Ellas fueron colegas en Magisterio, en Uruguay. Llegaron a hacer trabajo compartido en una misma clase.
Se hicieron aún más amigas a raíz de que nuestros respectivos hijos fueron a la misma escuela, luego al mismo liceo, y amistaron entre ellos, se visitaban frecuentemente, etc.
Esa amistad inicial se fue ampliando en todo sentido. Estando en Montevideo, participamos en fiestas familiares, y había un contacto frecuente.
Cada año que he viajado a Uruguay, Mirta, su esposo Eduardo y su familia, me han recibido y realmente agasajado, por lo que les estoy permanentemente agradecido.
Con ellos, yo me siento en familia, y los siento como si fueran mi familia en Uruguay, ya que a excepción de mi madre, una tía, y unos primos y primas de los cuales no sé nada desde hace años, mi otra parte de la familia –la de mi hermano—está en Buenos Aires.
Mirta es una maestra de vocación, inteligente, organizada. Desarrolló todas sus capacidades y cualidades para estar –como ocurre en la actualidad-- al frente de un prestigioso centro de enseñanza privada –el Instituto Arnold Gesell, que comenzó por tener clases de Primaria, y luego amplió con pre-escolares, y secundaria.
El Instituto es obra de ella y de su esposo, también él un educador.
Dios les ha bendecido con un hijo, Damián y dos estupendas hijas, Analía y Jimena, y con una nuera, Yenia, que es como otra hija para ellos. Ahora ya hay nietas y nietos y otros que vienen en camino.
Se podría decir que la familia se ha expandido exponencialmente.
Esas nietas y nietos son la alegría principal que Mirta tiene, y de lo cual se puede sentir muy orgullosa.
Mirta es una amiga de total y absoluta confianza para mi, por eso no he tenido inconveniente en compartir con ella algunas cosas personales, sabiendo de su calidad como persona, de su cariño para conmigo como amigo, y de la buena orientación que me puede proporcionar como mujer.
Cuando hemos tenido oportunidad de pasar como familia unos días juntos (así sucedió en 2005 en el balneario La Paloma) nos hemos divertido mucho. Especialmente ellos se divierten con mi espontáneo sentido del humor, como cuando fuimos una recordada noche a cenar a un restaurante del lugar.
Espero verla pronto, cuando viaje a Uruguay. Y por supuesto no sólo a ella, sino a toda esa gran y queridísima familia.
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