sociedad, dentro de un margen de normalidad.

Algunas de esas anormalidades pueden tener origen genético. No quiero decir con esto que eso nos exima de responsabilidades, pero ciertamente significa que nuestra conducta puede deberse no tanto a que queramos comportarnos de cierta manera bajo determinadas circunstancias, sino que el origen va más allá de nuestras decisiones o nuestro control.

A veces esas anormalidades pueden rastrearse hasta la época de la niñez, y allí, un acontecimiento, puede haber causado un trauma de por vida.  

Cuando una persona presenta cierta sintomatología patológica, se hace necesario profundizar en su personalidad y llegar hasta la niñez, porque muchas veces allí es desde donde arranca su problema. Ni la persona misma a veces tiene conciencia de ello. Otras veces si.

En particular, los hechos de la niñez pueden estar referidos a violaciones sexuales o intentos de violación, y generalmente es un familiar o un amigo muy allegado a la familia el responsable de esas desgraciadas situaciones.

A veces pueden ser amenazas recibidas por teléfono, o por cartas anónimas, que crean toda una tremenda tensión, especialmente en la adolescencia.

Vayan estas disquisiciones para explicar muy someramente por qué hay personas que de adultas tienen comportamientos atrofiados, o desacomodados respecto de la realidad, lo que les lleva a enfados inútiles, enfrentamientos innecesarios, y muy malos momentos, hasta, poder perder el empleo.

Pero una de las cosas que en lo personal me afecta muchísimo, es dar con una persona que es persistentmente mentirosa.

Alguien --y he conocido varias, tanto hombres como mujeres, aunque más de estas últimas-- de quien otros dicen: "de lo que te contó, créele la mitad o menos". Son personas fantasiosas, que crean casi mininovelas de situaciones más imaginarias que reales, pero que las viven como tales.  Así también sus fabulaciones, que muy orondamente comparten con otras personas. Y así también su buen relacionamiento con unos, y su creación de "enemigos" o su degradación hasta el borde de la enemistad, con otras personas.

Son mentirosos patológicos. Tienen que crear tramas, tienen que urdir situaciones, que terminan por creérselas ellos/as mismas, y actúan en consecuencia.
  Bajo esa misma premisa, dan su palabra de que han de hacer tal o cual cosa. Al momento lo dicen con una convicción que quien les escucha, o eventualmente lee, queda impresionado, y confía que así será.

Lamentablemente constatará tiempo después, que esa palabra dada, esa palabra empeñada, no significa nada. No constituye para la persona ninguna obligacion moral, y se la saltea sin problemas y sin un ápice de remordimiento. En el fondo, no toma conciencia de cuán grande deterioro se está haciendo a su propia imagen, a la consideración que otros le pueden tener.

Suelen practicar lo que en psicología se conoce como "proyección". Acusan a otros de no cumplir su palabra, cuando la realidad es exactamente a la inversa.

Y aún más: se manejan con dobles estándares. Se expresan muy bien, utilizan conceptos adecuados y así los exponen en las redes sociales, pero son palabras hueras. Nada de eso lo vivirán por si mismos en la realidad. 
  Incoherencia, irresponsabilidad, todo eso les cabe del punto de vista objetivo con que los demás les pueden ver. Pero para las personas mismas, aún jurar por algo les es tan liviano como tomar un refresco. 

Realmente es una pena que haya personas así, que actúen en sociedad de esa manera. Porque verdaderamente no se les puede tener un ápice de confianza. No digo que no harán ciertas cosas a las cuales se comprometen. Especialmente en el ámbito laboral, donde de no hacerlas perderían el empleo. 

Pero fuera de ese marco restringido y demandante, de ahi para afuera, las relaciones humanas, la interrelación con otras personas nunca llegan a ser profundas, nunca llegan a cristalizar en algo concreto, siempre serán lábiles, siempre estarán como volando y nunca tocando tierra. 

Siempre lo he dicho, y lo reitero por enésima vez: lo que se dice tiene un peso y un valor. Lo que yo escribo aquí lo tiene, y me hago responsable de cada idea, cada concepto, cada palabra.  

La palabra tiene un peso en sí misma y conlleva una responsabilidad. Y cuando se da la palabra respecto de algo que se va a hacer, pues lo único que queda y la sociedad espera, es que se cumpla. Cuando se cae en incumplimiento, y éste es reiterado al punto de hacerse una conducta y un patrón repetido, estamos ante una situación patológica. 

No importa que la persona involucrada no la vea así, o no se dé cuenta, o no tome conciencia de la misma. Quienes le tratan sí, toman clara conciencia y terminan por concluir en que el relacionamiento con esa persona ha de ser muy acotado, muy limitado.

Ahora, me causa una gran pena que haya personas así. Conflictuadas, partidas al medio consigo mismas, nunca totalmente felices, plenas. Me duele solidariamente, me duele por esas personas mismas, que las querría fuesen diferentes, para beneficio primero que nada de ellas mismas.

Pero el incumplimiento de la palabra empeñada es una grave falta moral. Así lo entiendo.Y creo que --con excepción de quienes no la cumplen-- estamos todos de acuerdo.

enigma
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