Estamos en el Siglo XXI, no en el siglo primero de nuestra era, ni 5000 años atrás de ello.
La formación académica que entonces nadie tenía, la educación formal en universidades, la cultura cibernética entonces inexistente, el ser humano proyectándose hacia el Espacio, todo nos dice a las claras que somos una sociedad mundial totalmente diferente a aquellas de entonces.
Se dirá que el ser humano esencialmente es el mismo. Eso no es verdad. No lo es. Sus problemas de hoy no son para nada los de entonces. Sí claro, pensamos, sentimos, nos conflictuamos, alegramos o entristecemos, aplaudimos o abucheamos como se podía hacer entonces.
Pero somos otros, diferentes, distintos. Un ser humano de hoy trasladado al primer siglo, o 5000 años antes, parecería muy posiblemente un mago, o un extraterrestre. Llegando en un avión jet, o en un helicóptero, descendiendo con su casco, y traje de piloto, impactaría a todos, y sería visto como lo que realmente es: alguien totalmente extraño para su lugar y su tiempo.
Esa misma extrañeza es la que se traslada hasta el presente, cuando se quieren validar pautas éticas y de conducta social, de relacionamiento humano, de prácticas sexuales, y del amor actuales, con las de entonces. Sin contar con que ya en el primer siglo de nuestra era, había hombres y mujeres que practicaban la homosexualidad.
Para entonces, era un escándalo. Al menos para un individuo apegado a la vieja ley mosaica, como lo era Saulo de Tarso, más conocido como San Pablo.
Interesante es que Jesús fue requerido para juzgar a una prostituta, y asentir con la vieja ley, de que fuera muerta a pedradas. Pero Jesús sin siquiera mirar a sus interlocutores, les dijo que el que estuviera libre de pecado arrojara su piedra el primero. Y poco a poco, aquella turba tan moralista, tan pronta a cumplir con el precepto de la ley mosaica, se fue retirando. Cuando Jesús quedó solo con la mujer, le preguntó ¿dónde están quienes te acusan?...que fue como decirle a la mujer: ¿te das cuenta que junta de hipócritas todos esos individuos? querían matarte, y ellos estaban tan mal ante la ley como tú. Y la despidió con un "Véte y no peques más". Aquella mujer desde aquel mismo día, siguió al admirable Maestro, que --dicho sea de paso-- había hablado en público con una mujer, cosa que no era bien vista en la sociedad de su época.
Pero por otra parte, Jesús nunca se refirió a la homosexualidad o a la bi-sexualidad.
Sí, claro, fijó un principio tan alto, que tal vez sólo él pudiera satisfacer: cualquiera que mirara a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.
El tema no es el pecado de desear a una mujer porque es bella y nos atrae. El tema es el adulterio, y la codicia es querer aquello que le pertenece a otro.
El único que se refiere específicamente a los hombres homosexuales, es Pablo. Inclusive las mujeres ni siquiera están mencionadas. ¿Por qué? porque entonces no contaban, eran segunda categoría. Ni al templo podían entrar donde estaban los hombres.
Semejante discriminación sería hoy totalmente intolerable. Nadie la practica, aunque he sabido que en ciertos templos, las mujeres son obligadas a sentarse aparte de los hombres, aunque estos sean sus maridos. Algo absolutamente absurdo, ridículo.
Actualmente, no admitimos ningún tipo de discriminación. La mujer está en pie de igualdad con el hombre. Y la pareja humana se constituye por aquellos que quieren convivir juntos, no importa si son del mismo o diferente sexo.
Su vida íntima es cosa de cada quien, nadie de fuera tiene derecho a dictarla o juzgarla.
Si bien la heterosexualidad abarca a la inmensa mayoría de la humanidad, no obstante, hay un porcentaje de la misma que prefiere la homosexualidad, o que indistintamente vive lo uno o lo otro. Especialmente en mujeres que tienen sexo con hombres pero también con mujeres.
Conozco personalmente y tengo amistad con homosexuales y bi-sexuales, más allá de mi relacionamiento con todos los/as heterosexuales.
Voy a ser muy sincero: no me gusta que se presione para que homosexuales tengan beneficios por sobre el resto de sus congéneres. Hay lugares de trabajo donde ser homosexual resulta una enorme ventaja sobre el resto de los empleados, se les otorgan preferencias en el trato, y en ascensos. Y eso no es justo.
Tampoco me agradan las manifestaciones y los festejos públicos, o la exteriorización pública de relaciones que --por una cuestión de respeto propio y de calidad personal-- deben mantenerse dentro de los márgenes de normalidad.
No considero beneficioso para la comunidad homosexual, salir a lucirse púbicamente, dando un espectáculo, como diciendo mírennos cómo somos o cuántos somos, así como no concibo que los minusválidos, o los sordomudos, salieran en manifestaciones públicas. Sería ridículo.
Cuando la gente de la comunidad LGTB quiere que se le respete --como corresponde-- debe empezar por respetarse a sí misma, y darse un lugar honorable dentro de la sociedad.
Eso significa, vivir y actuar como todos los demás. Simple y directamente.
Hay hermosas chicas transexuales, pero no precisan hacer un carnaval, subirse a carros y desfilar para mostrarse. Pueden mostrarse como cualquier mujer hermosa lo hace, todos los días, en la calle, en un restaurante, en el lugar de trabajo o estudio, en el autobús o el metro.
La comunidad LGTB tiene con su conducta, que afirmar algo por lo que dice luchar: la igualdad. Y la buena igualdad empieza por casa, se diría. O sea, actúen como iguales con el resto de la sociedad. Es la manera más fácil de evitar la discriminación, la separación, la marginalización.
Creo que también se impone que todos rechacemos vehementemente, que se ejerza violencia contra ninguna de estas personas, por el mero hecho de no ser heterosexuales. No hay razón alguna para ello, es intolerable.
Como siempre, aquí en este blog, me expreso con total libertad y con diáfana claridad. Procuro por sobre todo, la paz, la armonía, el entendimiento, la buena voluntad, y el gran principio que realmente nos hace humanos: el amor.
enigma
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