Thursday, June 17, 2010

¿CUÁNTO VALE CREER?


Creer es en esencia, un acto de fé.

Cuando creemos no requerimos explicaciones, ni investigación previa, ni evidencia, ni resultados, ni estadísticas.

Creemos, o sea, aceptamos algo de buena fe.

Nunca la fe fue mejor definida que como la describe el autor de la llamada Epístola a los Hebreos, en el Nuevo Testamento, capítulo 11 versículo 1, cuando escribe:

“Es, pues, la fe, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”

La fe pues implica tener seguridad en lo que se espera. Aguardamos que ocurra algo y confiamos plenamente en que va a ocurrir. No nos cabe ninguna duda.

Y la fe implica estar convencidos de aquello que no se ve. De cosas que no entran por los sentidos, sino por el sentir. Sabemos que algo es, aunque no le veamos.

Cuando esto se traslada al plano humano, cuando confiamos plenamente, cuando tenemos la certeza de esperar que algo ocurra, que algo se haga, que tenga lugar un determinado acontecimiento, eso implica confiar en otras personas.

Y cuando se nos dice que se nos quiere, o se nos ama, no lo vemos, pero tenemos la convicción de ello, si así lo capta nuestro sentir. Si ese cariño, ese afecto, ese amor, repercute y se hace tangible en nuestro corazón.

Ahora bien, cuando se trata del Ser en Sí (como prefiero llamar a lo que comúnmente la gente llama Dios) la certeza de lo que se espera, y la convicción de lo que no se ve, pueden aplicarse en su totalidad, sin reservas de ninguna especie, en tanto haya fe.

Pero cuando se trata de las relaciones humanas, cabe muchas veces la pregunta acerca de cuánto cuesta creer.

¿Cuánto podemos confiar en las otras personas?, ¿qué credibilidad podemos adjudicarle a sus palabras, a sus expresiones de sentimientos, o a su buena voluntad de realizar ciertos actos, o participar en determinadas acciones? ¿nos están diciendo la verdad, o nos están mintiendo?

Lo peor que nos puede pasar, es que alguien desaprensivamente, livianamente, irrespetuosamente, haya estado simplemente jugando con nuestros sentimientos.

O sea, haya abordado una relación desde un ángulo lúdico, como una especie de pasatiempo o entretenimiento, pensando que el mismo no nos afectaría o no tendría mayores consecuencias en nosotros.


La otra alternativa, es que se haya estado provocando nuestra fe, nuestra confianza, --basándose en la forma directa e inocente con que hemos encarado una relación--, pero de manera artera, con malicia, con un propósito finalmente deleznable.

En cualquiera de estos casos, la pregunta para uno se hace entonces pertinente: ¿cuánto vale creer?

En otras palabras, cuál es el costo de creerle a otros seres humanos, cuando éstos pueden no respetarnos como su congénere.

Sin duda que en términos muy prácticos, en términos hasta de dinero, pero mucho más allá que eso, en términos de nuestra vida misma, nuestros sueños, anhelos, ambiciones, nuestro proyecto de vida, nuestro presente y futuro, nos puede costar muy muy caro.

Y la desilusión que sigue es como el abrirse de un abismo que no termina de ser tal, y en el cual caemos o se nos arroja.

Entonces ¿qué posibilidad nos queda?

Si creer en otros/as tiene tal costo, ¿tendremos que hacer nuestro el cínico lema de “Los Archivos X” , que expresaba: “no confíes en nadie” (trust no one)?

No. No considero que sea necesario culminar en esa terrible actitud.

Más bien me parece que lo pertinente, y a tiempo, con sagacidad, con inteligencia, es discernir en quién podemos o no confiar, en quién podemos o no creer. Y para eso, sí me parece que no está demás poner a prueba a las otras personas.

Plantearles situaciones, aún ficticias, a ver qué tal y cómo reaccionan, y de esas reacciones procurar extraer cómo son y cómo están procediendo.

Colocarles en escenarios y ver cómo actúan. Porque de allí extraeremos su verdadera naturaleza, su verdadero pensar y sentir. Su forma de ser.

Y es ese conocimiento que entonces adquirimos, el que nos permitirá saber si finalmente nos han estado mintiendo, han estado jugando con nosotros, o realmente nos respetan, nos quieren bien, nos aman, y es posible convivir y compartir abiertamente con esas personas, nuestra propia vida.





enigma

No comments:

Post a Comment