Si por un lado hay normas elementales de educación y cortesía, que indican que todo correo recibido merece una respuesta, especialmente si proviene de una amistad, no es menos cierto que cuando se hace costumbre comunicarse a diario, y se genera un bache de horas, días o semanas, se sufre.
Se sufre porque se espera esa carta, por breve que sea, que nos hace saber no sólo que la persona querida está viva, sino que nos pone al tanto de algunas de sus actividades, así sea que fue a comprar verdura y huevos al almacén de la esquina.
Cuando en cambio es el silencio lo que apabullantemente nos llega a atormentar, entonces sí que echamos de menos la comunicación.
Realmente, la ausencia de comunicación --y cuanto más prolongada peor-- aumenta proporcionalmente el hambre de diálogo.
Vaya todo esto dicho por ciertas experiencias que me toca pasar.
Un problema con el cableado de fibra óptica en el edificio de apartamentos de una querida amiga, le impide comunicarse utilizando la Internet.
Tanto ella acostumbrada a mis cartas, como yo recíprocamente, de alguna manera estamos sufriendo esta interrupción.
Más onerosa aún resulta la interrupción voluntaria, deliberada, querida o buscada, cuando alguien de pronto supónese se ofende por algo, (y digo bien, supónese) y opta entonces por un silencio ejecutado como los peores crímenes "con premeditación y alevosía".
Creo que es el caso más negativo, porque es algo evitable que sin embargo se provoca. Elijo no calificar el propósito, o qué resultado se busca. Pero es doblemente lamentable.
Así como a toda acción corresponde una reacción, todos deberíamos tener muy en claro, que a un mensaje corresponde una respuesta, sea por teléfono, por correo electrónico, por msn, whatsapp, o skype.
Y que dejar de hacerlo, habla mal de uno mismo, y proyecta una imagen horrorosamente negativa.
Si se presume alguna razón para la incomunicación, hay que manifestarla, hay que expresarla, para eso tenemos el habla,y la capacidad de escribir. Para eso estamos dotados de inteligencia, y sobre todo, de sensibilidad. Ahora, si anulamos la sensibilidad, nos deshumanizamos. Lo digo sin cortapisas, nos deshumanizamos, y punto.
Yo estoy seguro que en cuestión de horas o de un par de días, mi amiga que ha quedado desconectada volverá a conectarse, y entonces habra una "fiesta de la comunicación".
En cuanto a las personas que deliberadamente eligen no comunicarse, mi esperanza es que revean su actitud y se comuniquen con todos quienes esperan saber de ellas.
enigma
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