Pensamientos, sentimientos, reflexiones con sinceridad y profundidad, compartidas abiertamente.
Prosa, poesía (a veces) y música selecta, para un encuentro diferente entre quienes quieren participar de mi blog.
Amiga, amigo: ¿alguna vez te has puesto a pensar quién eres?, ¿te has puesto a reflexionar sobre tu propia persona?
Nuestra tendencia es a discurrir sobre cosas, personas, o acontecimientos, que están fuera de nosotros. Pero es mucho más infrecuente que nos pongamos a discurrir sobre nosotros mismos, a hacernos una pregunta netamente ontológica.
¿Quién soy?
Por un lado, ¿quién soy para otros?, dicho con diferentes palabras: ¿cómo otros me perciben?, pero luego --lo más dificil tal vez-- ¿quién soy según yo mismo?, ¿cómo me veo, cómo me siento, cómo me considero?
Cuando me planteo quién soy para otros, sé que muchos me conocen por mi actividad profesional y pública, y muy pocos me conocen personalmente y habiéndome tratado por años, como para definirme claramente y con precisión.
Tengo para mi que entre quienes me conocen de años, hay hacia mi persona un gran cariño, una genuina amistad, un respeto a mi personalidad, a mis ideas y a mi manera de ser.
Quienes me conocen sólo por mi actividad pública, tienen de mi una imagen superficial, unos me respetan, puede que haya algunos admiradores/as, y no ha de extrañar que haya gente que desconociéndome por completo, me haya destratado y hasta insultado. Este último estamento no merece siquiera que me detenga en él. Es propio que le ocurra a quien tiene una imagen pública, es un riesgo que se corre.
Lamentablemente, cuando uno tiene una imagen pública, generalmente es percibido dentro del área que le es propia, pero ello lleva a una deformación fundamental: a mi se me vincula siempre a un tema o ciertos temas, pero se pierde de ver el ser humano que soy. Y les confieso que eso me molesta.
Me molesta a tal grado que a veces quisiera despojarme por completo de esa especie de sayo que tengo puesto, que a veces se parece más a un cepo, para ser plenamente quien soy, sin ser visto o percibido exclusivamente bajo la óptica estrecha de determinada temática.
A lo largo de mi vida, he sido reporteado infinidad de veces. Pero jamás nadie se atrevió a plantearme un reportaje diferente: un reportaje a mi mismísima persona como tema.
Alguien me podrá decir que si soy quien soy, en la vida pública es merced a mi profesión, y al tema preferencial al cual he dedicado la mayor parte de mi vida. Estoy de acuerdo con ello, siempre y cuando no se deje de ver el ser humano que está detrás.
Una vez, tuve el privilegio de entrevistar a la Astronauta Eileen Collins. Esposa, madre, Coronel de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, y primera mujer que fue Comandante de un trasbordador espacial. De todas las cosas que compartió conmigo sobre su experiencia en el Espacio, la que más me quedó por su toque humano fue cuando me dijo que ella tenía prestablecida una rutina para hacer ejercicio físico en el trasbordador, pero que a veces prefería observar la Tierra desde una de las ventanillas del vehículo espacial.
Eso me habló de una persona sensible, de alguien que se daba tiempo para extasiarse con la visión de nuestro planeta desde el Espacio. Simplemente, ¡me pareció maravilloso!
Considero que a veces, solemos de alguna manera encasillar o clasificar a las personas por su actividad, profesión, especialización, y dejamos de ver al ser humano concreto, que tiene fe y dudas, alegrías y penas, sueños y derrotas, anhelos y frustraciones.
Dejamos de ver al ser humano que es por supuesto imperfecto (¡gracias al Ser en Si no somos robotes!) pero que anida sentimientos y pasiones, pensamientos y proyectos, y por sobre todo, que es capaz de amar.
Creo saber bastante bien quién soy, conocer despiadadamente mis defectos, y reconocer mis virtudes. Sé mis limitaciones y mis alcances. Sé de lo que soy capaz y de lo que no. Y por sobre todo, sé de mis valores, de mi manera de pensar, de mi independencia de criterios, de mi libertad de pensamiento y de expresión, y de mi capacidad de amar hasta el sacrificio, si ello es necesario.
Con eso me basta.
Haría bien cada uno/a de ustedes, en hacerse la misma pregunta: ¿quién soy? y responderse con sinceridad.
El corazón es un órgano extremadamente sensible, y tremendamente importante.
Se detiene, y se nos va la vida...
El corazón también suele ser el órgano al cual atribuimos nuestros sentimientos más profundos, aquellos que por tales, nos lo hacen latir muy fuerte. Tal vez por eso este órgano vital siempre sea el mencionado.
Porque no se nos ocurre decir "te quiero con todo mi estómago", o "te amo con todos mis intestinos".
En cambio, mencionamos al corazón, y lo hacemos ciertamente con razón.
Un estado de extrema tensión, de gran estrés, un disgusto muy grande, puede provocarnos fibrilacion atrial.
El corazón acusa el golpe...
Un estado de euforia, de alegría cuasi incontrolable, también hace que el corazón nos lata a tambor batiente, pero como se trata de un motivo feliz, el peligro de que el órgano nos falle de alguna manera, aparece atenuado --aclaro-- no anulado.
El estado intermedio, es el de sentimientos fuerrtes pero no descontrolados.
A veces somos depositarios de una noticia que nos deja super felices, que nos provoca una especial algarabía. Se nos ha comunicado algo que hemos deseado por años, y que al fin, parece se hará realidad. Y por dentro el corazón estalla de alegría, nos sentimos inmensmente felices, es como si dentro nuestro estallaran fuegos artificiales...una verdadera fiesta de emociones.
Pero vaya...sólo se nos comunicó...aún no hay nada concreto....enconces, con el correr de las horas, empieza a acompañarnos la prudencia, que atempera nuestra euforia, que nos lleva a una aproximación más razonada acerca de la buena noticia que se nos ha comunicado, y que esperamos con enorme expectativa se concrete, pero que en realidad, es de momento sólo eso, una esperanza, un anhelo, una ilusión...una aspiración genuina sí, pero que no depende sólo y exclusivamente de nosotros.
Y ahí es cuando la prudencia se transforma en una buena compañera. Es esa prudencia la que nos lleva a "no cantar victoria antes de tiempo", en otras palabras, a ponernos más cerebrales, y a aguardar que lo que se nos ha comunicado como información, se haga realidad en los hechos.
Y los hechos pueden no resultar a la postre tan exactamente iguales a lo que en primera instancia se nos dijo. Pueden haber variantes en el camino, que determinen que a la postre, el resultado no sea malo, pero no tal cual se nos dijo. No para que el ánimo se nos venga abajo, o para que nos lleguemos a deprimir, pero sí para decantar la situación, y para quedarnos con la parte más positiva de la misma.
Sin duda que este ejercicio de prudencia cuesta. Y cuesta porque si lo que se nos ha comunicado es algo muy deseado, querido desde mucho tiempo, es algo que al fin se nos hace ralidad, ¿cómo no vamos a estar eufóricos?....y que luego se aplique una variante que en sustancia pueda cambiar significativamente lo que aguardamos, por cierto que es un serio contratiempo, en cierta medida un golpe rudo a nuestras aspiraciones, algo que en muy buena medida, nos puede defraudar.
Pero, amigas, amigos, la vida es eso. Andar, caer, y volverse a levantar, y seguir andando, y de cada golpe, de cada caída, hacer de ellos una experiencia para no volver a repetirla.
Es bueno entender que todos tenemos sueños que desearíamos en algún momento se hiciesen ralidad. Que todos tenemos anhelos, proyectos, esperanzas...y cuando una y otra vez se nos frustran, y va pasando el tiempo, y seguimos teniendo una coleccion de negativas, y nunca se nos abre la puerta para concretar aunque sea parcialmente esas aspiraciones, pues seguimos recibiendo un "no", entonces, ciertamente nos invade la tristeza, la desazón, una enorme frustración, y hasta el desespero.
Pero es justamente en esas circunstancias, cuando es más necesaria que nunca la templanza, la prudencia, el tino, el usar el otro órgano importante y vital que tenemos, el que nos caracteriza por sobre todo como seres inteligentes: el cerebro.
Cuando se cierra una puerta, debemos procurar abrir otra. Cuando un camino no da paso, hay que buscar otra ruta. La meta es llegar.
Reflexiones en una noche calma, luego de una tarde hermosa, donde disfruté el paseo por un jardín espectacular.
Es más fuerte que yo. Pero no puedo callar. No puedo callar primero que nada como ser humano, y no lo puedo hacer como periodista.
Realmente me subleva, me revuelve las tripas (perdóneseme que sea tan gráfico), me asquea en grado sumo, la estulticia, la brutalidad, y la soberbia de los ignorantes que ni siquiera respetan la muerte de alguien, para salir públicamente por redes sociales como Facebook, a ventilar su estupidez en grado máximo, creyendo –y esto es lo más ridículo—que ellos cuentan con información “fidedigna”, y que ellos “saben”, que “el hombre nunca llegó a la Luna”.
Un imbécil tiene el descaro de comentar sobre Neil Armstrong: “¡qué buen actor!”,como que su descenso en la Luna hubiese sido todo teatro (lo que los idiotas conspiranoicos creen –porque no razonan—simplemente creen) basta que se pretenda tras de ello criticar a Estados Unidos, o a la NASA, y desconfiar en absoluto de toda información oficial.
Hasta otro que llega a escribir: “Lástima que antes de morir no confesó”. Supone este otro palurdo, que Armstrong debería haber confesado que nunca fue a la Luna.
Tanta estulticia, tanta estupidez junta, procede de cierto país especialmente (que no voy a nombrar), aunque puede estar muy diseminada, entre círculos de los amantes de lo extraterrestre, y de los buscadores del pelo en el huevo y el gato con cinco patas.
Claro, usan los teléfonos celulares y sus PCs y laptops, y al parecer allí no dudan de que gracias a satélites colocados en el Espacio por los Astronautas, y otros mediante cohetes portadores, son beneficiarios de toda esa tecnología.
Pero es increíble que aún puedan hacerle lugar a la fantasiosa historia de que Armstrong nunca pisó la Luna. ¿Y qué de las misiones posteriores?, ¿también fue todo un teatro, un cuento lindo inventado por la NASA?...
Obviamente que la creencia de estos ignorantes --que funcionan a contrapelo de la historia y del razonamiento lógico— no tiene nada con que sostenerse. Sus mentes retorcidas están amoldadas y trabajadas de tal manera que la anti-ciencia y la fantasía triunfan sobre el conocimiento científico y el pensamiento preclaro.¡pobres individuos!
Si al menos se quedaran creyendo lo que deseen pero no lanzasen como vomitando la inmundicia de sus creencias para denostar a un auténtico héroe, a un ser humano excepcional como Neil Armstrong, ciertamente que ni me ocuparía de ellos. No merecerían ni una coma de mi parte.
Pero realmente me repugna la actitud de soberbia, de pedantería, de atropello a la razón y a la dignidad de un ser humano superior, que salgan a decir las tropelías con que acometen.
Verdaderamente son sujetos despreciables.
Pero es horrendo que en el mundo actual, ya ni ante el fallecimiento de un grande, haya un mínimo de respeto.
Tuve elprivilegio de conocer personalmente al Astronauta Neil Armstrong cuando como periodista, cubrí la única vez que estuvo en Uruguay, mi país natal.
Eso fue como parte de la visita oficial cumplida por Armstrong junto al entonces astronauta Richard F. Gordon y un número de técnicos y expertos de la NASA, del 23 al 25 de Octubre de 1966 en Montevideo.
Armstrong había volado 78 misiones de combate con la Marina de Guerra de Estados Unidos en Korea.
Fue ingeniero e investigador aeronáutico y como tal integró la segunda tanda de astronautas elegidos por la NASA.
Cuando Armstrong visitó Uruguay, había volado en la Gemini 8, junto con el astronauta Dave Scott y protagonizado el primer acoplamiento espacial con el módulo Agena, luego del cual, salvó la misión de un verdadero desastre, cuando su cápsula comenzó a dar tumbos en el Espacio, por haberse atascado uno de los 16 cohetes impulsores. Armstrong decidió cortar esos impulsores y usar otros 16 con los cuales pudieron retornar a Tierra, acortando la misión. Ese acto heroico y de audaz inteligencia, le valió ser elegido para ir a la Luna en el histórico vuelo de la Apolo 11 y comandar la misión, siendo el primer ser humano en pisar el suelo de otro astro.
Nacido el 5 de Agosto de 1930, me complace señalar que él también era de Leo.
Un problema cardiovascular, determinó que pocos días antes de su fallecimiento fuese sometido a una intervención quirúrgica, luego de la cual se presentaron complicaciones que determinaron su deceso.
Armstrong, un auténtico héroe, ha sido profesor universitario, y luego de su hazaña, fue renuente a efectuar apariciones públicas, aparecer en documentales, y hacer alharaca con su llegada a la Luna.
Seguramente con él se ha llevado a la tumba algunos secretos, pero cabe esperar que la esposa revele ahora, cosas que no quiso decir en vida.
Para todos los que tuvimos el privilegio de verle personalmente, de plantearle preguntas, de escuchar sus respuestas, y de admirarle al pisar la Luna desde la pantalla chica de un televisor en blanco y negro, el impacto de su personalidad quedará grabado para siempre.
Que Armstrong sea un ejemplo que inspire a la juventud del mundo, para dedicar sus vidas a emprendimientos serios y de arrojo, aplicándose tenazmente al estudio, a la adquisición de conocimientos, y a su aplicacion práctica posterior.
Me consta que Armstrong fue el motivo que inspiró a varios actuales astronautas a elegir esa actividad.
Que lo sea mucho más de aquí en adelante, porque el Espacio es nuestro destino manifiesto como especie aún sobre este planeta Tierra.
El ser humano ya debería haber construido una base permanente en la Luna, y para 2015 pisar suelo marciano. Toda demora, no hace sino hablar pésimamente del estamento político estadounidense que tiene en sus manos tomar esas decisiones.
Abogo por una NASA con la misma capacidad, presupuesto y personal, que equivalga a los que tuvo cuando el Proyecto Apolo.
Será el más justo y digno homenaje a Neil Armstrong.
Emocionado, le rindo mi postrer humilde homenaje. ¡Descanse en Paz, pionero espacial!!
"Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto." refrán popular Voy a referirme a mi amada profesión.
Comencé a hacer periodismo por vocación, y creo que si dentro de uno no está la misma, mejor no serlo.
Como tal, uno investiga, analiza la información, la prioriza, y la vuelca al público por el medio que sea, porque existe una fuerza interior que nos lleva a compartirla, y a dar lo mejor en bien de otros.
Está también el compromiso con la verdad, el no transmitir mentiras, y el no hacerle el juego a nadie por intereses mezquinos, para llevar a la gente a pensar bien de aquello sobre lo que debe tener un espíritu crítico y analítico.
Tal vez uno de los aspectos más difíciles de la profesión, es procurar ser objetivo, desligarse del tema que se aborda, para no reflejar una opinión o tendencia personal, una afinidad o gusto, sino plantear las cosas tal cual son.
Pero lo más importante, es no venderse, no prostituirse, no terminar siendo un amanuense en lugar de un periodista. Alguien que escribe lo que le dictan otros, alguien que pone su imagen o su voz para simplemente canalizar lo que otros quieren u ordenan.
El/la periodista, tiene un código de ética, que comienza por sus propios valores morales como persona, que luego se trasladan al ejercicio mismo de su profesión.
Desgraciadamente, en países donde la paga es insuficiente, y donde el profesional del periodismo tiene que hacer piruetas para sostener su presupuesto familiar, es fácil deslizarse por la pendiente de la corrupción, donde el/la periodista hace dinero “extra”, teniendo lo que suele llamarse su propio “kiosco”, a través del cual, percibe “por debajo de la mesa”, dinero que no va a su seguro social, ni a pagar impuestos, pero que le soluciona sus necesidades más urgentes.
Esto, desgraciadamente, es bastante común en América Latina.
Así el profesional desmerece al ejercicio de la noble profesión, vendiendo sus servicios al mejor postor, y le hará un artículo a un producto comercial, como a un político, a un fabricante de ilusiones, o a un farsante vendedor de “milagros”.
Pero alguien con prestigio, alguien que ha labrado su carrera con sacrificio de muchos años de dedicación, honrada, honesta, y el esfuerzo de 10 o 12 horas de trabajo diarios, jamás va aceptar rebajarse a esos extremos.
Porque sabe el valor de su talento intelectual, de su tarea de periodista, de su profesionalidad en lo que hace, y entonces aplica lo que se llama la deontología del periodista. O sea, un código de valores que hacen al ejercicio correcto de la profesión.
Una lista de esos valores tal cual se puede encontrar en la Internet señala: el respeto a la verdad; estar abierto a la investigación de los hechos; perseguir la objetividad: contrastar los datos cotejando diversas fuentes; diferenciar con claridad lo que es información de lo que es opinión; dar a conocer las varias versiones de un hecho cuando exista más de una; respetar la presunción de inocencia; y estar dispuesto a rectificar una información errónea.
He encontrado en la Deontología del Periodista elaborada por el Sindicato de Periodistas de Madrid (España)dos criterios importantes, que paso a destacar:
Ningún periodista tiene obligación de responsabilizarse de cualquier trabajo que vaya en contra de sus convicciones éticas y deontológicas, sin que sea admisible por estas causas el traslado, la sanción o la represalia.
El/la periodista tiene la responsabilidad de servir a la sociedad la información de manera veraz y objetiva, sin que pueda excusarse de que ha faltado a este principio en cumplimiento de las órdenes de sus superiores o de los propietarios de los medios de comunicación en los que trabaje.
Este segundo criterio es complicado de llevar a la práctica, justo es reconocerlo, porque si el/la periodista recibe la orden de sus superiores, de hacer una determinada nota, o serie de reportajes, etc. sobre tema o a personas sobre las cuales el profesional puede tener legítimos reparos, es muy difícil abstraerse o negarse a cumplir esas órdenes, so pena de ser sancionado, o despedido.
Es una alternativa muy difícil de poder dirimir de forma sencilla. Porque el/la periodista tiene sí la responsabilidad de servir a la sociedad, pero también de servir a su familia mediante el sueldo que gana.Si por principios el profesional rechaza o se niega a cumplir las órdenes que se le imparten, puede ser declarado en rebeldía, y la empresa le despide.
Ciertamente la sociedad no va a proveerle luego el salario que sigue necesitando para mantener a su familia.Y es más que posible que otro colega, que busca hacerse camino, acepte la tarea asignada.
En esa encrucijada, el/la periodista debe a mi juicio manejarse con responsabilidad como individuo, y con habilidad como para cumplir con la orden por un lado, y comprometerse lo menos posible con el tema en cuestión por el otro. Tal vez evitando figurar con su nombre, o su imagen, o su voz, aunque cumpla con la tarea que básicamente le fue asignada.Aún así, no deja de correr cierto riesgo.
En un ámbito de total respeto al profesional, si éste da razones por las cuales considera que no desea verse comprometido/a o involucrado/a en una nota, parece de suyo lógico que sus superiores estén atentos a las objeciones que se planteen, que tal vez sean benéficas para el prestigio del propio medio.
Es cierto también que los propietarios de los medios suelen guiarse por el “rating” y los hay a quienes les interesa es vender, no importa a quién. Entonces, su medio pierde calidad y categoría, se transforma en una especie de remate, de negocio sujeto al “quién da más”. Pero pierde todo respeto, consideración y dignidad ante el público, que ya no puede confiar en lo que publique y difunda.
Alguna vez, algunos individuos propietarios de poderosos medios, deberán entender que existimos personas que no estamos dispuestas a corrompernos, a vender la riqueza de nuestra sapiencia, de nuestra educación, de nuestro talento y experiencia, al bajo precio de la miseria moral de ellos.
Deberán entender que los periodistas que realmente nos preciamos de ser tales, tenemos nuestros principios y valores, y que los mismos no son negociables. Que tenemos dignidad, que ejercemos nuestra profesión con altura, probidad y honestidad. Y que no estamos dispuestos a mentirle al público, sólo porque alguien pagó bien para que se le hagan notas especiales.
Apelo a que cuando se presentan situaciones así, los superiores tengan la sensibilidad suficiente como para respetar al periodista calificado, a ese que cada día le aporta calidad al medio en cuestión, de modo de zanjar de la forma más feliz posible la discrepancia que haya surgido respecto a una determinada asignación de tarea.
Y espero que los/las colegas se manejen con suficiente astucia, como para buscar la forma a través de la cual se pueda cumplir con la orden impartida, involucrándose lo menos posible con la misma, al menos, en cuanto a su figuración pública.
Pero en último término, un periodista sabe que a veces ha llegado la hora de jugarse, y de "quemar las naves". Ha llegado la hora de decir ¡basta!, y de empezar desde cero, algo nuevo, algo distinto. Un nuevo mañana, un nuevo horizonte, un nuevo sol.
Jamás un medio puede determinar la vida toda de uno. Y esta nuestra vida y nuestra profesión no se acaban porque uno deje ese medio, o le despidan del mismo. El mundo es inmenso, hoy la tecnología habilita como nunca antes, tener una independencia para poder desarrollar la actividad como uno la entiende correcta, y poder vivir de ello con dignidad.
Y estarán allí sí, los años de trabajo, no sólo como experiencia acumulada, sino como valiosísimos contactos que servirán para lo nuevo que se emprenda. Y estarán los amigos, y los colegas que nos quieren bien, apoyándonos, no dejándonos solos/as. La vida continúa, las oportunidades también.