¿Qué puede extraerse de estos estudios?, ¿por qué el planteo original de ponerse a averiguar si los genes tendrían o no algo que ver con la infidelidad?, ¿acaso los genes no tienen que ver con muchas otras cosas?, ¿por qué específicamente esta averiguación?, ¿qué se pretende comunicar al mundo con ella?
Como seres racionales y responsables, ¿podemos eludir los aspectos culturales, éticos, y conductuales involucrados en la infidelidad? Si reducimos todo a una cuestión genética: ¿donde queda nuestra volición, nuestro propósito de hacer algo o no?
Se nos compara con animales, obviamente sin el desarrollo mental del ser humano. ¿qué se gana con compararnos con especies irracionales?
En primer lugar es propio de la ciencia plantearse interrogantes de todo tipo ante diversos fenómenos o acontecimientos y procurar entenderlos.
Los neurólogos y neurofisiólogos, vienen desde hace rato,
haciendo descubrimientos que vinculan determinado tipo de conducta a tal o cual gen, a tal o cual hormona, a tal o cual sustancia actuando en nuestro cerebro.
Llegan a tal punto, que a veces ponen la carreta delante de los caballos. Porque un sentimiento despierta y pone en funcionamiento la dopamina y otros neurotransmisores, y no al revés, que los neurotransmisores despierten sentimientos.
De la misma forma que una situación que consideramos de pronto peligrosa, desata un torrente del neurotransmisor epinefrina (más conocido como adrenalina), y no a la inversa, que la adrenalina nos provoca temor, miedo, pavor.
El punto aquí, en el tema de la infidelidad en la pareja (conyugal o no) es querer dar una respuesta causal, y hurgar en los genes por si acaso aparece algo...algo para justificar una situación, o una cadena de situaciones irregulares del punto de vista ético, que podrán tener sus causas --por cierto no en los genes-- sino primero que nada en el contexto en que la persona las vive.
Un matrimonio que no funciona adecuadamente, un matrimonio desavenido, una pareja cuyos caracteres resultan no complementarios sino antagónicos o indiferentes, es el mejor trasfondo para que surja una relación externa a la misma. ¿Qué se busca con esa relación? paliar, suplementar o sustituir las carencias que se tienen en el matrimonio. Y esto hoy día corre por igual para el hombre cuanto para la mujer. Inclusive me atrevería a decir,más en la mujer que en el hombre.
La diferencia es que el hombre es más abierto, en tanto la mujer suele ser más cautelosa y más propensa a cuidar las apariencias.
Nuestros genes tienen que ver con quienes somos en nuestra totalidad. De modo que nuestra conducta, nuestro temperamento, el color de nuestros ojos, y hasta nuestras destrezas y habilidades, todas tienen en parte, un origen genético. A ello se le agrega luego la educación formal, la formación humana en el hogar, el nivel cultural alcanzado, el tipo de actividad profesional que se ejerce y muchos otros factores socio-económico-culturales.
El resultado de toda esa conjunción de factores es quienes somos. Pero nunca los genes solos. Nunca.
No me agrada ser mal pensado, pero me parece que en ciertos círculos científicos, hay investigaciones cuyas motivaciones no parecen del todo honestas.
¿Qué tal si encontramos un gen o un grupo de genes que explican por qué un individuo tiene tendencia a robar o a matar, o a violar, o...a ser infiel?
Esta parecería ser la tesitura de algunos de estos investigadores, que logran además saltar a la fama mediática bajo títulos de sesgo sensacionalista como "La infidelidad en las mujeres se debe a los genes".
No es admisible que se traspolen resultados obtenidos en experimentos con animales, a nosotros, seres humanos racionales. Porque a nosotros se nos demanda ser responsables por nuestros actos. Porque tomamos decisiones en uno u otro sentido. Porque tenemos que medir las consecuencias de las mismas, y porque es preferible ser sinceros y reconocer que si hay infidelidad, no es primero por culpa de los genes, --lo que marcaría una tendencia irrefrenable e imposible de controlar-- sino por situaciones de vida concretas que nos llevan a ello.
Todos conocemos la frase: "la necesidad tiene cara de hereje". Y bueno, la señora digna, decente, seria, casada por dos décadas, no encuentra ya en su marido quien sacie su apetito sexual en la medida necesaria. Una vez cada 15 o 20 días, no es por cierto una frecuencia nada recomendable para la intimidad de una pareja.
Esa mujer está ansiosa, esa mujer tiene hambre de sexo, esa mujer que además puede ser muy apasionada, necesita desesperadamente un hombre. Y si lo encuentra, si conoce a alguien gentil, simpático, respetuoso, buen mozo, varonil, con quien de inmediato se establece una "química" --como suelen decir los estadounidenses-- entonces es altamente probable que se inicie una relación.
En un caso así, no es necesario echarle la culpa a los genes. Y tampoco se la echo a esa mujer. La entiendo, la comprendo, más aún, justifico su forma de proceder. No le queda otra.
Otro tanto puede ocurrirle al marido, si tiene una mujer aburrida, poco romántica, nada apasionada, fría, tipo almohada en la cama. Todo se lo tienen que hacer, ella no mueve un dedo... Pues esa tampoco es la compañera ideal de sexo, ni de otras cosas. Esa mujer está tirando por la borda su mismo matrimonio, que puede ser que continúe simplemente porque hay hijos de por medio.
Pero no es sólo el desencaje, o el funcionamiento sexual irregular lo que genera la infidelidad. También se genera por desinteligencia fundamental de la pareja. Por ser de caracteres no compatibles, por tener un día si y otro también, discusiones, reyertas, peleas. En una palabra: por ya no quedar nada que se parezca al amor, o al cariño siquiera.
Por haberse quebrado para siempre la comunicación. Porque uno habla y la otra parte ni escucha.
Son muchas las situaciones específicas por las cuales una pareja termina por ser disfuncional. Y allí es cuando surge la ventana abierta a la infidelidad.
Lo que estos estudios sobre los genes hacen, lo que provocan como reacción en el público cuando se difunden, es crear una especie de adormecimiento de la conciencia.
Una persona puede convencerse a sí misma diciéndose: bueno, soy así, son mis genes...
Esa forma materialista pero exenta de responsabilidad con que ciertos científicos resuelven los temas, no me parece correcta, me parece que no considera al ser humano en su totalidad e integridad.
Es un encare investigativo, que halla una respuesta materialista a más no poder, pero intrínsecamente absurda.
Porque nos desmembra como seres humanos, en lugar de obrar con un criterio holístico. Porque anula nuestra responsabilidad: poco menos nos transforma en robots o esclavos de nuestros genes, y nos quita la carga de nuestra capacidad de decisión, de la aplicación de nuestra voluntad, de nuestra capacidad de programar lo que hacemos o no.
Lo humano no es actuar instintivamente, sino racionalmente.
Querer justificar con los genes, situaciones que implican por la persona que las vive una toma muy pensada de decisiones, de planificación de encuentros, lugares, horarios, etc. y de sostenimiento de una mentira, no puede en manera alguna reducirse a mera cuestión genética.
De modo que no puede caerse en la trampa y el facilismo de respaldarse en un estudio científico, para justificar situaciones, actitudes, decisiones, que hemos tomado con plena conciencia y a sabiendas de las consecuencias que podrían acarrearnos.
Esto es lo que pienso.
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