Saturday, November 24, 2012

¡SI SUPIERA QUÉ DECIR!...

Hay veces y circunstancias en que --como solemos decir-- a uno "se le agota el repertorio".

A veces uno cree conocer profundamente a una persona. Puede llegar a amarla enormemente, a hacerla la razón misma de vivir, sentirla intensamente de la mañana a la noche.

No importa que esté geográficamente distante, en tanto esté dentro de nuestro corazón.

Y --como digo-- uno cree conocer a esa persona. Saber cuál es su esencia, cuáles son sus valores, cómo se maneja en su vida. Cuánto se enamoró de uno y cuánto nos enamoró de ella.

Cuán hermoso ha sido todo lo que se ha ido viviendo. 

Uno tiene un alto concepto de esa persona. De ella espera la palabra sabia en momentos de duda, la palabra de advertencia en momentos de peligro, la palabra de aliento si uno está triste o deprimido, la palabra de perdón si uno se ha equivocado, la palabra de felicitación si uno ha estado acertado, pero sobre todo, el sentimiento de amor que tiene que inspirar permanentemente todo eso.

Y de pronto, es como si todo se desmoronara, como si la persona perdiera toda su hermosura, toda su belleza (no la exterior que puede quedar intacta) sino la interior. Algo así como sucede en la famosa novela "El Retrato de Dorian Gray", de Oscar Wilde-- donde cada dia el rostro apareciera más horroroso. 

Desfigurada por celos infundados, por desconfianza sin base alguna, la persona se torna súbitamente agresiva, de su boca sólo salen insultos, cuando del otro lado sólo tiene elogios, comprensión y buena voluntad. Tal vez por el proverbio bíblico de que "La blanda respuesta quita la ira", uno opta por no contestar agresividad con agresividad, violencia verbal y psicológica, con la misma violencia.

Sé que todos tenemos nuestros malos momentos. Esas circunstancias en que realmente otras cosas de nuestra cotidianidad son las que verdaderamente nos perturban, molestan, nos tienen enconados y mal de ánimo. ¿Y dónde vamos a descargar todo eso?, pues en el ser que más amamos, porque sabemos que no vamos a recibir el mismo destrato, que se nos va a contemplar, y sobre todo, a perdonar.

Todos cometemos errores, --somos humanos, no robotes-- y todos tenemos cosas de que arrepentirnos. Pero cuando hay amor verdadero, no hay insultos, ni agravios, ni actitudes de altanería, de soberbia. Por cierto que se consigue más con benignidad, dulzura, ternura, que con agresividad y una actitud confrontacional.

Si lo que más importa es no romper una relación, si lo que más valoramos es al otro ser a quien --por amarle-- es parte de nosotros mismos, le llevamos muy dentro nuestro, entonces, tenemos que obrar en consecuencia.

El amor todo lo puede. Yo apuesto siempre a eso.

También yo he perdonado --y aún sin decirlo-- un montón de cosas que no me han gustado. Desde los insultos gratuitos, hasta actitudes de desdén, promesas incumplidas --a las que no califico de mentiras-- y fundamentalmente no tener el coraje de modificar sustancialmente una situación, para arribar a una vida diferente.

Todo eso lo he soportado, y a pesar de todo eso, sigo amando.

¡Caray!  Si el Ser en Sí fuese tan duro, tan inflexible, tan despiadado como puede serlo un ser humano, no quedaria uno de nosotros sobre la faz de la Tierra.

En cambio, en Cristo, Dios perdona a la humanidad, la ama a pesar de... y cada dia de vida nos propone intentar ser mejores. 

Su ejemplo guía mi relación con otros y especialmente con el ser que amo. 
Espero tan sólo reciprocidad.


 enigma

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