Tuesday, November 13, 2012

Al rescate del tiempo enajenado

Quienes actualmente estamos jubilados ---aunque tenemos mucha energía y nos sobre lucidez para continuar ocupados en diversas tareas-- tenemos que dedicarnos a redimir el tiempo.
 En otras palabras, a usarlo de tal manera que le saquemos el  máximo de jugo posible.

La jubilación es el tiempo del "savoir vivre" de los franceses, o el "dolce far niente" de los italianos.

Un tiempo sin tiempo, en que el reloj no es la presencia ominosa e importante que marca cada minuto de nuestra existencia, sino un simple compañero que nos ayuda a planificar mejor nuestras horas, para aprovecharlas al máximo haciendo las cosas que pospusimos una y mil veces, porque estábamos trabajando. Porque teníamos nuestro tiempo enajenado. Nuestra misma existencia era apenas nuestra, y muy del empleador.

¿Acaso el trabajo no determinaba nuestro levantarnos y nuestro acostarnos?, ¿acaso la actividad que desarrollábamos no nos fijaba el tiempo y duración de nuestras licencias o vacaciones?

¿Acaso no debimos alguna vez sacrificar nuestro descanso de fin de semana porque se presentó una situación que demandaba nuestra presencia y acción?

Afortundamente, una vez jubilados, todo eso se termina. Todo eso determinado desde fuera, por otros, pero repercutiendo directísimamente en nosotros, no tiene más lugar. ¡Por  fin, de ser heterónomos, pasamos a ser autónomos!

Y entonces es cuando debemos hacer propicia que esta autonomía de que disponemos nos resulte productiva en más de un sentido. No tanto en el sentido material, --hallando una nueva forma de esclavizarnos por sumar algún dinerito más--  sino que sea productiva para nuestra mente, nuestro espíritu, nuestro descanso y nuestra distracción.

Cantar por el gusto de hacerlo ante algún público,  pintar cuadros que expresen nuestro talento artístico y nuestra sensibilidad, escribir para infundir ideas, hacer pensar, contribuir con propuestas, o simplemente por el placer de compartir, todas esas cosas, libremente, sin sujección alguna a nadie ni a nada, podemos hacer.

Y claro, emprender viajes, conocer lugares de nuestro planeta que jamás hemos pisado. Encontrarnos con culturas diferentes, aprender sus lenguajes, su manera de entender la vida, sus valores. En fin,  apreciar la variopinta riqueza del ser humano habitando en distintos y distantes lugares.

Todo eso es la riqueza del rescate del tiempo, todo eso forma parte intrínseca del ser del jubilado, a menos que la persona decida el suicidio lento de sentarse en el banco de una plaza a ver transcurrir la vida, pero como despidiéndose cada día de ella,  hasta que le llegue el día en que el banco quede vacío, porque ya no esté más.

Jubilado tiene la misma raíz --y no por casualidad--  que la  palabra júbilo, y júbilo es alegría, es gozo, es espíritu rebosante de disfrutar la libertad.

Es también un tiempo para el romance, para el amor, para darse en servicio a quienes  necesitan ayuda, es tiempo de transferir conocimientos y experiencia en el área en que uno se formó y ejerció su tarea cuando estaba activo.

Y es el tiempo de compartir horas de quietud y solaz, en conversación prolongada y amena, en rueda de amigas y amigos.  Es también el tiempo de disfrutar el arte en todas sus manifestaciones, y de participar cuanto se pueda, de animadas reuniones sociales.

¡Vaya si hay para hacer, para vivir y para ser!!

enigma
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