Monday, March 1, 2010

HORRORES Y ERRORES

“Esto no tiene perdón de Dios”, suele decirse ante un crímen verdaderamente horrendo, como la madre que mata a sus hijitas y las descuartiza y entierra en el patio trasero de su casa.

Como los malditos que generan permanentemente una escoria humana, detritus humanos se diría, mediante el narcotráfico.

Como los infames que viven de la prostitución, explotando a mujeres y a niños y niñas, que surgidos de la miseria, no han conocido horizontes de vida dignos.

Como los degenerados que desarrollan la pornografía infantil, y sodomizan a los niños, tal como lo hacen los sacerdotes pedófilos.

Como aquellos que en la India, en Indonesia, pero también en nuestro propio suelo latinoamericano, tienen los llamados “sweat shops”, que hacen trabajar a niños pequeños, y a hombres y mujeres en condiciones peores que la esclavitud, en lugares donde ni siquiera pueden estar de pie.

Y los criminales de “guante blanco”, amasando fortunas mediante el engaño, la corrupción, los esquemas financieros tramposos al estilo Madoff, el lavado de dinero que políticos venales acogen en sus países para financiar “el desarrollo”, etc.

Y la maquinaria de guerra, donde consorcios gigantescos, y empresas contratistas, hacen de la muerte organizada de miles y miles de jóvenes del mundo, su excecrable ganancia y rédito.

Todo eso parece imperdonable. Pero todo eso somos nosotros, los humanos.

Somos potencialmente cada uno de nosotros, si estuviésemos ubicados en las circunstancias en que otros están o han buscado estar.

Es cierto que no nos involucraríamos nunca en las actividades y situaciones delineadas más arriba. Tenemos y manejamos valores. Pero, también es cierto aquello de “nunca digas: de esta agua no he de beber”, o “nunca escupas para arriba”, porque en mucho depende de las circunstancias, a veces, marcadas desde el mismo nacimiento.

No hay un solo inocente, ni uno. Como dice la Biblia “todos pecaron”.

Como le dijo Jesús a aquellos que tan rápidamente estaban dispuestos a lapidar a la prostituta “el que esté libre de pecado, arroje la piedra el primero”….y el Maestro de Galilea se quedó haciendo dibujos en la arena y esperando a ver quién iba a animarse a tirar la primera piedra….todos se fueron yendo, arrojando sus piedras al suelo.

Hay personas que a veces se creen por sobre otras, o tan diferentes, que ¡ven la paja en el ojo ajeno y no ven la viga que tienen en el propio! y están prontas a condenar y a ejecutar…

Hay que aprender a ser humilde, a tener modestia, a saber y reconocer las propias debilidades y defectos, y por tanto a saberse pecador/a, merecedor de perdón, no sólo el de Dios, sino el de los otros humanos.

Sólo el perdón redime. Sólo el perdón puede hacer que un criminal deje de serlo y surja un ser util para la sociedad.

El perdón no es un índice de debilidad, sino de gran fortaleza espiritual.

Quien perdona no es alguien debil sino poderoso, pero tiene mansedumbre, sencillez, humildad. Perdona no desde arriba, sino colocándose en el mismo nivel.

Por otra parte, hay que saber distinguir entre errores y horrores humanos.

La lista que encabeza este escrito es una retahila de horrores humanos.

Los errores son otros.

Son: el amor extramatrimonial de una mujer; el “flirt” del marido con su secretaria; el sombrero que nos llevamos sin pagar de la gran tienda; el chocolate que comimos a escondidas cuando no debíamos hacerlo, o la excusa que usamos para llegar más tade o faltar al empleo, porque teníamos sueño.

Y estas cosas, con no ser elogiables, o buenas, no tienen ni punto de comparación con las otras. No se les puede poner al mismo nivel ni considerar con la misma gravedad.

Y en general, pueden tener su explicación.

No intento justificarlas, sino simplemente señalar que la magnitud de los horrores no es compatible con la pequeñez de los errores.

Pero aún hay más. A veces los errores ni siquiera son tales, sino que son vistos asi por una cuestión interpretativa.

Porque no se ha querido analizar a fondo una actitud o porque se ha partido de supuestos, y se ha arremetido con ellos con toda furia, en lugar de calmadamente analizar con la persona involucrada, cuál fue su intención, por qué hizo lo que hizo o qué le llevó a hacerlo, cómo se siente ahora, qué espera en estos momentos y en el futuro.

Esa es la actitud humana, esa es la actitud que revela que dentro de uno hay un ser de calidad, un ser que merece distinguirse por su sensibilidad, afecto, empatía.

Es cierto que a veces nos suceden cosas que no nos agradan para nada, y nos sentimos muy ofendidos, ofuscados, y creemos tener razón. Pero vale la pena analizar con tranquilidad las cosas, sopesar pros y contras, y decidirnos por una actitud que busca que la otra parte se haga responsable de su error, y lo que es más importante, lo corrija para no cometerlo nunca más.

Si en cambio bajamos cortina, cerramos la puerta, levantamos un muro de incomprensión, nunca evitaremos que el error pueda volverse a cometer.

Cuando el otro o la otra nos son indiferentes, puede que no nos preocupemos o no nos importe, pero cuando el otro o la otra es un ser querido, con quien hemos compartido momentos y cosas muy especiales en la vida, entonces, entonces nuestra actitud, nuestro proceder, tiene que ser necesariamente diferente.

Si no, nos contradecimos a nosotros mismos, y ahí somos nosotros los que pecamos de soberbia, de ira, de maledicencia. Nosotros pasamos a ser agentes del mal y a hacer que otros nos tengan que perdonar.

Esos son frutos que debemos echar fuera de nosotros, para recuperar para nosotros mismos la paz interior que nos merecemos.

¿Acaso no es cierto que si no perdonamos nos sentimos mal?, ¿acaso no es cierto que hay una inquietud interior que no nos da descanso ni nos deja sentirnos felices?, ¿acaso no hay una ruptura que muy dentro nuestro quisiéramos que nunca hubiese ocurrido y que de alguna manera querríamos reparar, (aunque nos cuesta hacerlo)?

Estas no son meras palabras. Esta es una radiografia de nosotros mismos, de quienes somos y de cómo obramos.

Pero también este es un llamado a proceder de manera diferente. A restablecer el vínculo que se ha roto, el diálogo que se quebró. A usar la intensidad y profundidad de sentimientos hermosos que nos han podido unir, para superar un momento aciago, y recuperar la dicha de vivir.

Es aquello de: “Saber que se puede, querer que se pueda”

¡Vamos que podemos!

Como dice la canción:

“Cambiar el aire depende de ti. Te ayudará, vale la pena una vez más.”

****Nota especial: este blog lo inicié el 11 de Agosto de 2008, lleva pues ininterrumpidamente once meses, en que prácticamente he entregado mensajes a diario.
Por razones de fuerza mayor, voy a hacer ahora un paréntesis. Les pido sepan disculparme.

El blog seguirá abierto para todos, a fin de que lo lean y relean cuantas veces quieran. Y llegado el momento, volveré a escribir.

Entre tanto, también para todos los amigos y amigas, sigue abierta mi dirección de correo electrónico: enigma0458@gmail.com porque jamás me cerraré ni escaparé al diálogo.
Quedaré agradecido a quienes deseen hacerme llegar sus mensajes, y les prometo contestarlos todos.

Muchas gracias, y hasta cualquier momento.



enigma

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