Monday, December 22, 2014

¡QUE LAS FIESTAS SEAN REALMENTE FIESTAS!

Llegan Navidad y Fin de Año, y algunas personas parecen enloquecer.

Les ataca la fiebre de comprar regalos, y como desesperados hacen fila en negocios, andan con sus vehículos disparando, agotan sus tarjetas de crédito, se estresan tontamente.

Luego, si la paciencia les da para adornar la casa por fuera y por dentro y armar el arbolito, agotarán sus energías físicas haciéndolo.

Por último, con las comidas que adquirieron más las preparadas, pondrán una mesa donde seguramente abundarán las bebidas refrescantes con mucho azúcar, comerán demás, beberán en exceso alcohol y culminarán teniendo un accidente si conducen ebrios, o si alguien sobrio conduce, al otro día se levantarán con terrible dolor de cabeza, de estómago, un malestar general.

Eso sin contar con que alguno de los niños se quemó --por suerte fue sólo en la mano-- pero hubo que llevarlo de apuro a un hospital, para que le limpiaran la herida y le curaran. Todo gracias a jugar con materiales explosivos.

¡¡Vaya fiesta entonces!!  Y esto que digo para Navidad, puede --con excepción de los regalos-- repetirse en la noche de Fin de Año a Año Nuevo. Donde además de los petardos, cohetes, bombas y fuegos artificiales, una vez más una opípara mesa hará que se coma en demasía y se beba sobrepasando límites aceptables.

Pero --más allá de la tremenda comercialización y la desfiguración total de lo que significa la Navidad-- ¿qué sentido tiene que hagamos todo lo descrito arriba?

Navidad es símbolo de humildad, de sencillez, de pobreza.

Navidad es la celebración del nacimiento de Aquel que viene para cumplir en su persona, la voluntad total del Ser en Sí que nos creó, y mostrarnos un camino de vida, plena, auténtica, vibrante, sensible, llena de amor, de compasión, de perdón y de fé. 

Todo lo que hacemos ahora, no tiene nada que ver con la auténtica celebración de ese nacimiento. Menos aún con quien nació: Jesús.

Pero por otra parte, tenemos que saber tener la auténtica alegría que surge de festejar un hecho grandioso en la historia de la humanidad. Sí, está bien que festejemos, y que con esa alegría compartamos nuestra mesa, y bebamos en Su honor.

Pero se requiere que el festejo esté nutrido del sentido mismo que le da su origen, y que al hacerlo, seamos sobrios en el comer y en el beber. Es por nuestra propia salud. Porque no le hace bien a nuestro cuerpo indigestarnos, y tampoco le hace bien la ebriedad. El organismo sufre con el exceso de alcolhol, y esta misma condición puede dar lugar a situaciones lamentables, como peleas, reyertas, heridos, muertos, y accidentes de tránsito.

Y cuando al día siguiente de las fiestas leemos la crónica policial, nos podemos preguntar con toda razón: ¿y es esto festejar? ¿estas son fiestas?.....

Un sentido justo de crítica nos llevará a pensar que constituyen la más grande estupidez que pueda cometerse.

Así que amigas y amigos, yo les deseo a todas y todos ustedes Muy Felices Fiestas. Pero que realmente sean tales, y no una suma de errores que culminen de la peor manera.

Cuiden su salud. Cuiden a sus niños. 

No se afanen por comprar, porque el mejor regalo es el amor que ustedes pueden brindarse entre sí y a todos sus seres queridos. 

Y tengan claro lo qué se celebra en Navidad: ¿quién nació y en qué condiciones se dio su nacimiento? He ahí el mensaje que nutre la celebración de Su venida. 

Y los cuidados propios con la comida, la bebida, y la pirotecnia, ténganlos también en la celebración del Fin de Año y la llegada del Año Nuevo.

A lo del título.


enigma
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