Wednesday, June 10, 2009

¡DICHOSOS LOS ENAMORADOS!


Para mi suerte o desgracia, soy romántico.

Si no hay romance, se es como planta sin savia, como corazón sin sangre. Como árbol reseco, incapaz ya de dar frutos.

Escucho una música y su melodía me transporta.

Escucho la letra de una canción, y puedo hacerla mía.

Miro en la playa una puesta de sol, y la hermosura del momento sólo se completa con una grata compañía.

Pero los románticos, los que somos capaces de enamorarnos, y de amar el amor, somos muchas veces mal entendidos y peor interpretados.

Se nos puede tomar por mujeriegos, y sin embargo yo tengo un gran respeto por las mujeres. Para mi no son cosas que se usan y se dejan. No son objetos sexuales, aunque algunas de ellas lamentablemente se rebajan a eso.

No. Mi romance puedo vivirlo con alguien que primero que nada ha tocado mi corazón. Y si el atractivo físico juega sin duda un papel primario, pues es lo que nos llega directamente y primero a nuestros sentidos, sin embargo, todo puede desvanecerse cuando la persona abre su boca y se expresa.

Allí es cuando me encuentro con una personalidad, y sí, soy selectivo. No cualquiera satisface esos niveles. Y si no hay satisfacción, no hay romance.

Y claro, la otra persona tiene que gustar de los mimos, las caricias, los abrazos, los besos, tanto como yo. Expresiones de ternura, que hacen que dos almas se sientan gemelas.

Algunos le llaman química. Y si eso no se da, tampoco el romance es posible.

Las horas más felices son aquellas en que uno se siente amado y amando. Comprendido y comprendiendo. Reconocido y reconociendo. Perdonado y perdonando.

¿Por qué querer poner bridas, reglas, prohibiciones rígidas, y límites a las expresiones del corazón, de los sentimientos, de estos sentimientos, que son enriquecedores de lo que tenemos de humano cada uno?

Ah! de los que no entienden ni comprenden lo que es amar.

Pero puedo decir también que por ser romántico, así como hay horas felices, hay momentos de desdicha profunda. De dolor intenso, que nos arranca lágrimas y nos doblega.

Es justamente cuando no se nos interpreta correctamente, o cuando de pronto se agita el fastidio o la rabia contenida por cosas que no tienen nada que ver con la vivencia del romance. Pero lo perturban, lo estorban, y hasta pueden llegar a anularlo.

Además, cuando se ama, se sufre la distancia. La falta de comunicación plena. Y es el deseo incontenible de estar juntos, de tocarse, de sentirse, lo que empuja, lo que anima, lo que sostiene cada día, abrigando la esperanza de llegar a ese horizonte.

En un mundo complicado, violento, destructor, duro, egoísta, insensible, ser romántico es salvar la quintaesencia de nuestra especie.

Sí, es salvar la quintaesencia de lo que significa ser verdaderamente humano.

Y cuando somos románticos, nos envuelve el aura del Ser en Si que está en nosotros y al cual pertenecemos. Se agranda nuestra vivencia espiritual.

Así es mi naturaleza. Asi soy yo.

Las leyes creadas por los hombres pueden dictar normas, y pretender establecer límites de un orden ya rebasado por los hechos, y perimido por obsoleto.

El amor para ser tal, tiene que manifestarse en plena libertad de ser y del ser.

¡Dichosos pues, los enamorados!

enigma

(escrito el 9 de Junio de 2009)


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