En mi hogar, hay una foto grande que la recuerda permanentemente: está en mi biblioteca.
Claro, si fuese posible que conociese mi casa ahora, se sorprendería de que hay un nuevo juego de living, pero que conservo nuestra mesa para el café, y las mesas terminales a cada lado del sofá.
Un nuevo juego de muebles del comedor, cuya mesa luce manteles que compartimos, y cuando invito a nuestra familia, los cubiertos siguen siendo los que usamos ambos.
Un solarium que antes fue inexistente, y que los muebles del dormitorio también son nuevos, pero las sábanas siguen siendo en su mayoría las que tuvimos la felicidad de compartir.
Repartidos en diferentes lugares hay flores y adornos, y pequeños muñecos y otros detalles, que son muy de ella, pues a ella le gustaron y los adquirió.
El orden que guardo en la cocina, lleva una profunda marca de ella. Hasta la forma de preparar algunos alimentos, y la concatenación de actividades a lo largo de una jornada.
Resumiendo, puedo decir con certeza, que aunque físicamente ausente, ella está presente, porque después de todo, la llevo en mi propio ser. No en vano fuimos esposos durante 39 años.
Y su recuerdo se hace más vívido cuando rememoro que fue conmigo que conoció Bahía Blanca y Villa Carlos Paz en Córdoba, en Argentina, Río Grande do Sul, San Pablo y Río de Janeiro, en Brasil; Alkmaar y Den Helder en Holanda; Ginebra, en Suiza; París, y Chamonix en Francia, con una inolvidable ascensión al Mont Blanc.
Y luego, por mi causa, el inicio de una nueva vida en Estados Unidos, viendo crecer a nuestro hijo Juan-Pablo hasta doctorarse en Ciencias de la Computación, contraer matrimonio, y tener a un nieto, Benjamin, con quien ella disfrutó plenamente como abuela.
Y es muy cierto para mi, que a ella le debo eternamente su compañía, aliento, y consuelo, en momentos difíciles como cuando quedé 11 meses sin trabajo, y luego la alegría de haberlo obtenido siguiendo mi trayectoria periodística, primero en Uruguay y luego en Estados Unidos.
Y cabe recordar muy especialmente los momentos felices vividos. Anécdotas del día de nuestro casamiento, el recibir amistades en nuestro hogar, las celebraciones de cumpleaños, de las fiestas tradicionales, reuniones grandes con familiares, motivos especiales como el nacimiento de nuestro hijo, su casamiento en California, la llegada del nieto, etc.
Por todo lo previamente dicho y por mucho más que dejo para otra ocasión, Alicia siempre estará presente en mi memoria y en la de todos quienes tuvieron el placer de conocerla.
Milton W. Hourcade
