Sunday, February 28, 2016

LIBERTAD CON RESPONSABILIDAD



Las dictaduras no son buenas, no importa el signo que tengan. En la medida en que para funcionar tienen que coartar las libertades esenciales de que está investido todo ser humano, en ese mismo instante pierden su legitimidad, no son admisibles.

La historia de  la humanidad se encarga de demostrar fehacientemente que no hay dictadura que dure cien años, y que muchas no cayeron antes porque hubo demasiada tolerancia por parte de la comunidad internacional cuando no prohijado, por diversos y mayormente nunca confesados intereses.

Pero las horas de las dictaduras que se autocalifican de izquierda y de los regímenes populistas están contadas, afortunadamente.

Si algo es de suma importancia, al salir de las dictaduras, es mantener criterios adecuados y correctos en el funcionamiento de un país, sus estructuras democráticas y republicanas, y en la ética y el relacionamiento de su gente.

No se puede pasar de un régimen represor de la libertad y los derechos fundamentales del hombre, a una anarquía, donde la autoridad no tiene poder ni es respetada como tal, donde las leyes se pisotean o violan descaradamente, donde la Constitución se pone por debajo de intereses políticos del momento, y donde el ciudadano común se ríe de las leyes y los reglamentos, y se cree con el derecho de hacer lo que se le dé la gana así que afecte o no los legítimos derechos de sus congéneres.

Una sociedad anárquica no funciona, se hunde a sí misma en un fárrago de sinsentido y termina por ser tan liberticida como la dictadura que le haya precedido.

La cuestión no es: antes no hubo libertad, ahora no hay restricciones.

La afirmación del valor de la Constitución de una nación y de su cuerpo de leyes es fundamental para defender justamente el ejercicio correcto y respetuoso de los derechos humanos y la libertad.

Libertad no es “hacer lo que se me da la gana”, sino hacer lo que debo. Y si no tengo noción de qué es lo que debo, el Estado tiene que señalármelo muy claramente, so pena de terminar pagando por mis violaciones, sean faltas leves, o actos criminales.

La libertad se ejerce en el orden, no en el caos, no en un vacío normativo y ético.

De ahí que la libertad bien entendida implica necesariamente responsabilidad. Una responsabilidad ante los otros seres humanos, ante la sociedad toda y ante un país como tal.

enigma
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Friday, February 26, 2016

SECTAS: OPOSICIÓN Y COMPRENSIÓN



En Uruguay y tal vez en algunas otras partes del mundo se ha instalado un debate respecto de las sectas. 


Llámase así genéricamente a una cantidad de distintos grupos, generalmente nucleados en torno a una figura preponderante, que sostienen creencias, criterios y conductas, que no se compadecen o acompasan con el “oficialismo” religioso ejercido por las expresiones de fe mayoritarias.


Suele ocurrir que estas sectas producen impactos en la sociedad, que aumentan su cantidad de adeptos, que llegan de alguna manera a influir con su actividad allí donde actúan; entonces los sectores religiosos tradicionales buscan volcar todo su peso, su argumentación intelectual, y su capacidad de debate, para hundir a las sectas en el oprobio y tratar en lo posible de neutralizarlas, cuando no –ideal no alcanzado—  defenestrarlas.


Es cierto que entre las sectas hay extremos peligrosos. Gente que ha dado sus bienes perdiéndolo absolutamente todo. Gente que ha perdido su propia personalidad al haber sido sometida a una verdadero lavado de cerebro, gente que ha sufrido vejámenes y abuso sexual, etc. Hay de todo un poco en las sectas, hasta los casos extremos de muertes colectivas.


Pero no todas son así de riesgosas y peligrosas. El peligro que muchas de ellas plantean es el de algo que casi ha perdido su vigencia por desuso, en las religiones tradicionales, me refiero a la apostasía.


Ciertamente la vasta mayoría de las sectas que a sí mismas se titulan de “crísticas”, hacen referencia a Jesús, pero añaden prácticas tomadas del yoga, como la meditación, y a ello le añaden la creencia en los “hermanos del cosmos”, seres superiores que están “más cerca de Dios”, y que terminan siendo guías para los simples humanos. 


Entre medio se dan los mensajes telepáticos (en otros tiempos los espiritistas hablaban de mensajes mediúmnicos) que se supone son recibidos de las “jerarquías superiores”, y cuando no, se explota la esperanza de poder viajar y conocer otro planeta, aunque eso está reservado al líder de la secta, y muy difícilmente un simple integrante de la misma tenga ese “privilegio”.


Por  supuesto que en medio de todo ese fárrago irrespetuoso como “vidriera de cambalache”, se impone orden, cordura, sensatez, racionalidad, y una fe madura y adulta. 


Quien realmente puede adquirir una fe tal, si está en una secta la abandonará, y si no lo está, tampoco se sentirá apelado a integrarse a la misma.


Pero la responsabilidad recae no sobre la capacidad de atracción de la secta, sino de quienes oponiéndose a ellas tienen que demostrar que son mejores, que tienen más y genuino para ofrecer, y que lo fundamental es combatir la ignorancia. Porque muchas personas se afilian a una secta por ignorancia, y luego de una intensa búsqueda en distintas manifestaciones religiosas tradicionales. 


Tal vez el replanteo que tienen que hacerse esas expresiones religiosas tradicionales, es hasta dónde hay verdadero compañerismo en la fe, hasta dónde la persona  que por primera vez accede a esas religiones se siente bienvenida, rodeada, apoyada, y sostenida por quienes dicen ser sus “hermanos”, o por el contrario nota una frialdad y una formalidad excesiva, que no es capaz de romper la barrera de la incomunicación. Finalmente la persona se siente excluida, abandonada, dejada  a un lado, en vez de saberse realmente integrada. 


Fallan también las religiones tradicionales en no hacer su mensaje lo más llano, claro y explícito posible para que sea fácilmente entendible. La Biblia no ayuda en eso, porque desde palabras tradicionalmente usadas que se originan en el griego, (como parusía, o apocalipsis) hasta los criterios de salvación, redención, reconciliación, perdón, propiciación, etc. tienen que ser puestos en vocablos fáciles de digerir. 

Esto, sin dejar de lado algo importante: que hay una enseñanza exotérica (para los neófitos) y una esotérica (para los iniciados). Jesús lo practicó así.


Entonces, esto nos lleva de la mano a un acto difícil pero necesario, que es el de la comprensión.  

Antes que simplemente volcar el peso, la influencia, y la locuacidad de las religiones tradicionales, para denostar a las sectas, atacarlas, y si fuese posible diezmarlas, hay que comprender por qué están, por qué surgen, qué indican como fenómeno socio-cultural, qué señal están dando. 


En mi opinión, la cuestión no está en la virtud de una secta dada, sino en las falencias de las religiones tradicionales que posibilitan su existencia, que las gestan por su inoperancia, inacción o acción equivocada.


Para ponerlo en palabras del Maestro de Galilea, antes de ver la paja en el ojo ajeno, hay que tener el coraje de ver la viga en el propio. Y eso es lo que no está ocurriendo.


La existencia de sectas es para mí –hasta cierto punto— un juicio a las fallas y carencias de las grandes religiones, y en particular me refiero al cristianismo en sus versiones Católicorromana y Protestante, en Occidente.


Es cierto que el debate animado sobre el tema vale la pena, y es cierto que hay sectas que sólo explotan la credulidad inocente del ser humano, y se aprovechan del mismo para extraerle cuantos bienes les sea posible. 


Pero no todas las sectas son así, y me permito llamar la atención a algo más: el cristianismo comenzó como una secta respecto del judaísmo oficial, y como tal fue perseguido y atacado. 

El propio Saulo de Tarso (luego devenido en San Pablo) ordenó matar a seguidores de Jesús, porque representaban una total apostasía de la religión oficial. 


Y la muerte de Jesús fue decidida por un órgano religioso judío, --el sanedrín—  porque atentaba contra la fe correctamente entendida según los sacerdotes, escribas y fariseos. 


Así que más modestia, y despacito por las piedras. 


Cierto que en aras de una libertad que linda con el libertinaje –a mi modesto entender—  se usa el eufemismo de “libertad religiosa” e “igualdad” para equiparar a todas las expresiones religiosas, donde caben desde los ritos surgidos en el animismo africano, hasta el mismísimo satanismo. 


Un ejemplo más de una grave distorsión del concepto de libertad.


Pero esta es la realidad actual con la que hay que vérselas.


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Thursday, February 25, 2016

LA MARAVILLA DE LA AMISTAD



Pienso que no es por mera casualidad que el vocablo amistad comienza con las mismas letras que la palabra amor. 

Y tal vez ello se deba a que en la amistad hay afecto, cariño, amor. No por supuesto el amor de pareja, sino el amor sublimado, el amor “ágape” de que hablaban los griegos.

Ese amor que lleva a ser constante, dadivoso, leal, sincero, confiable, interlocutor válido, solidario, responsable.

Porque los amigos se cuidan entre sí, se respaldan entre sí, saben que pueden contar con el otro en forma mutua y recíproca.

Los amigos no se dejan, no se abandonan, no se pierden. 

Los amigos se comunican, dialogan, son confidentes, y cuando se encuentran, lo celebran. Esta semana he tenido muestras cabales de ello. ¡Y qué alegría y paz espiritual me proporcionan!

Para los amigos, la distancia no existe.

Cuando la amistad es verdadera, auténtica, ésta perdura para siempre.

La amistad suele surgir de afinidades de gustos, de actividades, de intereses, de la confluencia de pensamiento y sentimiento respecto de diferentes temas, situaciones, etc.

Un amigo sabe que puede confiar en el otro, respaldarse en el otro, apelar a la ayuda del otro, y sobre todo, a la comprensión, al perdón, a la superación de malentendidos o de discrepancias circunstanciales, que no afectan en absoluto la esencia misma de la amistad.

En estos días, he tenido muestras de amistad que me resultan maravillosas. Expresiones de una unión de voluntades capaz de superar cualquier divergencia, porque la amistad es lo que cuenta primordialmente.

La amistad comprende también un darse. En esforzarse aún –si ello es necesario--  por ver feliz al otro, por ayudarle cuando necesita, por ofrecerle sugerencias, consejos, contactos útiles, orientación, opinión que seguramente va a ser escuchada. 

A veces me siento deudor de mis amistades, siento que debo hacer más por ellas, que debo tratarles con mayor frecuencia, intercambiar más información sobre nuestras vidas, saber más unos de otros, y por sobre todo, de alguna manera, hacerles sentir en forma palpable, que sí son importantes para mí, que sí les quiero mucho, que sí quiero que cuenten conmigo, y que sin ellas, yo no sería quien soy. 
Porque después de todo, somos nosotros y nuestras amistades.

 
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Saturday, February 20, 2016

REPASANDO CARTAS




Entre las cosas que tengo que decidir llevar conmigo a Iowa City o simplemente desprenderme de ellas para siempre, hay un conjunto de cartas que –desde que llegué a Estados Unidos de América— en 1989, envié a mis padres.

Mi querida madre las coleccionó, y he aquí que las estoy leyendo ahora.

No sólo me sorprendo de algunas cosas que no recordaba en detalle, sino que verifico que a través de las mismas puedo ir trazando una línea histórica de cómo fue mi vida, primero solo y luego con mi familia  -hijo y esposa-  durante los primeros años en el Norte.

Y si algo me impacta, y en una carta inclusive lo digo expresamente, respaldado en hechos concretos, es lo bien que fuimos tratados, cuánto se nos ayudó por parte de gente que no nos conocía para nada, y qué rápido accedimos no sólo a servicios, sino a empleos, a estudios universitarios, y al desarrollo de la personalidad de cada quien. 

Lo que en nuestro país de origen habría sido imposible, o llevado décadas, allí fue posible concretarlo en el término de dos años. Yo tuve un significativo ascenso en mi empleo, mi hijo con su estupendo talento logró no sólo el reconocimiento expreso de las autoridades de enseñanza a nivel de Secundaria, sino que esos triunfos le valieron poder obtener una Beca Presidencial de la American University, y mi esposa, que tuvo que aprender inglés, también pudo obtener empleo.

Y ya siendo estudiante universitario, mi hijo pudo lograr un excelente empleo en una importante compañía, durante el período de vacaciones.

Tuvimos nuestro primer vehículo y pudimos comprar un apartamento.

Sin duda que todo requiere esfuerzo, dedicación, responsabilidad, calidad personal. Pero cuando esos factores están presentes, la sociedad estadounidense permite el avance rápido de quienes son capaces.

En otros lugares, no importa cuán capaz se sea, vale más la envidia de los mediocres, o simplemente el peso de la antigüedad de algunos, para que no se pueda avanzar, cuando no el acomodo político u otras “razones” más espurias aún.

De modo que tengo fundados motivos para estar sumamente agradecido a todos quienes hicieron posible que nuestra vida fuese más plena y disfrutable. Y francamente considero que eso sólo ocurre en los Estados Unidos de América.

Si me equivoco, que me corrijan.


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