El tiempo --siendo así relativo-- se expande o contrae según la velocidad con la cual nos desplacemos.
En términos prácticos, solemos considerar a la dimensión tiempo como una línea en la cual de manera sucesiva se van dando acontecimientos, y lo dividimos en tres grandes sectores, el pasado, el presente y el futuro.
Pero, el tiempo es uno solo, y si mirásemos teóricamente esa línea desde uno de sus extremos, nos daríamos cuenta que pasado, presente y futuro, están todos juntos, dentro de la dimensión.
Pero no me voy a poner a filosofar sobre el tiempo, o los tiempos (como en el deporte).
Hablamos de los tiempos cuando nos referimos a las ocasiónes, las circunstancias propicias, los momentos históricos únicos en los cuales es propio hacer algo o que algo suceda.
Aquí quiero referirme específicamente a los efectos del tiempo.
Cuando algo malo ocurre, suele decirse "deja que el tiempo transcurra", que con el paso del tiempo aquello se irá olvidando y luego quedará casi sepultado como un recuerdo lejano.
Pero ¿qué pasa cuando algo bueno ha ocurrido?
Cuando algo positivo, bueno, agradable, algo que nos hizo felices ha ocurrido, no importa cuánto tiempo pase, jamás nos olvidaremos de ello.
No, ciertamente no somos los mismos que entonces, tendremos más años en nuestra existencia, pero esa vivencia permanece imborrable.
¿Quién no recuerda con emoción los momentos felices de su infancia?
¿Quién no evoca con alegría la época de estudiante?
¿Quién puede olvidarse de un romance intenso y sin par?
El tiempo no crea un manto de olvido sobre esos acontecimientos, sino todo lo contrario. Los mantiene vivos, vigentes, hace que se añoren, y provoca encuentros.
¿Qué son si no, esas reuniones en que ex-alumnos de un colegio vuelven a encontrarse luego de varios años, y deciden que ese encuentro se renueve cada año?
Y eso puede darse con grupos de quienes practicaron un mismo deporte, de quienes integraron un equipo, de quienes trabajaron juntos en un lugar, etc.
Sí, esos encuentros son en definitiva la demostración palmaria de que se siente la necesidad de evocar los momentos vividos juntos, no para generar nostalgia, sino para reanimar la felicidad vivida entonces.
No para volver a ser estudiantes de secundaria, o jugadores de basketbol, o románticos embelezados, pero sí para juntos compartir anécdotas de esas vivencias, recuerdos gratísimos.
Es esencialmente y primero que nada, el volverse a ver. El contarse las cosas que han pasado durante el tiempo en que no estuvieron más juntos. Ver cuánto han cambiado físicamente unos y otros, cómo se han agrandado o cambiado sus familias, y tantas otras cosas. Es provocar nuevamente una situación feliz.
Nadie piense pues que el tiempo lo borra todo. Es nuestra mente la que en defensa de nuestra integridad anímico-espiritual tiende a borrar las cosas que nos hicieron daño, que nos provocaron sufrimiento, desdicha.
Pero esa misma mente es por el contrario la que recuerda, revive, anhela y sigue haciendo vigente con gran sensibilidad, todo aquello que nos ha sido grato y nos sigue siendo tal.
enigma
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