No hay por qué llorar por "el pasado que ya se fue", a menos que el pasado haya sido muy malo al recordárselo. Pero si fue bueno, ese pasado tiene que ser visto con paz interior y con felicidad por lo vivido.
El futuro se espera con expectativa, no con preocupación --a menos que se supiera de antemano que va a ser malo, complicado, engorroso. Además se habla de "el futuro que no llega". El futuro siempre llega. Está a un paso más del presente que lo va conformando, construyendo, de última, presagiando.
Es en el presente --tan alabado en este poster-- que tomamos decisiones que van a conformar ese futuro que se espera.
De modo que en muy buena medida ese futuro, depende de nosotros, y depende de lo que hagamos o no, decidamos o no, apuntemos o no, tengamos como propósitos y objetivos o no, para el mismo.
El pasado nos ha dejado huellas, experiencias que son imposibles de modificar, de cambiar, que han pasado a formar parte de nuestra personalidad misma. Por tanto, si añoramos ese pasado, si quisiéramos revivirlo, si quisiéramos que se continuase en el presente, tenemos como base nuestro propio ser. Ese pasado está dentro nuestro, y es irreversible.
Ahora, si lo repudiamos, lo queremos anular, hacer de cuenta que nunca existió, si queremos decretarnos una imposible amnesia, --a menos que suframos un serio problema psicológico-- ese pasado, va a estar y seguir estando siempre en y con nosotros. Lo llevamos puesto.
Está bien procurar la felicidad en todo momento. Por tanto cabe suponer que la buscamos en eso que ahora llamamos pasado, cuando fue nuestro presente.
Y claro está, la procuraremos en lo que por ahora es futuro.
Pero la dicha, la felicidad, no puede ser toda nuestra meta, porque se queda corta.
Hay cosas a las que abordamos sabiendo que son dificiles, que nos van a demandar un sacrificio personal, que podrán aparejarnos problemas, y sin embargo, las asumimos en tanto signifiquen valores por los cuales estamos dispuestos a jugarnos. Y creo que ahí se define nuestra vida misma, pasado, presente y futuro. Ahí se juega quiénes somos realmente.
Me parece que la sustancia de la razón de ser de cada uno de nosotros, está en los riesgos, desafíos, aspiraciones y sueños que estamos dispuestos a asumir. No es la felicidad el norte fundamental y único que da sentido a nuestras vidas.
Hay algo mucho mayor.
Muchos hombres y mujeres, desde siglos, han señalado con sus vidas, que no es la búsqueda de la felicidad, sino de la justicia, de la paz y del amor, lo que les ha hecho grandes para la humanidad toda.
La grandeza de cada uno de nosotros, al nivel que sea, en el ámbito que sea, aunque no trascienda para toda la sociedad o el mundo, bástenos para sentirnos realizados.
En esa grandeza, el egoísmo, la mezquindad, el odio, la revancha, la violencia, la destrucción, no tienen cabida.
Si somos cuanto debemos ser, aún en medio de dolores, encontraremos nuestra verdadera felicidad.
enigma
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