Saturday, February 18, 2012

A 3.042 kilómetros de distancia....

Los amigos y amigas se quieren en serio.

Y cuando uno sabe que caen enfermos está demás decir que surge una preocupación.

Si les podemos ver, visitar, estar con ellos, es una cosa. Pero cuando a uno le separan más de 3 mil kilómetros de distancia...entonces se pasa a depender de las comunicaciones cibernéticas.

Todo va bien mientras la persona allá distante nos escribe de sus padeceres y sus proezas para seguir trabajando, aunque el cuerpo le pide reposo.

Pero de pronto surge un silencio en las ondas. Pasan 23, 24, 27 horas y nada...y entonces con cada minuto que transcurre aumenta nuestra preocupación, al punto de comenzar a angustiarnos.

Y a uno le surgen las preguntas: ¿estará bien?, ¿habrá empeorado?, ¿estará en su casa?, ¿debieron llevarla del trabajo a un hospital?...¿qué habrá pasado?

No es ciertamente por un sentido trágico de la vida, sino por una cuota de realismo que uno llega a plantearse todas esas hipótesis, a medida que transcurre el tiempo y aunque enviamos mensajes, no recibimos contestación.

Hasta que de pronto, el tintinear del BlackBerry nos dice que hay novedades, y el Mensajero nos trae sus palabras, y entonces nos vuelve el alma al cuerpo, recobramos la calma, el contacto se ha restablecido...

¿Qué pasó?, ¿por qué el silencio?...porque 24 horas antes, la persona enferma estaba agotada, ya no tenia ni voluntad ni ganas de escribir ni leer nada...Sólo quería acostarse y dormir.

Entendible, justificable, pero....del otro lado, es uno el que está pendiente...

Finalmente la comunicación se restablece y nos devuelve la tranquilidad que estábamos necesitando.

Es que las amigas y los amigos ¡son cosa seria!

Son parte intrínseca de nuestro diario vivir. Sin ellas y sin ellos no seríamos nosotros mismos. Asi de importantes son. Asi los siento y los considero.



enigma

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