Acá en EE.UU. suele hablarse de las "resoluciones" para el nuevo año. ¿Qué hemos ya resuelto hacer, y ser?
Una amiga, escribió hace tiempo una reflexión que tituló: ¡Qué hermoso es soñar!, y decía así.
Que hermoso es soñar!... desear... imaginar... cerrar
los ojos y creer que existe en verdad esa posibilidad!... que si extendemos
nuestras manos, podríamos tal vez llegar, y alcanzar!... sensación mágica,
íntima, y espiritual: querer con todas tus fuerzas!... volar, y sumergirse en
la firme idea del "algún día será!"... es la esperanza un aliento que
siempre ayuda a continuar...
Pero soñar, también duele... mucho... te aleja de la realidad, te desconecta... no te permite apreciar y aquilatar, porque tu mirada está en otro punto que no es fácil tocar... y cuando termina el día, se te hace un nudo en el estómago: te das cuenta que sigues aquí... que no ha cambiado nada... que todo sigue igual... aprieto mis puños, y respiro hondo, ya cansada, porque hay que aceptar que hay cosas que no dependen de mi, que no decido yo, porque el destino, porque la vida, porque no soy Dios!, y así, me quito un gran peso de encima, y entierro más mis pies... pero, al llegar las estrellas...ahí voy otra vez: a soñar!...
Pero soñar, también duele... mucho... te aleja de la realidad, te desconecta... no te permite apreciar y aquilatar, porque tu mirada está en otro punto que no es fácil tocar... y cuando termina el día, se te hace un nudo en el estómago: te das cuenta que sigues aquí... que no ha cambiado nada... que todo sigue igual... aprieto mis puños, y respiro hondo, ya cansada, porque hay que aceptar que hay cosas que no dependen de mi, que no decido yo, porque el destino, porque la vida, porque no soy Dios!, y así, me quito un gran peso de encima, y entierro más mis pies... pero, al llegar las estrellas...ahí voy otra vez: a soñar!...
Soñar, anhelar, suspirar por algo, es un ejercicio muy humano, y necesario. Pero soñar no es suficiente, no basta.
Cierto que hay muchas cosas que no dependen de uno, pero muchísimas otras sí, y lo que se requiere es la voluntad firme de llevarlas a cabo, de hacerlas realidad. De que el sueño deje de ser sueño y se concrete en hechos.
Todo puede cambir. Nada tiene por qué seguir siendo igual. Ese es un fatalismo del que es necesario despojarse.
Está bien que "al llegar las estrellas" soñemos. O más bien, pergeñemos con nuestra mente y corazón lo qué queremos.
Pero al otro día mismo, al despuntar nuestra más grande estrella, el Sol, tenemos que disponernos a que el sueño no quede en tal.
Eso significa voluntad, decisión y acción.
Y eso tendrá la virtud de generar un cambio sustancial en nuestra vida que puede abrirnos perspectivas inimaginables, y darnos las más grandes satisfacciones, y hacernos sentir que estamos tocando una realidad maravillosa, y ¡ser felices!
Atrás las noches con no más que sueños. Atrás hundir los pies para enterrarse en una realidad agobiante ya no más deseada ni querida. Atrás la indecisión, las dudas, el tormento.