Estas 129 víctimas fatales, además de más de 300 heridos de los cuales 99 en grave estado, se suman a los 43 muertos por bombas en Beirut la capital del Líbano, un día antes, y los 223 turistas que regresaban en un avión a Rusia, desde un famoso balnerio en Egipto.
En apenas pocos días, estas víctimas están clamando desde su silencio defintivo, desde sus vidas segadas imprevistamente, que el terrorismo se expande como un cáncer en el mundo civilizado.
Es la expresión máxima de la barbarie. De la que destruye templos y monumentos que han sido conservados históricamente por siglos. La que viola y vende como esclavas a jovencitas. La que degüella de parado --literalmene-- a quienes considera "infieles", porque lo grave de todo este brutal y feroz terrorismo, es que pretende buscar justificativo en la religión musulmana.
No es nuevo encontrar en textos religiosos el fundamento para destruir y matar. También en América Latina hubo sacerdotes y pastores que promovieron la violencia, y que usaban los púlpitos para trabajar las mentes especialmente de los jóvenes, a fin de prepararlos para lo que llamaban "revolución", bajo la idea de que esa era la voluntad de Dios.
Pero lo que está ocurriendo con ISIS y sus grupos afiliados sobrepasa todo lo imaginable.
El signo fundamental del terrorismo es matar y destruir indiscriminadamente para imponerse por el miedo.
El mundo ha conocido otras barbaries, pero ninguna como ésta, llena de tal grado de irracionalidad y ferocidad fanática.
Considero que ha llegado la hora que gobiernos y pueblos se convoquen y juramenten por igual de que la barbarie no pasará.
La vida forzosamente tiene que continuar, pero no sin estar permanentemente alertas. No sin tomar medidas preventivas lógicas para hacer prácticamente imposible a ISIS poder avanzar en su intención destructora.
Las gentes de todas partes tienen que tomar plena consciencia de este peligro real, y actuar en consecuencia.
Si la vida del mundo ya está alterada, no permitamos que se subvierta por completo. Ha llegado el momento de actuar decisivamente. Hay que entender que esta no es una guerra convencional, que el terrorismo se nutre de gente a la que se le ha lavado el cerebro y ha sido entrenada para destruir y matar.
Hay un frente ideológico muy importante, que se debe contrarrestar. Hay un frente cibernético donde hay que bloquear los medios de transmisión usados por estas bestias para reclutar jóvenes; hay un frente policial muy claro en el control de áreas en las ciudades, y hay un frente militar evidente, que tiene la responsabilidad de eliminar sus campamentos de entrenamiento, sus áreas de reunión y encuentro. Y hay un frente financiero, donde debe procurarse cortar toda la afluencia de dinero que pudiese llegarles, para imposibilitar su accionar, sus viajes, su equipamiento.
Impactado tremendamente mientras sigo recibiendo la información que provee la televisión, proclamo como lema esencial, uno en el que todos debemos coincidir: la barbarie no puede vencer.
La Marsellesa es reconocida internacionalmente como un himno a la libertad. Hoy más que nunca se yergue como una expresión de nuestro derecho a vivir.
enigma
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