Un mundo mucho más peligroso, fundamentalmente inestable, en el que de pronto nos puede ganar la desesperación o la depresión.
No nos sentimos seguros, sabemos que en cualquier momento y lugar podemos ser el blanco de un atentado terrorista, o sufrir sus consecuencias.
Por otra parte, hay quienes en zonas no alcanzadas por el terrorismo, se vive la zozobra planteada por la acción violenta de criminales que no son perseguidos, superados y anulados como corresponde, debido a la venalidad de las autoridades de turno.
La naturaleza, afectada por el irresponsable uso de sus recursos nos está pasando factura, y el precio a pagar es sequías, inundaciones, hambrunas, desplazamientos humanos, hielos que se derriten, volcanes que se activan, terremotos, etc.
El calentamiento mundial sólo lo pueden ignorar por razones económicas vinculadas a la política, quienes tienen intereses creados, porque la ciencia ya lo ha estableido con total claridad.
Hay pues más que razones para una inquietud permanente, en medio de la cual tenemos que movernos con normalidad, como si nada de ello ocurriera. Haciendo el sincero esfuerzo por superarlo cada día, pero conscientes del peligro que nos acecha.
Si la fe puede venir en nuestro socorro, es sólo porque nos permite prepararnos espiritualmente para lo que sea, y nos sirve para sobrellevar mejor esas cargas, pero no porque nos quite de ellas.
Y es justamente en un momento histórico como el que nos toca vivir, que cobran más fuerza la importancia de los vínculos que tenemos.
El primero: la familia. Aquellos con quienes estamos unidos por el vínculo de consanguinidad.
Dialogar de estos temas, trazar planes de emergencia, puntos de encuentro y de contacto, caminos de escape, lugares donde estar mejor protegidos, hacer acopio de alimentos y agua, etc. Todo esto y muchos detalles más, pueden y en última instancia, conviene que sean encarados familiarmente.
Luego, las amistades. Estar en una solidaridad recíproca permanente con amigas y amigos, con la gente que queremos y nos quiere de verdad. Aquellas personas con quienes sabemos que podemos contar y ellas saben que pueden contar con nosotros.
Es justamente en tiempos como éste, cuando la amistad cuenta y mucho. No sólo en respaldo anímico, sino en un sostén práctico y en ayuda tangible, si ello es menester.
Y en un sentido más general, la solidaridad humana. Aquel
nobilísimo sentimiento que nos lleva a ayudar a desconocidos, simplemente porque son seres humanos, y somos capaces de vivir con intensidad su propia necesidad o emergencia, cualquiera sea ella.
Sólo estos sentimientos nobles y superiores, sólo esta solidaridad básica, y sólo la férrea unidad de la familia y los amigos, constituyen la poderosa fuerza que nos sostiene y que nos permite seguir viviendo sobre la base de algo muy importante: saber que no estamos solos.
A veces, basta que alguien haga lo que tiene que hacer para que el resultado sean vidas salvadas.
Veía el sábado que pasó, la película "Sully", sobre el
accidente aéreo del vuelo 1549 de la U.S. Airways, que se hizo acuatizar en el Río Hudson al carecer de los dos motores por haber entrado en ellos pájaros.
Fue el aplomo, la pericia y el sentido de responsabilidad de ese estupendo piloto-aviador, Chesley Sullenberger, lo que salvó las vidas de 155 personas, la totalidad de quienes estaban abordo del avión.
Un hombre que en ese momento hizo lo que tenía que hacer y supo cómo hacerlo.
Lo que hubiese sido una enorme tragedia, se tornó en una magnífica celebración de vida.
Eso, y no otra cosa, es lo que se espera de cada uno de nosotros, en la medida de nuestras posibilidades. Sólo así, es posible sobrellevar cada día en este planeta tan atribulado de hoy.
Soy simplemente realista.
Mientras tanto, seguimos celebrando nacimientos, cumpleaños, casamientos, viajes, retornos, y por sobre todo, el amor, el más sublime, noble y positivo sentimiento que nos distingue como humanos. ¡Que así pueda seguir siendo!.
enigma
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