Quienes somos “jóvenes
de corazón” al decir del gran Frank Sinatra, somos capaces de divertirnos, de
bailar, de reírnos con ganas de un chiste, de participar en juegos, o en algún
deporte.
Todo eso en conjunto,
constituye una forma sana de disfrutar y divertirse, no importa si en invierno
o en verano.
En un país como
Uruguay, bañado por una cadena de playas que se extiende de Oeste a Este en su
límite Sur, culminando en el mismo Océano Atlántico, la juventud durante el verano, tiene la
oportunidad de extasiarse con las salidas y puestas de sol, haciendo “surfing”
en el agua, jugando “picados” de fútbol, buenos partidos de vólibol, o
simplemente dándose frecuentes chapuzones, y dejando que el sol coloree sus
cuerpos.
Pero la inquietud
juvenil, la “batalla de los sexos” les lleva a más. Y con la permisibilidad hoy
abierta de par en par, donde los nuevos padres han claudicado de antemano al
ejercicio adecuado de su patria potestad, estos jóvenes de ahora, --unos cuantos,
menores de edad—se entregan al alcohol y a las drogas como forma de “divertirse”.
Los pobrecitos y pobrecitas cuyos cerebros están muy poco cultivados, no
encuentran forma ni saben cómo divertirse si no están intoxicados (porque de
eso se trata finalmente). E intoxicados, su “diversión”
realmente no es tal.
Destrozan paso a paso sus cuerpos por dentro. Les auguro
pocos años de vida frente a los que podrían vivir. No les auguro mucho éxito en
sus existencias, ni en sus relaciones sociales, y me refiero a las que cimentan
una vida, una carrera, una posición económica, etc.
Lo peor es la
promiscuidad total, los gritos en la madrugada que impiden el descanso a que
tienen derecho quienes van a veranear en el buen sentido de la palabra. Los
atentados –ya no al pudor, que se dan por hecho consumado— sino a las
propiedades. Hacen sus necesidades fisiológicas en cualquier lado, y también
tienen relaciones íntimas en cualquier lado. Ocupan viviendas que no les
pertenecen, y cometen actos violentos contra automóviles, edificios, etc. Si a esto se le llama “diversión”, ¡que me
cambien el diccionario!.
Allí están, sumidos y
consumidos por esta forma de ser y estar en que no tienen consciencia de sí
mismos. En que nada importa, en que sólo cuenta un mundo de extrañas sensaciones,
hasta caer dormidos sobre la arena, y amanecer así, como lagartos bajo el sol,
a la mañana siguiente, cuando la gente va a hacer playa, y se encuentra con ese
deplorable espectáculo.
Esta nueva tendencia
que rinde el culto a la muerte anticipada, se da en playas de Barcelona, o de
Chile, para citar dos lugares bien distintos y distantes, como con los jóvenes
estadounidenses en Cancún, durante la primavera.
Pero si los
jovencitos y no tanto están confundidos y equivocados, la responsabilidad es de
los adultos, que omiten darles la formación de valores, la educación ética, la
normativa de conducta social válida y
provechosa.
La omisión es de
quienes debiendo velar por la salud moral de un pueblo, no influyen para nada
en el mismo, han perdido su autoridad o no saben cómo ejercerla. No se hacen
presentes en esos lugares para plantear alternativas inteligentes de disfrute y
diversión que sustituyan con ventaja aquello que los jóvenes tienen actualmente
como oferta.
La omisión grave e
inexcusable, está en las autoridades nacionales y locales que hipotecan las vidas
de estos jóvenes y la del país mismo, al permitir, tolerar y prohijar que estas
nuevas generaciones se pierdan en la nadidad.
La omisión está en
las autoridades locales que posibilitan la existencia de verdaderos antros de
corrupción y perversión, desde las casas alquiladas por particulares para que
allí los que por su edad no pueden acudir aún a los boliches, hagan sus
rumbosas festicholas que terminan en orgías, pasando por la autorización a
boliches, centros nocturnos con música muchos decibeles por sobre lo que se
puede autorizar, y con expedición de alcohol sin control.
Es humanamente
considerado, un panorama penoso y desolador. Púberes y adolescentes, con poca
preparación formal, con escaso o nulo interés en estudiar y prepararse para la
vida real, que eligen evadirse de todo, hasta de sí mismos, bajo los efectos del
alcohol y drogas ilícitas. A esto, la misma prensa llama “disfrute y diversión”.
Es que cuando se
conjugan el amiguismo y los intereses comerciales, el “hay que hacer la
temporada”, o sea trabajar tres meses para luego vivir todo el año sin hacer
nada hasta la nueva estación estival, eso posibilita y de hecho se da, que
órganos de prensa que en algunos aspectos son sobrios y enjundiosos, en estos,
sean parte del ridículo y absurdo jolgorio que mata a la juventud en plena
vida.
Mala señal para
un futuro a corto plazo, en cualquier
lugar del planeta donde esto ocurra.
enigma
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