Primero que nada, higiene. Una ciudad prolija, limpia, donde sus monumentos está respetados y lucen tal cual debe ser, sin carteles pegados y sin graffiti. Donde se puede caminar sin encontrar veredas rotas, o residuos de animales.
En segundo lugar, una ciudad con excelentes servicios de transporte. Buses que no hay que esperarlos 20 minutos o media hora. Taxis en abundancia.
Luego, lugares únicos y exclusivos en el mundo, por su historia, por su valor arqueológico y cultural.
Y lo fundamental; su gente. Gente amable, atenciosa, que le hace sentir a uno que es bienvenido donde esté. Gente dispuesta a servir con premura y calidad.
Una arquitectura hermosa y pujante. Empresas sólidas y de calidad en las múltiples ramas de la actividad industrial y comercial.
Todo eso hace que uno se enamore de la ciudad y que siempre tenga motivos para volver a ella.
La ciudad en particular a la que me refiero es la de México, el Distrito Federal.
Hace décadas, Buenos Aires, la capital de Argentina era así. Tenía un ritmo espectacular, una vida al atardecer y la noche que invitaban a trasnochar, excelentes servicios de transporte, y lucía bien iluminada y bella. Hoy lamentablemente no es así. Desde tolderías en la propia Plaza de Mayo, a graffitis en las hermosas esculturas en mármol blanco de su Congreso y alrededores, han modificado la imagen otrora espléndida de una de las capitales más importantes de América del Sur.
Y no hablo de mi pequeña Montevideo, descrita en la década de los 40s como "bella tacita del Plata" y mucho antes, por Salvatore Granata y su troupe carnavalesca "Al real 69" como "Montevideo qué lindo te veo, con tu Cerro y tu Fortaleza", según recordaban mis padres, porque ahora es la antítesis de lo que uno quiere encontrar en una ciudad.
Pero tal vez, de las comparaciones y de las notorias diferencias, más se valora lo bueno que se encuentra en una ciudad. Y la ciudad de México, tiene mucho que ofrecer al turista, al intelectual, al hombre de negocios, etc.
Claro, los mexicanos que la viven todos los días, seguramente también la sufren. He leído del Periférico (una ruta que bordea la ciudad) que se inunda a veces y dificulta el tránsito. Pero díganme de su Universidad, de su estadio, de sus rascacielos, de sus puentes y amplias autopistas, háblenme del Ángel de la Independencia, del Monumento a la Revolución, del Zócalo y Tlatelolco, de las excavaciones arqueológicas y la Catedral, del espectacular y novísimo Museo Soumaya y lo extraordinario del Museo Antropológico --algo único en el mundo y del más alto nivel. La historia que cuenta el Castillo de Chapultepec, el Palacio de Bellas Artes...en fin. Los mexicanos pueden sentirse bien orgullosos de su ciudad capital.
enigma
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