Esta es una noche algo fresca pero agradable en Iowa City, y en la Peninsula, lugar donde habito, afortunadamente hay escasa contaminación visual, la que lanzan las luces de las ciudades, que crean especie de bóvedas luminosas tras las cuales es casi imposible observar estrellas, planetas, meteoritos o cometas.
Entonces, munido de mis binoculares, tuve el gusto de salir al lugar de estacionamiento que hay en mi edificio, y de allí ponerme a observar el maravilloso despliegue estelar. Orión estaba casi en el cenit, con su cinturón (las Tres Marías) destacándose. Algo distante de ellas, la nebulosa M42 (o Nebulosa de Orión) que se aprecia como una mancha blancuzca.
De pronto una luz blanca baja y potente me sorprende. Apunto los binoculares, y veo dos destellos plateados a cada lado, que operan en forma intermitente. Luces estroboscópicas me dije. Un rato más y se aprecian dos luces rojas, una arriba y otra abajo, todo se trasladaba rápidamente y en absoluto silencio...hasta que se escuchó el característico ruido de los motores a reacción. Un avión que interrumpió la quietud de un cielo diáfano, despejado y hermoso.
Observar el cielo, por el mero gusto de hacerlo, o para aprender algo de los cuerpos que lo pueblan y podemos identificar, es un maravilloso esparcimiento, ya sea que lo hagamos a simple vista, ayudados de unos buenos binoculares, o de un telescopio.
Mirar hacia el cielo, nos da una paz estupenda al espíritu, y algo más, nos redimensiona. Nos hace ver cuán poca cosa somos. No sólo cuán pequeña es nuestra querida Tierra, en medio de la inmensidad espacial, sino cuán pequeña es la especie humana que la habita.
Cuando se observa el cielo, el antropocentrismo se va por la ventana.
Volveremos a mirarnos pero ya de forma diferente, con la modestia y humildad que nunca deberíamos perder.
Y por otro lado, felices de estar, de ser parte de ese todo que es cuanto existe. Felices de poderlo ver, captar sus colores, sus distancias. Conscientes de nuestra finitud pero a la vez de la importancia de ser.
Y colegir que somos hermanos de las estrellas, que estamos hechos de su misma materia.
¡Cuánta cosa se aprende, se piensa, y se siente, al mirar al cielo!
Es un ejercicio que recomiendo a todos mis lectores. Busquen un lugar bien oscuro, donde no haya contaminación lumínica, bien lejos de cualquier centro poblado. Y pónganse a observar el cielo. Es tal vez el entretenimiento menos costoso que pueda haber, pero sin duda, el que más satisfaccion nos va a proveer.
enigma
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