Planes, proyectos, propósitos, evaluación de lo qué pasó, cuánto avanzamos o retrocedimos en lo individual, en lo familiar, en las amistades, en la sociedad, en el país, en el mundo.
Tal vez muchos, --la inmensa mayoría-- ni piense en todas esas cosas que son realmente necesarias para reflexionar.
La hora es de abrazos, de reencuentros, de alegría, de brindis, del gusto de compartir una mesa, de besarse, de sentir que vivimos un año más y esperamos continuar en el siguiente.
Es la hora de perdones sin necesidad de palabras. Es el momento en que superamos muchas cosas y por sobre todo nos encontramos como iguales, humanos, imperfectos, ¿y qué?, aceptémonos que somos una especie fallida, asumamos nuestra realidad, pero con ella a cuestas, tratemos de convivir de la mejor manera posible.
En una hora así, las palabras huelgan, lo que hay que hacer es festejar, celebrar.
Conversaciones ruidosas, niños que se divieren jugando, petardos y fuegos artificiales que tuenen en el aire, unos minutos de estruendos y de una atmósfera que se puebla de humo y de olor a pólvora, una reunión que se prolonga hasta altas horas de la madrugada, hasta que nos vence el cansancio, y luego...el silencio.
Al otro día nos reencontramos aún con rostros somnolientos que sólo despejarán la ducha reparadora.
Como quien no quiere la cosa, hemos empezado un nuevo año.
Tiempo de renovación, momento oportuno para el balance, para conversar de cosas pasadas por las que sentirnos satisfechos u orgullosos. Recordar a quienes ya no están entre nosotros, y el legado que sus vidas nos dejaron. Y prometernos firmemente ciertas metas realistas y realizables, como para no persistir en errores, y avanzar.
El silencio después de la algarabía, se hace así fecundo.
Y desde el inicio, comenzaremos mejor el año nuevo.
Sabemos que hay cosas inevitables que vienen del año que termina. Hay planes que hicimos hace tiempo. Turismo, viajes, encuentros.
Pero tendremos que aprestarnos a tomar decisiones. Y a encontrarnos con cosas que no esperamos y que nos vendrán.
Nuestra experiencia de vida nos ayudará en cada instancia.
Miro por la ventana de mi escritorio, y veo que nuevamente cae lentamente la nieve...es invierno en el Norte, verano en el Sur.
Y eso hace que los festejos al aire libre, la playa, la comida campestre y cuanto se puede vivir en el verano, en invierno sea reclusión, circunscripción al hogar, y salvo en los ámbitos comunes de las oficinas, o en las grandes ciudades que concentran a los festejantes para ver fuegos artificiales y participar en festivales de música y bailes, todo el resto de una nación, como los Estados Unidos de América, y como tantas de Europa, permanecen calmas, quietas, cuasi silentes.
Sólo la iluminación especial de muchas casas y edificios nos recuerdan que arrancando con la Nochebuena, estamos en época de las llamadas Fiestas Tradicionales.
Que un espíritu constructivo, de armonía y de paz, nos acompañe en el Nuevo Año. ¡¡Feliz 2016!!
enigma
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