Lo primero que requiero de quien lea esta nota, es dejar todo fanatismo, todo hinchismo, todo nacionalismo, sectarismo, localismo. Lo que sólo demando es humanismo.
Los que me conocen personalmente, y quienes me siguen de tiempo en este blog, saben que me declaro seguidor del Maestro de Galilea, de Emmanuel, más conocido por Jesús.
Éste Jesús, formó discípulos, y les instruyó en un estilo de vida. Jamás pretendió formar una religión más en el planeta. Su meta era mucho más sencilla y más profunda: hacer que el hombre y la mujer de fe, la vivieran auténticamente y con todo su ser, ¡nada menos!.
Él anunció una buena noticia para su pueblo: Dios está con ustedes, Él es amor, es darse, es ser solidario, es no discriminar. Y lo ejemplificó con su propia vida.
Sus discípulos --quienes convivieron con Jesús-- iniciaron una verdadera vida colectiva. Nadie decía ser suyo nada delo que poseía, sino que lo compartían entre todos. Pero ese sentido colectivo iba más allá de lo material. Implicaba que la vida de uno importaba a la vida de todos. Eso es lo que en griego se llamó koinonía.
Como lo explica un diccionario: "La palabra proviene del griego κοινωνία (koinonía), que traduce ‘comunión’ o ‘participación en lo común’. Este término aparece en la Biblia diecinueve veces como sustantivo (koinonía) y ocho como verbo (koinonéo), en el sentido de ‘compartir’; ambas, a su vez, derivan de la voz griega κοινωνός (koinonós), que significa ‘compañero’ o ‘participante’."
Muy lamentablemente, --diría, deplorablemente-- aquellos seguidores de Jesús perdieron su koinonía, para ser puestos en el brete teológico e institucional de lo que devino en ser iglesia, una estructura humana con todos los defectos que ello implica, con una normativa de verticalidad, con un sentido de sumisión a autoridades humanas, que definitivamente traicionaron el verdadero espíritu del Maestro.
Vaya todo esto como preámbulo a lo que quiero decir a continuación.
En todo el mundo, hay un pueblo --y hasta donde sé, uno solo-- que ha hecho realidad hasta el día de hoy la koinonía.
Disperso, vuelto a reunir, nuevamente disperso, perseguido, torturado y muerto, brutalmente discriminado, soportó el holocausto y la persecución de nazis y comunistas, ese pueblo ha sido capaz de darse instituciones en cada lugar donde está presente (keilahs), de reunirse en pequeñas comunidades, y de ser la gran comunidad en cada país, unida entre sí por un lazo muy especial: el de la fe común, el de una tradición común y también la consanguinidad.
Se lo odia, porque se le envidia.
Sí es cierto que algunos de sus integrantes amasan fortunas, sí es cierto que como todo grupo humano tiene criminales, tiene prostitutas, etc., sí es cierto que hay varias "ovejas negras", pero...tiene lo que ningún otro grupo humano tiene: ser uno. Especialmente a la hora de defender derechos inalienables, especialmente a la hora de sufrir, especialmente a la hora de luchar.
Sus integrantes saben ser solidarios entre sí, saben sostenerse para que ninguno caiga. Saben socorrerse cuando hay necesidad. Saben que cuentan entre sí unos con otros y por otros.
No conozco ningún otro grupo humano así.
Los seguidores de Emmanuel perdieron eso completamente. Si no, el mundo sería otro, ¡por cierto que sí!
Ellos en cambio, sostienen una llama inagotable.
Que los hay de izquierda y de derecha, conservadores y liberales, ortodoxos y reformados, por supuesto, si no no serían seres humanos. Pero...ninguna de esas divisiones huamanas son más poderosas que una unidad fundamental. Y cuando esa unidad fundamental está en peligro, todos son uno, y saben reconocerse y aceptarse entre sí, porque primero que nada, pertenecen a la única colectividad mundial que funciona y es realidad como tal.
Se les conoció primero como "hapiru" (hebreos), gente nómada que andaba de lugar en lugar buscando donde su ganado tuviese pasturas. Luego conocieron el sedentarismo de la agricultura. Tuvieron luchas entre ellos, veleidades humanas de ser reyes cuando había que reconocer al único Rey --Dios mismo. Pero los del Norte y los del Sur, siglos después, pudieron volver a su tierra, y ser un solo pueblo, una sola nación: Israel.
Una nación que descuella, en el ámbito de todo su entorno geográfico, por todos sus logros.
Y una colectividad que internacionalmente, puede sentirse orgullosa de todos sus aportes en ciencia, tecnología, arte en todas sus expresiones, y cultura en general.
No son perfectos. ¿Y quién lo es? Pero dan un ejemplo de una forma de vida, a todos los demás pueblos del mundo.
Soy crítico del gobierno de Israel cuando hace cosas que merecen condenación, y aplaudo cuando hace cosas que merecen reconocimiento. Pero no confundo: el gobierno es una institucionalidad política de un país. Un pueblo diseminado por todo el mundo, es una realidad humana que supera totalmente a ese circunstancial gobierno.
En un balance final, lo que hay de positivo, supera largamente lo que haya de negativo.
Este artículo no quiere ser un elogio a esta formidable comunidad mundial, sino un humilde reconocimiento a su existencia, realidad, y vigencia.
Un reconocimiento al ejemplo que ella da, del cual los discípulos de Emmanuel --un integrante excelso de ese pueblo-- deberíamos aprender.
Termino esta nota con una canción tradicional, transformada a una versión muy actual y muy vigente. ¡Disfrútenla!
Atención: pronto estará Compartiendo en You Tube.
enigma
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