Tuesday, April 17, 2018

ALICIA: ESPOSA, MADRE, MAESTRA

Este miércoles 18 de Abril de 2018, se cumplen 8 años de la desaparición física de quien fuera mi esposa por 39 años: Alicia Trillo Alvariza.

Alicia era una mujer excepcional en muchos aspectos.

Como esposa, le tocó vivir conmigo múltiples alternativas bien diferentes. 

Desde tener nuestra hogar al casarnos, a dejar todo para ir a vivir por dos años en Buenos Aires, donde culminé mis estudios de post-grado, y donde nació mi hijo Juan-Pablo.

Luego al regreso, estar un poco como gitanos, viviendo primero en Buceo, luego en La Aguada, y finalmente en La Blanqueada, donde nos radicamos por varios años, hasta que vinimos a Estados Unidos.

Aquí primero alquilamos un apartamento. Luego compramos otro apartamento y eso implicó nuevamente una mudanza. Y finalmente adquirimos una casa, y ese fue el último hogar que ella conoció, en Virginia, cerca de Washington D.C.

En todas esas alternativas, con todo lo que significa una mudanza, de países, de comodidades, y finalmente hasta de cultura, Alicia me acompañó estupendamente, sin perder nunca su lugar como ama de casa, a pesar de que, además, trabajaba.

En un tiempo dificil en Uruguay, cuando la tasa de desempleo había llegado al 19% y yo había quedado sin empleo, ella, con su cargo de maestra, fue el sostén del hogar durante 11 meses, hasta que volví a mi tarea periodística. 

Más adelante, no se arredró ante el salto enorme que significaba venir a vivir a Estados Unidos. Fue aquí que aprendio el inglés, fue aquí que aprendió a conducir y fue aquí donde también trabajó.  

Además de estar siempre atenta a todos los detalles de la casa, a Alicia le gustaba cocinar, y hacía cosas muy ricas. También sabía coser, y se arreglaba sus ropas o adquiría telas y las transformaba en cortinas. 

Una de las cosas que más le gustaba hacer --una que había aprendido en su curso de docente-- era tener y cuidar plantas.  Dedicarse a la jardinería era una de sus principales distracciones.  

En una de las ocasiones en que mi hijo --ya residiendo en EE.UU.-- viajó a Montevideo, fue a visitar a una ex-compañera de escuela
y le llevó un comestible como presente. La chica entonces le dijo: tú sigues la tradición de tu mamá, porque cuando estabas acá y venías a visitarme, ella siempre te mandaba con algo que ella había cocinado. 

A su vez, mi hijo recordaba que cuando él ya se había venido a vivir a Iowa City, y nosotros estábamos en Virginia, cada vez que nos visitaba, Alicia le esperaba con una torta de atún.

Así era ella como esposa y como madre.

Como maestra, era totalmente de vocación. Tenía el don de lo didáctico. Poco importaba si para dar una clase contaba o no con el material adecuado. Ella se valía de lo que tuviese a mano para enseñar a sus alumnos y su docencia era magistral.

Tuvo clases de casi todos los años. Para ella, cada etapa en la vida de los niños tenía su encanto y sus desafíos. 

Le tocó trabajar en escuelas de la periferia montevideana, hasta que pudo elegir las que estaban netamente en el casco urbano. 

Concursando, obtuvo el cargo de Directora, que ejerció en dos escuelas, antes de venir a EE.UU.

En la escuela No. 10,  de la Avda. San Martín y Martín García, fue varios años maestra, y luego Directora. Y de allí pasó a ser Directora de la escuela No.33, República de Colombia, en la calle Blandengues 1884, donde culminó su tarea docente en Uruguay.

En una de esas escuelas, y en un accidente, un niño se quebró un brazo. Ella llevó al niño lesionado a un hospital y permaneció con él hasta que le enyesaron y le enviaron a su casa. 

Tal vez estas anécdotas sirvan para tener una semblanza de su personalidad. Si algo cabe agregar es que era gran amiga de sus amigas, y se hacía querer.

Cuando se enfrentó a la cruel enfermedad que finalmente terminaría con su vida, lo hizo con una serenidad y un afán de luchar y seguir viviendo realmente extraordinario. Ella trabajó hasta que yo mismo le tuve que persuadir que dejara sus tareas porque el trato con muchas personas le exponía a complicar más su salud, dado que su sistema inmune estaba disminuido.

La oncóloga que la atendía, me dijo un día: "si su esposa no tuviese la voluntad de vivir y de hacer que tiene, haría un año que ya no estaría entre nosotros".

Como esposo, aprendí mucho de ella y con ella. Y eso forma parte de mi ser.

Tal vez dos palabras la pudiesen definir: temple y corazón. Así era ella.

Siempre agrego una música al final de cada texto de este blog. Y en esta ocasión, elijo una que a ella le gustaba y que hasta la había aprendido a cantar.  Héla aquí:


Milton W. Hourcade
Textos protegidos por derechos de autor.






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