En la novela “Los
Amantes del Río” el protagonista Triggon vive una intensa pasión por su amor,
la hermosa Arcadia.
Él es capaz de hacer
casi cualquier cosa por Arcadia. Quiere que Arcadia se sienta feliz, gozosa y
por sobre todo, la mejor mujer del mundo.
Pero si Arcadia falla
en cualquier asunto específico, si muestra que no es capaz de vencer una situación
difícil, entonces Triggon se enoja, hasta insulta a Arcadia, le da su espalda,
y llevará tiempo reparar esas relaciones y hacer que ambos se entiendan para
ser los amanes que fueron anteriormente.
Algo similar sucede
actualmente con la Copa Mundial de la FIFA y los hinchas de los países
participantes.
Cuando fueron capaces
de clasificar e ir a Rusia, todo era esperanza, expectativa y un firme deseo de
ganar y ganar.
Pero cuando un fuerte
rival impone una derrota, inmediatamente comienza una contagiosa animosidad
contra el equipo, y desde los comentarios de periodistas a las blasfemias de
algunos hinchas, hay crítica y la más implacable condena para el equipo, el
Director Técnico y para ciertos jugadores.
No hubo traición,
simplemente el equipo no pudo superar a su ocasional rival.
Lo que es peor, los
barrabravas --a muchos de los cuales no
se les permite entrar o no tienen dinero para estar en el estadio— en el colmo
del fanatismo profieren insultos a los circunstanciales adversarios y a sus
países, rompiendo, pisoteando o quemando sus banderas.
Y esto pasa porque lo
que es una confrontación deportiva tomada con un buen espíritu competitivo por
los jugadores en la cancha, llega a ser una especie de guerra entre algunos
fanáticos de diferentes países.
Manifiestan viejas
rivalidades históricas y temas que hasta ahora están en disputa entre sus
países y hacen de lo que debería ser una disfrutable expresión deportiva por
parte de los mejores jugadores y equipos del mundo, una muy triste y lamentable
manifestación de infames pasiones de la peor especie.
Esas mentes
retrógradas y alteradas son afortunadamente la excepción, pero no obstante, son
muchas, y en algunos países abundan más que en otros.
Cuando se juega una
Copa Mundial, lo que hay es una fiesta deportiva al máximo nivel. Así hay que
encararla, vivirla y disfrutarla.
Aún cuando un equipo
pierda y no pueda continuar en la competencia, se le debe recibir en su país
con un abrazo y gratitud por haber alcanzado lo más alto que pudo.
Siempre habrá otra
oportunidad.
Milton W. Hourcade
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