Todos hemos pecado por comisión u omisión. Hicimos algo que no debió haber ocurrido, o dejamos de hacer algo que debimos haber hecho.
Esto es básico, esto lo reconocemos todos.
Ahora hay dos actitudes fundamentales ante esta realidad nuestra. La primera es aceptarla, y aceptarnos como somos. La segunda es quererla negar, rechazarnos a nosotros mismos, entonces eso crea un conflicto interior, un trauma psicológico a veces grave, un sentido de culpa que nos acucia y nos acompaña por el resto de nuestra vida.
Y eso no es sano. Eso no permite superar lo que nos aqueja. Eso nos ata al pasado, eso nos destruye por dentro y eso nos quita la paz y la armonía que necesitamos para estar sanos.
Debemos asumirnos tal cual somos, debemos querernos a nosotros mismos, debemos perdonarnos en nuestros errores o falencias, y debemos superarlos, pero no negando lo ocurrido, sino sublimándolo. Sino cambiándole su esencia y perspectiva, o sea, haciéndolo distinto.
La amistad, una amistad sincera, verdadera, leal, que no busca ningún beneficio propio, que es limpia y honesta, que quiere tener el gusto de compartir cosas de la vida en diálogo con la otra persona, y que siente el gusto de un encuentro personal, de compartir un almuerzo o una cena, de beber y reir con ganas, eso, puede muy bien compensar lo que antes fue y dejó de ser una relación romántica.
Si eso se asume como una nueva etapa que supera lo anterior, es sano, está bien, es un paso hacia adelante, contribuye al equilibrio propio y a la paz interior.
Si por el contrario se pone eso en un contexto de culpabilidad propia, entonces todo contacto con la persona, todo diálogo o encuentro se transforma en algo tortuoso, dificil de sobrellevar, que traumáticamente se rechaza, --como quien se tapa los ojos--- algo que no se quiere ver, que no se quiere que ocurra y de lo cual, se busca esconderse, evadirse, desaparecer.
Pero esta actitud perpetúa el sentido de culpabilidad propia. Y entonces, una circunstancia determinada, un lugar, una música, un algo, de pronto, nos retrotrae a lo que no hemos podido, y aprendido a superar.
Lo ocurrido no puede reverse, está ahí, es parte de la historia fresca, reciente, o de décadas atrás. Nuestra memoria no se desvanece. No nos aqueja ninguna amnesia. Pero lo que podemos hacer con voluntad y calidad personal, es tomar ese pasado, y transformarlo en un presente posible, realizable, llevadero y finalmente gratificante.
Entonces la paz puede reinar en nosotros. Entonces la felicidad y tranquilidad de espíritu retorna a nuestras vidas, entonces disfrutamos un relacionamiento con calidad humana.
Tal vez para algunas personas, es una lección a aprender.
Otros, ya lo hemos procesado.
enigma
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