Sunday, January 17, 2010

EL RETORNO (cuento)

Pasó más de un año desde que Frank se fuera de la empresa privada de inteligencia, para tener libertad de acción en su vida personal.

Las cosas no habían andado todo lo bien que Frank se había imaginado. Estaba algo amargado, triste, además tenía una situación muy difícil en su propio hogar y todo ello le llevó a un replanteo a fondo de varias cosas.

Las escribió, las analizó desde distintos ángulos, estudiando diferentes escenarios –tal cual lo hacía con los temas de inteligencia— se trazó ciertas pautas a seguir y decidió iniciar ciertas exploraciones.

La primera de ellas fue hacer una visita a la compañía, para encontrarse con algunos de sus colegas y volver a ver a su amigo Bob, --su ex-jefe—con quien había una amistad esencial y de fondo, no obstante lo cual sólo se habían encontrado ocasionalmente, hablado muy poco, y habían mantenido un par de conversaciones telefónicas durante todo ese largo período.

Cuando llegó, a pesar de haber estado empleado por tantos años, Frank sabía que debería pasar por todo el protocolo de seguridad, y que alguien tendría que venir a buscarle para serle de custodio mientras estuviera en el edificio.

Un visitante nunca puede estar en el edificio sin custodio. Así son las reglas.

Pasó por el que había sido su escritorio, que lo halló vacío, y en cierta medida le agradó que nadie hubiera ocupado su lugar. Era como un mensaje silente…que le decía “aún puedes volver a estar aquí, éste es tu lugar”, pensó Frank.

Departió amablemente con algunos de los otros analistas de su sección, y luego le pidio a Jimmy –su ex-compañero y custodio-- que le acompañara donde Bob.

Cuando su custodio le anunció por el intercomunicador, Bob mismo le abrió la puerta de su despacho, y le recibió con una gran sonrisa y un abrazo.

“Hey, ¡bienvenido a casa!, ven, pasa, siéntate, tenemos que conversar”, le dijo Bob a Frank, quien no dejó de sorprenderse un poco por la estentórea alegría de Bob al volverle a ver. Pero Frank le dio un apretado abrazo a Bob, que era una señal de retribución a la cálida bienvenida, y una ratificación de la amistad que les había unido por tantos años.

“Tendríamos que tomarnos un buen whisky pero ya sabes que aquí dentro sólo te puedo ofrecer café o té, ¿qué prefieres? le dijo Bob, y Frank aceptó un café.

Momentos después, uno de los ujieres vino con la bandeja, la jarra térmica con café deliciosamente humeante, se sirvieron, y quedaron nuevamente a solas.

“Frank –le dijo Bob—todo este tiempo he estado preocupado por tí, pensando cómo irían tus cosas, y qué decidirías hacer tú finalmente. Sé además de la situación dificil que tienes en tu casa, y de corazón sabes que te deseo lo mejor para todos. No te voy a preguntar cómo resolviste aquel tema que te llevó a irte, pero no creas que he dejado de seguir tus huellas y de procurar estar al tanto de tus cosas. Supongo que estarás bastante decepcionado, pero sólo te diría esto: tú te mereces lo mejor. Y ahora a lo nuestro…".—prosiguió diciendo Bob.

Frank quedó algo intrigado por esas últimas palabras: “¿lo nuestro?” --se dijo Frank—pero si yo no he tenido nada más que ver con la compañía hace más de un año….

“Escucha Frank –le dijo Bob-- estamos en un momento muy especial…las cosas se han complicado bastante, y tu ida determinó un vacío que no hemos podido llenar. Es dificil, muy dificil encontrar a alguien con tu talento, tu experiencia y sobre todo tu capacidad de análisis. Yo diría que ese es tu punto más fuerte, junto con tu cultura universal que te permite entrar en los temas y ubicarte con mucha sensibilidad en los mismos. Y me hago una autocrítica, nosotros los estadounidenses en general, no solemos ser tan incisivos o desarrollar esa sensibilidad y esa empatía que tú tienes para los temas. No te estoy alabando, estoy reconociendo tus dotes simplemente.”

Frank quedó pensativo luego de las palabras de Bob, y se animó a preguntarle: ¿me estás sugiriendo que retorne?…

“Mira Frank, te seré muy sincero: aquí necesitamos a alguien como tú. Estamos escasos de personal y principalmente de analistas. Tu trabajo sobre las tortugas marinas contribuyó eficazmente en la lucha contra un aspecto del narcotráfico. Nadie se ha olvidado de eso. Y tu más reciente análisis “Teología de la Liberación y Jihadismo, dos expresiones de radicalismo religioso. Similitudes y diferencias” ha sido seminal. Te digo más, llegó hasta la presidencia. No sé si Obama mismo lo leyó, pero la Casa Blanca pidió 20 copias. “

“Además, Frank –prosiguió Bob-- creo que considerando tu situación personal, y perdona que me meta en ella, tal vez no te viniera mal ocupar unas horas de tu vida en volver a estar con nosotros. Los compañeros estarían muy contentos de tenerte otra vez aquí. La empresa no tiene que gastar en entrenamiento contigo, tú ya conoces todo, y nosotros podríamos trabajar para tu retorno…”

“Sí Bob, personalmente creo que no me vendría mal, en más de un sentido, …te diría que me dejaras pensarlo y te contestaría lo antes posible.” Respondió Frank.

“Necesito aclararte algo –le dijo Bob--, tú sabes que no puedes retornar como uno de nosotros en el sentido de ser un empleado regular. Deberemos hacer un contrato contigo, pero bueno, eso es apenas un detalle. ¿estás dispuesto?”

No fue una simple pregunta. Para Frank aquello fue más que una persuasiva invitación, fue un llamado a la acción. En el ánimo de Frank, aquello sonó como una clarinada: “la nación te necesita, la Patria te reclama” pensó Frank para sus adentros.

“Está bien Bob –dijo Frank—acepto, ¿qué tengo que hacer?”

“Bueno, como siempre hay papeleo de por medio, pero te adjudicaré a Tim para que te ayude con eso. Pienso que en menos de un mes podrás estar de nuevo con nosotros. A propósito, no sé si viste que tu escritorio te esá esperando…”

“Sí, vi eso y me quedé sorprendido. Pensé que alguien hubiese estado ocupando ya el lugar. Para mi será muy confortable volver a ese lugar. Será como si este año y medio no hubiera pasado..”

“Bob, --dijo Frank como un adelanto de su futuro trabajo-- es casi increíble que aún haya tanta gente con mentalidad del siglo pasado, de la Guerra Fría. No se dan cuenta que desde “Tormenta del Desierto” nosotros hemos entrado de lleno en la Tercera Guerra Mundial, y que esta guerra se ha puesto cada vez más caliente… ¡Mira lo que casi pasa en Navidad! Todavía hay mucho sentido de una equivocada competitividad, y del “métete en tus asuntos” entre las agencias oficiales, y eso está funcionando en favor de los radicales. La diferencia la podemos hacer nosotros, esto es, nuestra compañía, tal vez involucrándonos más. Bob, pienso que ésta, como Viet-Nam, no es una guerra convencional. El enemigo no viste uniforme que le distinga. Es la guerra de guerrillas llevada al ámbito internacional. A diferencia de Viet-Nam, donde salimos muy mal, esta guerra no se juega en un solo país, ni en dos, ni en tres. Se está jugando abierta o sordamente en todo el mundo. No debemos descuidar África ni América Latina…en fin, te estoy dando pistas de mi visión de conjunto…”

“Frank, --le dijo Bob--, ese justamente es el tipo de análisis global, regional y sectorial que estamos necesitando…y tú tienes toda la preparación y capacidad para hacerlo. ¡Caramba, te quisiera aquí hoy mismo! Creo que tú y yo tendríamos que conversar bastante…”

“¿Te puedo proponer algo?” le dijo Frank. “Lo que quieras”, respondió Bob.

“Te propongo vayamos a Colonia Williamsburg, busquemos un lugar tranquilo, y dediquemos todo un día a conversar. Hay algunas cosas personales que me gustaría compartir contigo. Tengo que reverlas, y nuestra charla me ayudará a verlas mejor, y tenemos que hablar de esta bomba de tiempo en la cual estamos sentados. No estamos haciendo lo suficiente, ni lo estamos haciendo a la velocidad necesaria, y el enemigo gana terreno a cada minuto que pasa. Nos falta conciencia para verlo, pero para mi está clarísimo.”

“Aceptado, dijo Bob. Excelente idea. Nos comunicamos por teléfono y coordinamos. Ah, y los gastos van por cuenta de la compañía…¿OK?”

Frank quedó algo sorprendido, y le dijo: “Pero la invitación fue mía, deja que me haga cargo…" "No, de ninguna manera, --le respondió Bob--, esto es asunto prioritario y para eso estamos”.

Casi insólitamente, Bob le acompañó hasta la misma puerta del edificio de cristal y se despidió de Frank con un abrazo diciéndole “¡Bienvenido a bordo!”

Frank se encaminó hacia su automóvil con una sonrisa en su alma. Nuevamente iba a entrar en acción.

enigma

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