Saturday, June 27, 2009

¿POR QUÉ “EL SER EN SÍ” Y NO “DIOS”?


Es siempre un interesante ejercicio preguntarle a un grupo de gente, ¿quién es Dios?, o ¿cómo es Dios?, o ¿cómo se imagina a Dios?

A la primer pregunta, algunos se referirán “al Altísimo” (lo cual aplica un criterio tridimensional, en este caso haciendo referencia a que “está en lo alto”, o “en las alturas”), otros lo definirán como “un ser todopoderoso”.

Cuando se va al “cómo”, seguramente hay en el trasfondo del pensamiento de muchos una imagen antropomórfica. Es el “anciano sentado en un trono” (la imagen es bíblica, después de todo). Y los cristianos responderán con atributos de Dios, como la manida frase “Dios es amor”, y sustituirán a Dios por Jesús, (Emmanuel), a quien heréticamente también llamarán “Dios”.

No es extraño que gente de fe, principie por sentir y pensar que Dios es un interlocutor (en el mejor de los casos). Alguien otro, alguien que no está en nosotros, alguien que obra desde fuera de nosotros. Alguien ajeno.

Y tampoco es extraño que aunque no muy bien definido, haya una idea acerca de Dios que ronda con lo antropomórfico. Así le adoraron en sus casas, con imágenes, los antiguos hebreos.

El A.T. nos habla de un Dios que desciende sobre una montaña, cuya espalda y manos ve Moisés. Un Dios que lucha hasta el amanecer. Un Dios que dialoga con Abram cuando visita su tienda. Un Dios sentado en un trono bajo una bóveda de cristal, rodeado de una rueda dentro de rueda, que se eleva y se traslada.

Semejante Dios tridimensional, pequeño, casi a la par nuestra, no condice con las definiciones teológicas (muy acertadas por cierto) de omnipotente, omnipresente y omnisciente. O sea, de un Ser (por definirle de alguna manera) que contiene todos los poderes, cuya presencia lo abarca todo, y cuya inteligencia es total.

Ese Dios trascendente y a la vez inmanente, ese Dios no antropomórfico, y no tridimensional, ese Dios no terrestre, ni exclusividad de un solo pueblo, ese Dios que permanentemente crea y transforma, que nunca deja de ser, que tiene una dimensión inconmensurable que supera todo lo que podamos imaginar, que está esencialmente presente tras todo cuanto existe, ese Dios va mucho más allá de las descripciones bíblicas alegóricas u objetivas.

El verdadero, el auténtico, el único Dios, es. Y es el poder de ser tras todo cuanto existe.

Lo que existe es efímero, Dios es eterno. La existencia es finita, Dios es infinito.

Por eso, mejor que llamarle “Dios” (porque bajo ese nombre se tienen y mantienen conceptos muy errados) prefiero con el gran teólogo suizo Paul Tillich, --del cual me considero un simple estudioso y el más humilde de sus discípulos— llamarle el Ser en Sí.

El Ser que es por sí mismo y se manifiesta en todo cuanto existe pero a la vez lo supera.



enigma

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