Las dictaduras no son
buenas, no importa el signo que tengan. En la medida en que para funcionar
tienen que coartar las libertades esenciales de que está investido todo ser
humano, en ese mismo instante pierden su legitimidad, no son admisibles.
La historia de la humanidad se encarga de demostrar
fehacientemente que no hay dictadura que dure cien años, y que muchas no
cayeron antes porque hubo demasiada tolerancia por parte de la comunidad
internacional cuando no prohijado, por diversos y mayormente nunca confesados
intereses.
Pero las horas de las dictaduras que se autocalifican de izquierda y de los
regímenes populistas están contadas, afortunadamente.
Si algo es de suma importancia, al salir de las
dictaduras, es mantener criterios adecuados y correctos en el funcionamiento de
un país, sus estructuras democráticas y republicanas, y en la ética y el
relacionamiento de su gente.
No se puede pasar de un régimen represor de la
libertad y los derechos fundamentales del hombre, a una anarquía, donde la
autoridad no tiene poder ni es respetada como tal, donde las leyes se pisotean
o violan descaradamente, donde la Constitución se pone por debajo de intereses
políticos del momento, y donde el ciudadano común se ríe de las leyes y los
reglamentos, y se cree con el derecho de hacer lo que se le dé la gana así que
afecte o no los legítimos derechos de sus congéneres.
Una sociedad anárquica no funciona, se hunde a sí
misma en un fárrago de sinsentido y termina por ser tan liberticida como la
dictadura que le haya precedido.
La cuestión no es: antes no hubo libertad, ahora no
hay restricciones.
La afirmación del valor de la Constitución de una
nación y de su cuerpo de leyes es fundamental para defender justamente el
ejercicio correcto y respetuoso de los derechos humanos y la libertad.
Libertad no es “hacer lo que se me da la gana”, sino
hacer lo que debo. Y si no tengo noción de qué es lo que debo, el Estado tiene
que señalármelo muy claramente, so pena de terminar pagando por mis
violaciones, sean faltas leves, o actos criminales.
La libertad se ejerce en el orden, no en el caos, no
en un vacío normativo y ético.
De ahí que la libertad bien entendida implica
necesariamente responsabilidad. Una responsabilidad ante los otros seres
humanos, ante la sociedad toda y ante un país como tal.
enigma
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