Wednesday, March 10, 2010

¡EL GRAN SUSTO!

Fue ayer al atardecer. Había regresado más temprano de mi trabajo, preocupado por la deteriorada salud de mi esposa, debido a su cáncer. En el improvisado dormitorio que le armé en el sótano de la casa, donde tiene a disposición equipo de audio, televisor, computadora, y baño completo, estaba la señora que la cuida durante las tardes.

Durante el día, mi esposa había necesitado usar oxígeno como nunca antes.

Yo justamente estaba llamando a la aseguradora de salud para ver las posibilidades de trasladarla a un gran hospital que nos queda apenas a 4 minutos de viaje, cuando de pronto la señora viene y me dice: “ella está muy mal”, corrí escaleras abajo, y encontré a mi esposa jadeando, su cara enrojecida del esfuerzo, y una respiración entrecortada que apenas podía realizar.

Sentí como que un escalofrío recorría todo mi cuerpo, y aunque ella tenía el oxígeno conectado, me dí cuenta que podía morirse en ese mismo instante por no poder respirar.

Inmediatamente corté la llamada a la aseguradora médica, y marqué el 911 pidiendo una ambulancia.

Pocos minutos pasaron para que llegara un carro de bomberos con su dotación de paramédicos y tras ellos una ambulancia con personal y la camilla para trasladarla.

Preguntas de rigor, la examinaron, le hicieron un electrocardiograma al momento, y luego la cargaron en una silla especial para pasarla luego a la camilla y transportarla a sirena abierta al hospital.

Ingresé al mismo sobre las 7:40 de la noche. Mientras vi cómo la examinaban, le tomaban muestras de sangre para analizar, le hacían rayos X al pecho, y un electrocardiograma, luego todo fue esperar hasta las 3 y 15 de la madrugada de hoy miércoles, para que le adjudicaran una sala en el hospital.

Salí del hospital a las 3 y media de la madrugada, bajo un cielo estrellado y calles desiertas.

Desierto se sintió de pronto también mi corazón, arrugado de angustia por los momentos vividos, y con el temor de lo que pudiera pasar aún.

Así y todo, cuando llegué a mi casa, antes de cumplir con la cena pospuesta desde la noche anterior, desde mi laptop envié mensajes a su médica primaria, a su oncóloga y a mi oficina para avisar de mi obligada ausencia de hoy y de algún par de días más.

Hoy pasé de la mañana a la tarde en el hospital, acompañándola, y esta tarde le hicieron una punción en su pulmón izquierdo extrayéndole 850 centímetros cúbicos de fluido, generado por el propio cáncer.

El procedimiento fue felizmente completado con un chequeo de Rayos X.
Retornó luego a su sala, ya con su rostro más distendido, y pudiendo respirar calmadamente.

La tormenta había pasado. El susto tremendo también.

Mi paciencia se fue domando al pasar las horas que se hicieron interminables en la madrugada del martes a hoy miércoles, y luego de tarde, cuando entre que la descendieron de su sala al subsuelo del hospital donde iban a realizarle el procedimiento de extracción del fluido, y acometieron el acto médico, habían pasado otras 4 horas.

A veces no estamos preparados para ciertas circunstancias que repentinamente se dan en nuestra vida. Como el accidente que evité tuviese consecuencias mayores sobre mi, el pasado 15 de febrero.

A propósito, mañana me entregan mi vehículo ya reparado. Lo bueno es que el otro conductor aceptó su responsabilidad en el choque.

Pero uno tampoco está preparado para verse venir un auto de frente en sentido contrario, y tener la calma y destreza de apartarse y frenar, evitando lo que hubiera a la postre sido un accidente de graves consecuencias.

Tal vez el Ser en Sí me está templando como se templa al acero. Me está poniendo fuertemente a prueba, porque quiere prepararme mejor para un futuro que no conozco, pero que intuyo va a demandar de mi las actitudes, el temple y la destreza que ahora me obliga a desarrollar.

Entre tanto, en esos momentos que me tocaron pasar entre el martes y hoy miércoles, las amigas y amigos, esos seres maravillosos que son compañeros de vida, estuvieron sí, bien presentes conmigo, sentí el cariño, las oraciones, los pensamientos positivos y los buenos deseos de todas y todos Uds., lo que una vez más agradezco con palabras que se quedan cortas para expresar lo que siento.




enigma

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