El ser humano es gregario por antonomasia. No somos solos, no crecemos solos en nuestra humanidad, nos formamos junto a otros, con otros. El diálogo, es fundamental. Nadie puede sentirse completo si está aislado, si el diálogo se interrumpe, si los mecanismos de comunicación se cortan.
De ahí que quedar de pronto solo, demanda un esfuerzo diario por valorar la vida, por apreciar todo aquello con que contamos, familia, cuidado de la salud, amigos, techo, comida, transporte, e infinidad de cosas más.
Pero por más que tratemos de ocupar creativamente nuestro tiempo, escribiendo, pintando, sacando fotografías, intercambiando correo electrónico o participando activamente en alguna red social, nada, absolutamente nada sustituye al ser que puede estar con nosotros, día a día.
Esa persona con la cual el diálogo es el intercambio natural de ir viviendo lo cotidiano, y también lo extraordinario, como recorrer lugares no conocidos, hacer un viaje, etc.
Sólo una compañía así nos lleva naturalmente a una revalorización del vivir, y a sentirnos que de alguna manera volvemos a la plenitud de nuestro ser, que las cosas de pronto vuelven a acomodarse en un orden que habíamos perdido.
Sólo una compañía así, nos sostiene y da el ánimo de seguir viviendo, haciendo cosas creativas, y poder servir a otros.
Por estos días, una gran amiga --alguien con quien nos conocemos desde los tempranos tiempos de la juventud-- ha venido a visitarme y compartir un tiempo conmigo.
Y realmente la diferencia es notable. Me siento halagado con su presencia, me siento animado, me siento enriquecido.
Lindos diálogos, disfrute de música o películas, salidas a distintos lugares, y sobre todo, el afecto que nos une en nuestra amistad y su compañía permanente.
Le estoy profundamente agradecido el haber venido, y este tiempo de verano, que con ella, me resulta mucho más disfrutable.
Es la gran diferencia entre vivir en soledad, y vivir en compañía.
Naturalmente, en lo que a mi respecta, opto por lo segundo, reconociendo que el ser humano tiene una capacidad extraordinaria de adapatarse a distintas circunstancias, y que yo soy hábil para poder mantener mi hogar y todas las cosas del diario vivir aún estando solo.
Por otro lado, sigue siendo cierto aquello de que "es preferible estar solo que mal acompañado". Y hay gente que acompaña mal, o en realidad está, pero no acompaña.
Pero nada se compara a estar bien acompañado. Y doy gracias a Dios por ello.
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